sábado, 12 de enero de 2019

AL CAER LA NOCHE: CAPITULO 33




—¡Caramba, estás en plena forma! —Comentó Barbara, mientras se dirigían hacia los vestuarios tras haber pasado dos horas en la pista.


—Necesitaba desfogarme.


—Es por culpa de esos asesinatos, ¿verdad? ¿Tienes que escribir todos los días sobre ellos?


—Son noticia.


—Bueno, espero que a estas alturas ese tipo haya dejado Prentice y esté en el otro extremo del continente.


Una idea agradable que Paula no estaba dispuesta a chafarle.


—¿Qué te ha parecido Dario? —preguntó Barbara.


—Simpático, aunque tiene el tenis un poco olvidado. ¿Es amigo de Joaquin?


—No, es un pediatra nuevo que trabaja en la consulta de mi padre. No está casado, es nuevo en la ciudad y no conoce a ninguna otra mujer.


—¡Ah! ¡Por eso hemos jugado hoy un partido de dobles! Porque quieres seguir haciendo de casamentera.


—Por eso y porque quería que conocieras a Joaquin.


—Lo conocí en tu cumpleaños, ¿no te acuerdas? ¿Lo vuestro va en serio?


—No estoy segura. Me gusta mucho. No se parece a ninguno de los otros hombres con los que he salido. Y me entran escalofríos cuando me mira con esos ojos azules tan penetrantes. Podría ser el hombre de mi vida.


—De ningún modo —contestó Paula mientras agarraba una toalla para dirigirse a la ducha—. Tú todavía no vas a sentar la cabeza.


—Podría ocurrir. Nunca se sabe cuándo va a llegar el amor. Así que ya sabes, sal ahí fuera, bate esas maravillosas pestañas delante de Dario y pronto lo tendrás suplicando a tus pies.


Dario era un hombre agradable, pero era en Pedro en quien pensaba Paula mientras salía de la ducha. El día anterior, si Mateo no los hubiera interrumpido, la habría besado. Ella misma había provocado aquel momento de intimidad al sentarse a su lado en el sofá. 


Porque quería mucho más que un beso de Pedro.


Pero si él hubiera querido lo mismo, habría ido a verla esa misma noche, o por lo menos la habría llamado por teléfono. No lo había hecho, y tampoco había llamado por la mañana.


Quizá porque no necesitara nada más que sus recuerdos y la fotografía que conservaba en su dormitorio.




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