viernes, 15 de marzo de 2019

AS HOT AS IT GETS: CAPITULO 41





—Hermanito, me alegro mucho de que estés aquí —dijo Pedro, apoyándose contra su escritorio.


Jeronimo se sentó en la mesa de Pedro, con la mirada fija en el ordenador mientras revisaba los archivos de los empleados.


—¿Los responsables de seguridad han encontrado alguna pista de quién está trabajando para Mike D'Amato?


—Hay algunos empleados con antecedentes penales, pero no tenemos nada sólido.


—Le prometí a Lucia que no me pasaría todas las vacaciones dedicado a este asunto, pero quiero ayudarte. ¿Puedes organizar una reunión con tus hombres de seguridad para que podamos poner en común toda la información?


—Desde luego. Puedes hablar con mi secretaria cuando te vayas y ella se encargará de convocarla.


—He visto a una pareja de antiguas strippers en los ficheros. Es una línea que tenemos que investigar. Si estaban dispuestas a desnudarse a cambio de dinero, es posible que hayan dado un paso más.


Jeronimo se reclinó en la silla y se cruzó de brazos.


—De tu equipo de dirección, ¿podrías decirme en quién confías y en quién no?


Pedro frunció el ceño al oír la pregunta.


—No puedo decir que confíe plenamente en nadie. El centro sólo lleva dos meses abierto, así que no conozco bien a nadie.


—¿Y alguien en quien definitivamente no confíes?


—No, esto tampoco lo puedo decir. ¿Por qué quieres investigar antes al equipo de dirección?


—Hace falta tener algún tipo de control para organizar cualquier actividad ilegal con éxito. Quizá Mike D’Amato sea el hombre que está dando la cara, pero es otra la persona que maneja las riendas.


—¿Quién ha dicho que están teniendo éxito?


—No lo sabemos, pero me lo imagino —contestó Jeronimo, volviendo a concentrarse en la base de datos de los empleados.


—Yo creo que tenemos un equipo muy sólido, pero ya me he equivocado en otras ocasiones.


—¿Tienes alguna ex novia en la isla que esté disgustada contigo? —preguntó Jeronimo.


—Te crees muy gracioso, ¿verdad?


—Estoy hablando completamente en serio. Teniendo en cuenta tu forma de dejar a las mujeres…


—No he vuelto a salir con una mujer desde Natasha —contestó Pedro, refiriéndose a la ex que había intentando arruinar Rancho Fantasía.


Jeronimo lo miró arqueando una ceja.


—De acuerdo, sin contar a Paula —reconoció Pedro.


—Pero Paula cuenta.


—En cualquier caso, no estoy saliendo con ella.
¿O sí?


—¿Entonces cómo llamarías a lo que estás haciendo con ella?


—No lo sé.


Y era cierto. No tenía la menor idea de qué etiqueta ponerle a Paula. Sencillamente era Paula. Algo completamente indefinible.


—Pues yo diría que es una mujer que va a perseguirte durante el resto de tu vida si no te la tomas en serio y haces las paces con ella de una vez por todas.


—Ya he hecho las paces con ella de todas las formas que puedas imaginar.


—Hacer las paces con ella no es lo mismo que acostarse con ella —dijo Jeronimo.


Y su hermano lo sabía perfectamente.


—¿Y quién ha dicho que tenga que tener una relación seria con una mujer? Me gustan las cosas tal y como están.


—¿Ah sí? ¿Te conformas con vivir en una isla en la que tus únicas posibilidades de relación son de una semana, a no ser que estés dispuesto a involucrarte en una relación con alguien que trabaje para ti?


—Las relaciones de una semana son mis favoritas y me tengo prohibidas las relaciones con mis empleadas.


—Muy bien, si quieres continuar engañándote…


—Así que ahora que vas a ser padre vas a empezar a comportarte también como si fueras el mío.


—Eso parece —respondió Jeronimo con una sonrisa.


—Pues no creas que vas a librarte de ser el hermano pequeño tan fácilmente. Todavía puedo darte una buena patada en el trasero.


—Inténtalo.


Pedro le dio a Jeronimo un manotazo juguetón en la cabeza. Un segundo después, Jeronimo se había levantado y embestía a Pedro con la cabeza. Pedro lo agarró por la cabeza y lo tiró al suelo.


Se retorcieron en el suelo, riendo y maldiciendo, sin que ninguno consiguiera imponerse al otro. 


Durante unos minutos, Pedro se sintió como si volviera a ser un niño sin otra preocupación que la de batir a su hermano.


—De acuerdo, maldita sea, tú ganas —dijo por fin.


—Sigues siendo un blando —Jeronimo se levantó y le tendió la mano—, pero quiero que sepas que me gustaría que fueras el padrino de mi hijo. Y Lucia también lo quiere.


Pedro pestañeó ante el tono repentinamente serio que había adquirido la conversación. No se lo esperaba y estuvo a punto de desarmarlo su gravedad.


—Vaya, ¿estás seguro? Bueno, yo no sé nada de niños, ni de lo que tiene que hacer un padrino.


Jeronimo le palmeó el hombro.


—Aprenderás.


—Bueno, si estás seguro…


—Me gustaría que volvieras a Arizona, ¿sabes? Echo de menos jugar al fútbol contigo. Y me gustaría tenerte cerca para enseñar al niño a jugar.


Pedro tragó saliva, intentando deshacer el nudo que tenía en la garganta.


—Probablemente pronto empiece a pasar más tiempo en Arizona. En cuanto Escapada esté rodando como debe, supongo que lo haré.


—Lo creeré cuando lo vea.


—Eh, hermanito, por hoy ya me has ayudado más que suficiente. Será mejor que vayas a pasar un rato con tu esposa.


Jeronimo miró el reloj.


—Sí, tienes razón. Le dije que alrededor de esta hora iría a dar un paseo por ella por la playa.


—Nos veremos más tarde.


Pedro observó a Jeronimo salir de la oficina y cerrar la puerta tras él. Una vez a solas, volvió a instalarse en su vientre una vaga sensación de descontento. Descontento con lo que su hermano había intentado decirle sobre Paula y sobre la necesidad de sentar cabeza. Y descontento porque, por primera vez, los argumentos de Jeronimo no le parecían tan absurdos.




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