martes, 19 de febrero de 2019

PAR PERFECTO: CAPITULO 27




Paula pasó a la sala de estar y rozó con el brazo a Pedro. El leve contacto lo distrajo de sus preocupaciones, pero fue muy rápido. Paula fue hacia el sofá, pero no se sentó, sino que esperó a que él cerrase la puerta y llegara a su lado. Él se detuvo en medio de la sala y miró el suelo sin rastro de polvo, las paredes brillantes y todo lo demás excepto a ella. Era como si no supiese qué hacer con ella. Cerró los ojos, se humedeció los labios y dejó escapar un largo suspiro.


Paula lo miró, preocupada. Se acercó y Pedro recordó el momento cuando lo había agarrado de la mano en Massachussets Avenue. 


Sus palmas se habían fundido la una con la otra.


Pero había sido una imprudencia por su parte. 


No podía volver a dejar que pasara, no podía hacerle daño, no lo soportaría.


—¿Pedro? —Paula dio un paso hacia él y le rodeó la cintura con los brazos. Él se puso tenso, pero ella no lo soltó. Olía a canela y a aire cálido de verano. Lo abrazó y le acarició la espalda, igual que si estuviera consolando a un niño. Tenía sus pechos contra su camisa.


Él no la abrazó, pero se relajó contra su cuerpo por un momento, un dulce momento de paz y calma.


Después se apartó con un sutil paso hacia atrás. Paula dejó caer los brazos y suspiró.


—Has hecho esto miles de veces y nunca te he visto tan preocupado por el veredicto de un jurado.


—Esto... esto es distinto —le costaba mantener la voz firme.


Paula lo miró.


—Ya sé que es distinto. Es mucho más duro que los casos de antes. Se trata de una niña.


La ironía del momento era inexplicable para Pedro. Paula sabía que el caso lo atormentaba porque se trataba de un niño, pero no podía llegar a imaginarse la realidad del caso. Y no era más duro que antes... no podía haber nada más duro que aquello. El problema no era tener un caso de malos tratos, sino recibirlos. Lo único que deseaba era que al volver a vivir la pesadilla, despertaría y podría olvidarla. Para poder ser normal.


Paula esperaba una respuesta, pero apenas oyó un susurro.


—No tienes ni idea...


Era lo más cerca que había estado de contarle lo de su pasado. Se dio cuenta de que ella no había podido oír sus palabras, pero no tuvo valor para repetirlas.


—¿Vas a mortificarte de este modo en cada caso? —su voz sonaba llena de ansiedad, pero intentó continuar de modo más calmado—. No puedes asumir los problemas de los demás. Sé que tienes que proteger a esa niña, pero no puedes echarte sus terribles problemas sobre los hombros. Hay mucha gente que la ayudará ahora que ha salido todo a la luz —Paula le puso la mano sobre el brazo—. No es tu problema. No es tu vida.


—Te pareces a Jeffers —dijo Pedro inexpresivo sin mirarla—. Todo el mundo está de acuerdo con vosotros dos.


—¿Tiene algo de malo?


—No —respondió él—. De hecho, es bueno. Ojala, ojala pudiera...


Entonces sonó el teléfono y Pedro dio un salto.


—¿Sí?


Le dio la espalda a Paula buscando un poco de privacidad, pero la conversación fue corta. Colgó el teléfono y se sentó en una silla. Paula se sentó en el suelo, a su lado.


—¿El jurado ha vuelto?


—Sí —estaba pensando en que llamadas debía hacer, qué papeles llevar... —. Tengo que llamar a un taxi.


Llamó a la compañía de taxi y ella mientras le ató el cordón del zapato que tenía suelto. 


Después se levantó y miró a Paula a la cara por primera vez desde que llegó.


—Vete —dijo ella—. Haz lo que tengas que hacer. Ya sabes dónde estaré.


Él había salido antes de que ella acabara la frase.




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