martes, 5 de marzo de 2019

AS HOT AS IT GETS: CAPITULO 12




En medio de tan extraña crisis, sólo había una persona a la que podía llamar. Sin detenerse a pensar cómo iba a explicar el hecho de que hubiera dejado escrito el número de su habitación en una servilleta, marcó el número de Lucia. En cuanto su mejor amiga contestó, Paula se relajó al oír su voz.


—Hola, Lucia, soy yo.


—¡Paula! Llevo toda la tarde al lado del teléfono. ¿Por qué no me has llamado antes? Estaba terriblemente preocupada.


Paula hizo una mueca ante aquel asalto verbal.


—Porque no me apetecía oírte intentando convencerme de nada.


—¿De qué iba a tener que convencerte? ¿Paula? ¿Qué te pasa?


—He venido aquí para acostarme con Pedro, eso es todo.


—¡Por eso tenías miedo de decirme nada! ¿Por qué no me lo has dicho antes? ¿Qué te ha pasado, Paula? ¿Ayer te golpeaste la cabeza con el parabrisas?


—No, tengo el cuello un poco tenso y Daisy está destrozada, pero estoy bien —Paula sintió una punzada de tristeza al pensar en Daisy, su Mustang, estrellado contra el camión. Aquel accidente, más que ninguna otra cosa, había sido lo que la había convencido de que tenía que hacer cualquier cosa para dejar de ser víctima de los encantos de un hombre y, más en particular, de Pedro.


—Siento lo de tu coche, quiero decir, lo de Daisy, ¿pero no crees que tu reacción está siendo un poco drástica?


—Yo pensaba que querías que me acostara con Pedro.


Lucia suspiró al otro lado del teléfono.


—Sí, pero no así, no como parte de una estrategia para conseguir olvidarlo.


Paula sintió que el rostro le ardía. ¿Era tan obvio? Quizá no para todo el mundo, pero sí para Lucia, que la conocía mejor que nadie. No tenía ningún sentido intentar ocultarle nada, porque ella siempre imaginaba lo que realmente estaba pasando.


—Eres tan romántica, Lucia… No todo el mundo puede tener lo que Jeronimo y tú habéis conseguido.


Algunas personas, como Paula, sólo deseaban la sensación de aventura y las posibilidades que se abrían estando soltero, y si eso significaba tener que sacrificar el verdadero amor a cambio de una vida completamente libre, estaba absolutamente convencida de que podría asumirlo.


—¡Pero tú por supuesto que puedes!


Paula elevó los ojos al cielo. Debería comenzar a aceptar que Lucia nunca iba a comprender su manera de vida. Paula adoraba su trabajo como directora de una agencia de viajes, adoraba las posibilidades que tenía de conocer lugares exóticos y hacer el amor con hombres de todo el mundo, sin tener que enfrentarse nunca a las complicaciones que siempre acompañaban a las relaciones largas.


Su vida era todo lo que quería que fuera. Bueno, casi. La excepción era el problema de Pedro.


—Ya hemos tenido esta discusión en otras ocasiones y no tiene sentido que volvamos a tenerla, entre otras cosas, porque Pedro ya me ha echado de su habitación y me ha dicho que me vaya del centro.


—¡No!


—Bueno, no con esas palabras, pero lo ha dejado muy claro.


—¿Y tú que le has dicho?


—Casi nada —dijo Paula sonriendo.


A Lucia le daría un ataque si supiera la verdad.


—Paula…


—¡De verdad! Sencillamente, no se ha alegrado mucho de verme, eso ha sido todo. Y es comprensible, teniendo en cuenta nuestra historia.


—Quizá si le pidieras perdón… Si te disculparas sinceramente.


—No te preocupes, tengo la sensación de que irme de aquí va a ser el menor de mis problemas después de lo que acabo de ver hace unos minutos.


Paula le contó entonces a Lucia lo que sospechaba que estaba pasando en Escapada.


—¿Una qué? —preguntó Lucia, elevando inmediatamente la voz hasta convertirla casi en un chillido.


Paula sostuvo el teléfono contra su boca y repitió:
—Una prostituta. ¿Crees que Pedro es capaz de estar metido en algo así?


—Absolutamente no. De ningún modo. Él jamás…


—De acuerdo, de acuerdo. Imaginaba que me dirías eso, pero quería estar segura.


—¿Estás segura de que son prostitutas? ¿Cómo lo sabes?


Paula le explicó el incidente del bar y lo que había ocurrido después en su habitación.


—No estoy completamente segura, pero apostaría cualquier cosa a que es eso lo que está pasando —contestó, alegrándose de haber podido contarle la historia evitando cuidadosamente mencionar la servilleta.


En cualquier caso, no podía explicar todos los detalles de aquel lío. Eso sólo serviría para hacer más confusa la situación.


Pedro se va a poner hecho una furia. Si comienza a correr la noticia, esto podría arruinar su reputación.


—Sí —Paula no podía decir que compadeciera a Pedro, pero, curiosamente, tampoco se alegraba—. Va a tener que atacar directamente el problema y evitar que se extienda la noticia. O, quién sabe, quizá sean justo ese tipo de rumores los que necesita para convertir el negocio en un éxito.


—Esa no es la intención de Pedro. Él quiere que la seña de identidad de Escapada sea el lujo, no el sexo. Y esto no le va a hacer ni pizca de gracia. Tienes que contárselo inmediatamente.


—¿Y por qué voy a tener que ayudarlo? Él no me ayudaría aunque mi vida dependiera de ello.


—Eso no es cierto. Y además, deberías ayudarlo porque eso es precisamente lo que tienes que hacer. Y porque de esa forma, podrías mejorar vuestras relaciones.


—Yo no quiero mejorar nuestras relaciones. Lo único que quiero es acostarme con él.


—No puedes conseguir una cosa sin la otra —dijo Lucia.


—Créeme, no tiene que gustarme para acostarme con él y viceversa. De hecho, es imposible que me guste un hombre tan arrogante, cabezota…


—Estás hablando de mi cuñado. Y no me gusta lo que estás diciendo.


Paula elevó los ojos al cielo.


—Muy bien, de acuerdo. Ya veo hacia dónde tiran tus lealtades.


—Deja de lloriquear. Sabes que quiero lo mejor para ti.


De acuerdo, quizá fuera así, pero eso no significaba que tuviera la menor idea de lo que realmente era lo mejor para Paula. Lucia pensaba que Paula tenía que sentar cabeza, casarse y formar una familia, pero Paula sabía que era demasiado inquieta para disfrutar de un futuro tan cerrado. Ella necesitaba libertad, aventuras y, preferiblemente, un hombre diferente en cada estación.


Pero pensar en ello le hizo recordar que aquel año no había disfrutado de ninguna aventura de verano… y tampoco de primavera, por cierto. El verano había dado paso rápidamente al otoño y no había sido capaz de interesarse realmente por ningún hombre, aparte de Pedro, desde… desde el mes de marzo por lo menos.


Glup.


Quizá ayudar a Pedro era justo lo que necesitaba para romper aquel odio que le impedía acostarse con ella. Y después, sería de nuevo libre para satisfacer a su corazón.


—Lucia, tengo que colgar. Acabo de acordarme de que tengo que hacer algo.


—Vas a decírselo a Pedro, ¿verdad?


—Exacto. Te llamaré pronto. ¡Adiós!


Y colgó el teléfono antes de que Lucia pudiera comenzar a hacer pronósticos funestos sobre lo que podría llegar a pasar si Paula no se comportaba de forma responsable.


Paula comprobó el estado de su pintalabios en el espejo, se ahuecó el pelo y se ajustó el vestido para asegurarse de que mostraba la mayor parte posible de su escote. Allí estaba, armada de nuevo para la seducción y con un arma nueva en su arsenal. Sonrió para sí mientras se dirigía de nuevo a la habitación de Pedro, decidida en aquel momento a no marcharse hasta que se hubiera acostado con él.



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