sábado, 1 de diciembre de 2018
PASADO DE AMOR: CAPITULO 1
—¡Sí! ¡Venga, vamos, vamos!
La gente se volvió loca cuando el equipo de las Panteras de Crystal Springs marcó otro tanto, el tanto que le dio la victoria en el mismo instante en el que terminaba el partido.
Los seguidores del equipo local dieron un respingo y comenzaron a gritar, y a abrazarse.
Paula Chaves no fue menos, ella también gritó y aplaudió y celebró la victoria del equipo de fútbol americano de su colegio, que había batido a su gran rival.
Sonriendo de oreja a oreja, se giró y se abrazó a la persona que tenía justo al lado, que resultó ser Pedro Alfonso.
Pedro era cinco años mayor que ella, tenía la misma edad que su hermano Nicolas, y desde que había cumplido trece años Paula se inventaba cualquier excusa para estar cerca de él, para atraer su atención y la mirada de aquellos ojos color café que hacía que le temblaran las piernas.
Paula se apretó contra su mejilla y sintió su incipiente barba. Aunque hacía mucho frío y llevaban abrigos, sombreros, bufandas y guantes, percibió el aroma de su colonia.
Madre mía, cómo le gustaba aquel olor.
A veces, sus amigas y ella hacían un descanso en los intrincados estudios de Derecho que cursaban en la Universidad de Cincinnati y se iban un rato al centro comercial.
Entonces, Paula se encontraba casi siempre en el departamento de colonias masculinas, oliendo todos los frascos hasta que encontraba una que se parecía a la de Pedro.
Sospechaba que se trataba de Aspen, pero no podía estar segura sin ver el bote y eso no era fácil porque lo debía de tener en el baño de su casa.
Claro que entre los planes inmediatos de Paula había dos prioridades: aprobar los exámenes y seducir a Pedro, así que, si todo salía bien, pronto se vería en su casa.
Había albergado aquella esperanza desde el último curso de colegio, pero ahora era una adulta y no había ningún motivo que evitara que se acostara con Pedro.
Además, se había estado preservando virgen para él, ¿no?
Pedro la dejó en el suelo y, muy sonriente por la victoria de su equipo, le apartó un mechón de pelo de la cara.
La misma gente que había aguantado durante dos horas animando a su equipo se retiraba ahora entusiasmada por la victoria del mismo.
—Oye, Chaves —le dijo Pedro al hermano de Paula, que iba agarrado de la cintura de Karen Morelli, su novia de toda la vida—. ¿Nos tomamos una hamburguesa en Yancy’s?
—No, Karen y yo nos vamos a ir a casa. Karen quiere ir de compras mañana temprano y tenemos que descansar —contestó Nicolas poniendo los ojos en blanco para dar a entender a su amigo lo mucho que le apetecía aquel plan.
—Yo sí me tomaría una hamburguesa —se apresuró a comentar Paula ante la posibilidad de quedarse a solas con Pedro.
Pedro se lo pensó un minuto, pero acabó pareciéndole bien.
—Muy bien, luego la llevo a casa —le dijo a su hermano.
—Perfecto —contestó Nico adelantándose con Karen y dejando a Pedro y a Paula detrás.
Cuando llegaron al aparcamiento, cada pareja se dirigió a un coche.
—Qué frío hace —comentó Paula arrebujándose en su abrigo.
—Sí —contestó Pedro abriéndole la puerta del copiloto—. Ahora mismo ponemos la calefacción.
Paula se subió al coche y se puso el cinturón de seguridad. Una vez dentro los dos, Pedro puso la radio para aligerar el silencio y para amortiguar de alguna manera los pitidos de los coches de fuera.
—Yancy’s va a estar hasta arriba —comentó Paula.
Era cierto que, después de un partido, todo el mundo se reunía en aquel local, ya fuera para celebrar la victoria o para lamerse las heridas de la derrota.
—¿Pero no decías que tenías hambre? —contestó Pedro poniendo su coche en la fila que se había formado para salir del aparcamiento.
Paula se encogió de hombros y se echó hacia atrás en el asiento.
—¿Y si vamos a otro sitio? —propuso tragando saliva y tomando aire—. ¿Qué te parece si vamos a Makeout Point?
Aquello hizo reír a Pedro.
—No hablarás en serio.
—¿Por qué no? Ya sé para lo que la gente suele ir allí, pero la verdad es que es un sitio precioso y no creo que hoy haya nadie porque todo el mundo estará celebrándolo en Yancy’s.
—¿Qué diría tu hermano si se enterara de que me llevo a su hermana pequeña a Makeout Point?
Paula apretó los dientes porque odiaba que se refiriera a ella como a la hermana pequeña de Nico.
Le entraron ganas de decirle que le importaba muy poco lo que pensara su hermano porque ya era mayor y podía hacer con su vida lo que le diera la gana, pero sabía que Pedro respetaba profundamente a sus padres y a su hermano y que jamás haría nada que a ellos les pudiera parecer inaceptable.
Sobre todo, si tenía algo que ver con ella.
—Obviamente, no vamos a subir con objetivos ilícitos —le dijo sin embargo—. Se me había ocurrido que sería bonito ver ese lugar de naturaleza tan preciosa en una noche normal y no con coches moviéndose convulsamente.
Para su sorpresa, aquello hizo reír a Pedro.
—Sí, no es mala idea —contestó—. ¿Quieres que compremos unas hamburguesas y nos las subamos?
—Fenomenal.
Así fue como ellos también se acercaron a Yancy’s, pero adquirieron sus hamburguesas desde el coche. La mayoría de los demás consumidores entraron en el local, pero, aun así, les tocó hacer cola durante un rato.
Cuando, por fin, les entregaron sus hamburguesas, Pedro le pasó las bolsas con la comida y la bebida, pagó, subió la ventanilla y se alejaron por la carretera en dirección contraria a donde vivía la mayor parte de la población del pueblo.
El coche olía a patatas fritas y a hamburguesas y Paula no pudo resistirse a abrir una bolsa y comerse una patata a escondidas.
Pedro la miró y negó con la cabeza.
—No es justo —gruñó en tono de broma—. Yo también tengo hambre.
Paula sonrió, metió la mano de nuevo en la bolsa y sacó otra patata frita, que acercó a los labios de Pedro. Éste abrió la boca y engulló la patata entera, rozando con sus labios las yemas de los dedos de Paula.
Al sentir el contacto, el deseo se apoderó de ella y Paula se preguntó si Pedro sentiría una milésima parte de la excitación que ella sentía.
Si tenía suerte, aquella noche lo averiguaría.
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