miércoles, 27 de febrero de 2019

PAR PERFECTO: CAPITULO 55




Por favor, necesito que me ayudes. No volveré a pedírtelo. Eran sus propias palabras que le volvían a Paula. Presionó los labios contra el micrófono y repitió las palabras que él le había dicho.


—¿Quieres que vaya a hablar con Mike? ¿A su hogar de acogida?


—Sí. Por favor. El médico ha dicho que puede sufrir daños a largo plazo y que cuanto antes se enfrente a esto, más probabilidades tendrá de llevar una vida normal.


Paula pensó en la ironía de la vida. Él era demasiado listo para aquello. Y debía de ser consciente de que era el momento de decirle: «¿lo ves? ¡Te lo dije! Si hubieras hablado de tus problemas, hubieras podido llevar una vida normal, con la familia que sé que querrías tener».


Y también sabía que aquella llamada tenía que ser un acto de valentía increíble por su parte, más aún que la visita que ella le había hecho, porque se arriesgaba a abrir la herida de nuevo, y todo su conflicto con ella. Y todo por el bien de un niño.


Admirada por su valor, decidió ponérselo fácil. 


No dijo nada de lo que se hubiera esperado que dijera y respondió:
—Creo que ese doctor tiene razón. Lo haré.


—¿En serio?


—Claro —respondió, pero en el momento en que las palabras salieron de su boca, se le iluminó la bombilla de la inspiración. Tal vez pudiera ayudar a Mike y a Pedro al mismo tiempo—. Pedro, vendrás conmigo, ¿verdad?


—¿Qué? No, no creo que sea lo más adecuado.


—¿Por qué no? Tu oficina está tratando el caso, y tal vez diga algo interesante para vosotros.


—No, lo que diga ha de ser confidencial entre tú y él. Lo importante es que tiene que confiar en ti.


—Bueno, es que no lo tengo muy claro sobre lo de ir sola —él tenía razón—. No conozco a la familia de acogida y si vas tú, puedes asegurarles que soy la persona adecuada para hablar con él.


—Yo tampoco los conozco —era cierto.


—Mira, estoy nerviosa. Nunca he tenido que enfrentarme a un niño en una situación como ésta. No sé qué esperar y lo siento, pero estoy asustada —Paula contuvo el aliento.


Era muy débil, pero esperaba que Pedro lo pensara y la acompañara siguiendo su instinto protector, el mismo que lo obligaba a regañarla por dejar la puerta sin cerrar y esas cosas.


Y tal vez un instinto aún más profundo, el que lo había llevado hasta su casa cuando se marchó Damian. El instinto del amor. Ella cerró los ojos con fuerza.


—De acuerdo, iré contigo si es lo que necesitas.


—Lo es. Te necesito.


—Yo quedaré con la familia y te iré a recoger después del trabajo.


—¿Hoy?


—Cuanto antes, mejor. Tienes que intentarlo enseguida. Necesita que lo ayudes a superarlo—. Sí —respondió ella—. Ya supongo.



2 comentarios: