sábado, 19 de enero de 2019
AL CAER LA NOCHE: CAPITULO 55
Josephine Sterling no era en absoluto como Paula había pensado. Se había imaginado a una mujer alta, delgada, de dedos largos y ágiles.
Pero se había encontrado con una mujer ligeramente gruesa, de dedos cortos y regordetes. Tenía una melena pelirroja que parecía dispararse en todas las direcciones a la vez, además de una magnífica sonrisa. Su edad podía estar entre los treinta y los cincuenta. No había manera de saberlo.
Pedro hizo las presentaciones y Josephine comenzó a trabajar. En realidad no había ningún motivo para que Paula estuviera allí, puesto que Josephine tenía una forma de relacionarse con la que había conseguido ganarse a todo el mundo.
A todo el mundo, excepto a la madre de Tamara. La señora Mitchell también se quedó en la habitación, pero no paraba de moverse.
Josephine acercó una silla a la cama de Tamara en la escayola.
—Todas las enfermeras han firmado. Y también los policías.
—He visto al policía cuando venía hacia aquí. Es bastante guapo.
—Se llama Kirk. Ese es mi favorito. Y no está casado.
—Perfecto. No hay nada mejor que un policía guapo para que le haga a una compañía. Yo he tenido a uno a mi lado durante más de veinticinco años.
—¿Entonces estás casada? —le preguntó Tamara.
—Muy casada —Josephine le mostró la alianza que llevaba en el dedo—. Y tenemos tres hijas. Muy inteligentes, por cierto. Ninguna de ellas quiere ser ni policía ni artista.
Paula estaba impresionada. Si Josephine era tan buena dibujando como ayudando a relajarse a los testigos, aquella sesión iba a dar muchos frutos.
—A partir de hoy ya no tendré guardaespaldas —comentó Tamara—. Hoy mismo me van a dar el alta.
Aquélla era una noticia nueva para Paula. Y por la expresión de Pedro, también para él.
Josephine y Tamara estuvieron hablando durante unos minutos más y a continuación la pintora le pidió a la joven que iniciara la descripción.
—Vete contándome lo que recuerdas de ese hombre y yo iré dibujando.
—¿Qué es lo primero que quieres saber?
—Empieza por cualquier parte. Yo iré siguiéndote y cuando me pierda, pararé y te preguntaré por dónde tengo que seguir.
Tamara sonrió, pero volvió a tensarse otra vez. Cerró los ojos un instante y a continuación bajó la mirada hacia sus manos.
—Billy tiene una cara normal, pero es bastante guapo.
—Háblame de su pelo.
—Es rubio. Y lo lleva muy corto por detrás. El flequillo es más largo, y a veces le cae un mechón sobre la frente.
—¿No se lo fija con gomina?
—No, de hecho siempre lo lleva un poco revuelto. Aunque va muy arreglado, con ropa de marca y zapatos caros.
—¿Y sus ojos?
—Tiene los ojos azul claro. Es su rasgo más atractivo. La nariz es normal. Y también la boca, no, bueno, en realidad una de las comisuras de sus labios es más alta que la otra.
—¿Algo así?
Josephine le mostró el dibujo.
—Sí, así.
—Mira estos ojos. ¿Se parecen a los de Billy?
—No mucho. Creo que los de Billy no son tan redondos.
—¿Así está mejor?
—Se parecen más, pero no del todo. A lo mejor son las cejas las que hay que cambiar.
—¿Las de Billy son más finas?
—En realidad no se juntan tanto en el entrecejo.
Paula retrocedió para permanecer al lado de la señora Mitchell. Por su expresión, era evidente que necesitaba más apoyo que Tamara. Desde donde estaban, ninguna de ellas podía ver el dibujo, pero por las respuestas de Tamara, Paula podía decir que se estaban acercando bastante a la descripción.
Era un proceso fascinante. Josephine se concentraba en una de las facciones y después empezaba con otra, y vuelta a retroceder, como si estuviera intentando reconstruir un rompecabezas en el que ella elaboraba sus propias piezas.
Llevaban cuarenta minutos de sesión, cuando Tamara comenzó a asentir con vigor.
—Ése sí que se parece. Josephine, se parece mucho. Hay algo que todavía no encaja, pero no sé qué es exactamente.
Pedro se acercó para poder ver el dibujo. Frunció el ceño. En realidad el dibujo no encajaba con el de ningún posible asesino.
Cuando retrocedió, Paula se acercó. Y se quedó completamente horrorizada.
—Intenta pensar, Tamara ¿qué debería cambiar? —preguntó Josephine.
—Es la nariz —contestó Paula, forzando su garganta seca—. En realidad es más estrecha y más corta.
Se estremeció y Pedro se acercó inmediatamente a ella.
—¿Conoces a ese hombre?
Paula asintió e intentó dominar el pánico mientras Josephine seguía dibujando.
—Es él, ¿verdad, Tamara? —preguntó Paula.
Pero no necesitaba que Tamara le respondiera con palabras. Su rostro lo decía todo.
—Lo conozco —dijo Paula—, pero no como Billy. Para mí se llama Joaquin Smith. Y acaba de comprometerse con mi mejor amiga, Barbara.
¡Genial! Aquello era mil veces mejor de lo que Pedro esperaba. No sólo tenían un sospechoso, sino que tenían a una persona que lo conocía y que probablemente sabía dónde vivía. Por supuesto, lo sentía por la amiga de Paula. Pero aun así era preferible que se hubiera enterado antes de la boda.
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