sábado, 16 de marzo de 2019

AS HOT AS IT GETS: CAPITULO 45




Pedro se sacudió mentalmente. Estaba pensando locuras completamente incomprensibles, sobre todo teniendo en cuenta lo que acababan de estar haciendo. Lo único que tenía que hacer era dejar que Paula se marchara y, en un día o dos, encontraría cualquier otra mujer que lo distrajera y se olvidaría para siempre de Paula.


—Pareces muy pensativo.


—Sólo me estaba preguntando si ya te habrías curado.


Paula suspiró y cerró los ojos con expresión de auténtica relajación.


—Vuelve a preguntármelo dentro de diez minutos.


Pedro le apartó un mechón de pelo de la mejilla. Con un poco de suerte, tardaría toda la noche en curar a Paula.


Paula no estaba en absoluto curada.


Ni siquiera un poco.


Lo cual, comprendió, era un enorme problema.


En cuanto Pedro había enterrado el rostro entre sus piernas y su lengua había comenzado a obrar aquella magia indescriptible, había comprendido que todo el viaje a Escapada había sido una pérdida de tiempo.


Acababan de hacer el amor otra vez, después de haber llamado al servicio de habitaciones para que les llevara el desayuno, y en aquel momento permanecían abrazados en la cama. 


Una cama en la que Paula deseaba quedarse toda la noche, y toda la mañana, y toda la tarde…


E incluso peor, estaba comenzando a albergar un extraño sentimiento en lo que a Pedro concernía.


Un sentimiento complejo, incontrolable. Y no se atrevía a nombrarlo por miedo a que no desapareciera si lo hacía.


Pero en el caso de que lo hiciera, ¿cómo lo llamaría?


Amor.


Ya estaba. El sentimiento que había intentado evitar durante los últimos años. Aquella emoción alocada e infantil con la que no quería tener absolutamente nada que ver.


Se había enamorado de Pedro… ¿Pero era posible enamorarse de alguien a quien no se quería amar? ¿Era posible que menos de una semana de sexo y alguna que otra conversación se hubiera transformado en una relación verdaderamente importante?


Quizá no. Quizá sólo estuviera dejándose llevar por los rescoldos del sexo. Quizá lo que sentía no fuera amor, sino la alegría del deseo satisfecho. Aunque tampoco había podido disfrutar últimamente de aquel sentimiento.


Precisamente, porque estaba preocupada por todas aquellas fantasías con Pedro que la estaban llevando a la locura.




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