lunes, 10 de diciembre de 2018
EL ANILLO: CAPITULO 3
—Media docena de arbustos para ti, Rogelio.
Un empleado colocó los arbustos en el suelo antes de ir por otros tantos.
Era lunes por la tarde y el primer día de trabajo de Paula estaba a punto de acabar. Había disfrutado trabajando en el exterior, ayudando con las plantas al tiempo que sacaba fotografías para su cuadro y para el catálogo de la compañía. Sonrió para sí mientras los empleados se lanzaban comentarios.
—Oye, Phil, a ver si me dejas la azada diez minutos.
—Has hecho un gran trabajo con la buganvilla, Chelsea —le llegó la voz de Pedro—. Sigue así.
Estaba cayendo la tarde y la parcela de una urbanización de las afueras de Sidney hervía de actividad. Pedro era un jefe motivador y positivo, y sus trabajadores respondían a su entusiasmo entregándose en cuerpo y alma. Era evidente que se sentía como en su casa. Y esa nueva faceta de su jefe sólo contribuyó a incrementar el interés que Paula sentía por él.
—Vamos a acabar a tiempo —dijo el encargado, un hombre pelirrojo de unos treinta años. En un murmullo añadió para información de Paula—. Lo sabía. Nunca nos hemos retrasado ni aun teniendo dificultades, como el retraso que sufrimos hace unos días con unas plantas. No creo que Pedro vuelva a comprar nada que no proceda de los invernaderos de Luciano.
Pedro había dedicado una docena de trabajadores extra a aquel trabajo. Paula había participado en la distribución de las plantas y en los trasplantes. Tal y como le había advertido Pedro, se había manchado, tenía barro en las rodillas y en el trasero, pero le daba lo mismo. De hecho, estaba feliz.
—No parece que quede mucho trabajo por hacer —comentó.
—Bastará con media hora más.
Paula terminó de plantar un arbusto y se sacudió las rodillas mientras observaba a su jefe preparando un agujero para una planta. Por la destreza con la que se movía, era evidente que tenía mucha práctica. A lo largo del día, había capturado su expresión de concentración en muchas fotografías. Y en aquel momento sintió el impulso de tomar una más… Para el catálogo.
Miró a su alrededor con disimulo, pero ninguno de los trabajadores parecía darse cuenta de la atención con la que lo observaba.
Recogió su equipo y fue en busca de un lugar desde el que fotografiar la puesta de sol. Sacó el iPod del pantalón y se colocó los auriculares,
dejando que la música, la luz y el ambiente, la inspiraran.
Su único interés era el trabajo. ¡El único!
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