miércoles, 13 de febrero de 2019
PAR PERFECTO: CAPITULO 9
Paula sintió que se ponía a la defensiva. Todos los hombres con los que había salido eran amigos o conocidos de conocidos, o había coincidido con ellos en alguna reunión. Nunca había quedado con nadie con el que se hubiera cruzado en el supermercado ni nada parecido, pero sentía en su interior una urgencia inexplicable, y había pasado ya una semana desde que había tomado la decisión de cambiar su vida sin que hubiera avanzado en absoluto en su plan. Tenía que ser ella quien diera el primer paso.
—Está en la sección de películas extranjeras, lo cual quiere decir que tiene una educación y es inteligente.
—Lo único que quiere decir es que sabe leer los subtítulos. Eso requiere un nivel educativo de tercero de primaria.
Pero ella estaba decidida a convencer a Pedro.
—Míralo. Viste como un hombre de negocios, como… como un abogado.
—O como un vendedor de coches usados, o como el editor de una revista pornográfica o un mañoso.
—¿Por qué me lo estás poniendo tan difícil?
—Por el modo en que te planteas esto, Paula. Lo estas examinando de forma científica. Ni siquiera me has dicho si te parece atractivo o no.
Paula lo miró mientras devolvía la película a su sitio. Era rubio y llevaba el pelo cortado como los militares. Era el clásico chico americano, pero no tenía nada de especial, aunque no iba a admitir eso ante Pedro. Después de todo, no era feo.
—No tiene nada de malo.
—Eso sí que es una descripción demoledora. ¿Por qué no vas y le pides que se case contigo ahora mismo? Está claro que es tu hombre ideal. Tal vez aún pilles abierto algún juzgado de paz donde formalizar tu matrimonio...
—¡Déjalo ya! ¿Por qué te pones tan sarcástico? —dijo ella, irritada—. Ve a pagar la película, a otro sitio. No quiero que piense que estoy contigo.
Pedro se quedó boquiabierto.
—¿Estás de broma? Yo...
—¡Prometiste que me ayudarías! —se dio cuenta de que parecía una niña protestona.
—No te prometí que haría esto.
—Por favor, no me lo estropees. No vine aquí buscando quedar con alguien.
Se miraron obstinadamente en un choque de caracteres fuertes. Pedro nunca la dejaba ganar, y él pensaba que no debía dejar que se saliera con la suya, pero no tema claro el motivo. Había algo en su mente que le hacía odiar la idea de que ella se fuera con otro.
« ¡Maldición!», pensó. «Ella puede irse con quien quiera».
—Está bien —Pedro empezó a batirse en retirada y ella lo agarró por la mano y lo llevó hacia la caja dando un rodeo para que no tuviera que pasar por la sección de películas extranjeras.
—Pedro...
—La cena la pagas tú —le dijo él, apuntándola con el dedo—. Y no me sueltes ningún sermón sobre el salario de los profesores.
La sonrisa de Paula lo iluminó todo.
—Gracias, Pedro —se pasó las dos manos por la rubia melena y le tiró un besó.
Pedro, obstinado, se dio la vuelta rápidamente hacia la caja, como si quisiera evitar que el beso aéreo le llegara.
Pedro aguantó la larga cola para pagar sin darse la vuelta para mirar a la sección de películas extranjeras. No tenía ni idea de qué estaba haciendo Paula, pero se imaginaba que nada bueno. El hombre se sentiría adulado y, teniendo en cuenta que estaba solo buscando una película para ver en fin de semana, estaría alucinando ante tanta buena suerte. Tenía que contenerse para no girarse hacia ellos. Ya se lo contaría ella cuando salieran. Nunca había tenido secretos con él.
Cuando llegó el turno de Pedro en la cola, un estruendo en la parte de atrás del videoclub hizo que todos los clientes se giraran para mirar, incluido él. Allí estaba Paula, con la cara colorada y un montón de cajas de vídeos a sus pies.
Pedro se llevó la mano a la frente y sacudió la cabeza lentamente. Paula lo miró con ojos desesperados. Después se arrodilló y empezó a recogerlo todo a toda prisa. Pedro dejó su película sobre el mostrador y acudió al rescate, pero el hombre del traje gris ya estaba a su lado.
Cuando él le susurró algo al oído a Paula y ella se echó a reír, Pedro se detuvo en seco.
Pedro volvió al mostrador, recogió la película y el cambio y salió por la puerta a toda prisa. Una vez fuera, se apoyó contra la pared de ladrillo y tomó una bocanada del aire cargado de olor a sal y a pescado del puerto de Boston.
Paula y su nuevo amigo parecían hacer buenas migas. La esperaría fuera.
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Jajajajajajaja las cosas que hace Pedro, seguro que no le gusta ningún candidato para Pau jajajajaja.
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