sábado, 29 de diciembre de 2018
EL SOLTERO MAS CODICIADO: CAPITULO 29
El nudo que se le había formado a Paula en la garganta no parecía disolverse. Frankie y la señora Alfonso le presentaron a sus amigos, algunos de los cuales había conocido tiempo atrás. El doctor Alfonso la saludó con un guiño y siguió leyendo el Wall Street Journal mientras fumaba su pipa.
Paula se sentía aturdida por el caluroso recibimiento. Honrada. Agradecida. Y confundida. Por primera vez desde la muerte de su madre, se sentía en casa.
Una sensación peligrosa, especialmente cuando su cabeza y su corazón seguían recordando la noche que había pasado con Pedro. No podía atarse demasiado a sus viejos amigos, ni al escenario de su infancia, ni al cirujano que en esos momentos enseñaba a pescar a un grupo de jóvenes entusiastas. Pronto volvería a Tallahassee, y, debido a su apretada agenda, no era probable que regresara a Point muy a menudo. Y además, tenía que acabar un trabajo que podría herir a todas esas personas.
Intentó no perder de vista su realidad mientras se sentaba con Frankie en unas tumbonas a charlar sobre sus respectivas vidas.
Un trío de mujeres las interrumpió y miraron a Paula con expresión decidida.
-He oído que has estado preguntando por las gambas del último picnic -dijo Betty Gallagher, la mujer del sheriff-. Creo que deberías saber que puse algunas en mis galletas de queso.
-¿En sus galletas de queso? -repitió Paula, sorprendida. Agnes había mencionado que probó esas galletas, lo que significaba que su reacción era real y que la inyección de Pedro la había salvado.
-Y yo puse unas cuantas en mi ensalada de piña -añadió Louise Cavanaugh.
-Y yo añadí algunas a mi ensalada de col -dijo la tercera mujer.
Paula las miró con recelo. O estaban mintiendo para proteger a Pedro, o la pobre Agnes había tenido razones de sobra para ponerse morada.
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