martes, 5 de marzo de 2019

AS HOT AS IT GETS: CAPITULO 13




Pedro miró por la mirilla y soltó una maldición. 


La pelirroja había vuelto.


Maldita fuera.


Quizá no debería abrir la puerta. O quizá debería llamar a seguridad antes de que las cosas se le fueran de las manos. Pero la curiosidad volvió a vencerlo.


—¿Qué quieres? —preguntó a través de la puerta.


Paula miró el ojo que asomaba por la mirilla y le ofreció una sonrisa.


—Tenemos que hablar de un problema —le contestó.


—El único problema del que tenemos que hablar es que te vas a tener que ir si no quieres que llame a seguridad.


Pedro vio el fogonazo de furia que iluminaba sus ojos. Una furia que Paula rápidamente sofocó.


—Está pasando algo en Escapada que deberías saber. ¿Quieres quedarte sin saberlo o me dejas pasar y escuchas lo que tengo que decir?


Pedro no podía saber si estaba mintiendo o no, pero estaba convencido de que Paula no iba a ofrecerle ninguna información sobre su negocio que pudiera ayudarlo.


—¿Esperas que me creo que has venido para ayudarme?


—Lucia ha insistido en que lo hiciera.


Eso podía ser cierto. A pesar de todas las protestas de su intuición, corrió el cerrojo y abrió la puerta. Inmediatamente, su cuerpo experimentó la habitual reacción animal que despertaba la presencia de Paula.


—¿Qué pasa? —preguntó, intentando ignorar la sensación creada por el creciente flujo de sangre hacia sus más viriles partes.


—Creo que esto es algo de lo que no deberíamos hablar en el pasillo —contestó Paula, mirando hacia el interior de la suite.


Pedro se apartó con desgano, medio convencido de que Paula había ido allí con intención de llevar a cabo cualquiera de sus tretas.


Paula entró en la habitación y se sentó en el sofá, como si estuviera en su propia casa. Después palmeó el cojín, para que Pedro se sentara a su lado.


—Prefiero quedarme de pie —dijo él, y miró el cronómetro de su reloj—.Tienes cinco minutos.


Paula lo miró arqueando una ceja.


—¿Qué piensas de la sumisión y la dominación?


—¿Del sadomaso?


—Aja. Látigos, cadenas, cuero… ¿Eso significa algo para ti?


—No especialmente. ¿Y qué tiene que ver eso con Escapada?


Conociendo a Paula, probablemente se le había ocurrido que ésa era una forma de mejorar el negocio.


Pero su expresión de suficiencia sugería que estaba al tanto de un secreto del que estaba disfrutando en grande.


—¿Tú sabías que hay un servicio de sadomasoquismo funcionando en el centro?


—¿Un qué?


—Entonces supongo que no lo sabes.


—¿De que demonios estás hablando?


Pedro sintió que todo el calor desaparecía de sus genitales para recolocarse en sus sienes.


—Hace un rato, ha llamado un hombre a mi puerta haciéndome las peticiones más extrañas, sobre todo, teniendo en cuenta que yo no lo había visto en mi vida.


—Aquí eso no es algo del todo extraño, ¿sabes? —dijo Pedro.


Recordaba algunos cuantos incidentes de clientes que se habían dejado llevar por aquella clase de entusiasmo y que algunos de sus empleados ya le habían relatado.


Pedro escuchó con atención mientras Paula le contaba lo que había visto en el bar y lo que había sucedido después en su habitación. Y cuanto más escuchaba, más ganas le entraban de emprenderla a puñetazos con cualquier cosa. 


Justo el año anterior, Rancho Fantasía había estado a punto de quebrar por culpa de una novia vengativa que había urdido un sabotaje para vengarse de él por haberla abandonado. Y de pronto, descubría que tenía una sucia red de sadomasoquismo en su propio hotel. ¿Por qué tenían que ocurrirle a él ese tipo de cosas?


—No sé por qué, pero no creo que me estés contando todo esto porque tengas buen corazón —dijo cuando Paula terminó su relato.


Los ojos de Paula relampaguearon con un brillo de pura malicia.


—Tengo mucho más, podría incluso saber quién está dirigiendo todo este asunto, pero necesito algún incentivo para seguir hablando.


Pedro se recordó a sí mismo que debía respirar. Profunda, relajadamente. Y no tenía que seguir alimentando pensamientos irritantes.


—¿Me estás pidiendo que intente sobornarte?


—Bueno, supongo que podría considerarse una especie de soborno sensual.


—Paula, sea lo que sea lo que estás pensando, olvídalo —dijo Pedro.


Paula dio un paso hacia él y de pronto, el brillo de sus labios se convirtió en una oferta demasiado tentadora para resistirla. Le dirigió una sonrisa perversa y cautivadora.


—Haz el amor conmigo, sólo esta noche, y te diré todo lo que quieres saber.


Paula deslizó las manos por su pecho y se estrechó ligeramente contra él. Pedro consideró la posibilidad de resistir. ¿Podría seguir viviendo en paz consigo mismo si aceptaba sus condiciones? ¿Bastaría una sola noche con Paula para poder sacársela definitivamente de la cabeza?


No estaba seguro de querer conocer la respuesta.



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