martes, 6 de noviembre de 2018

LA TRAMPA: CAPITULO 9




Cuando él llamó a la puerta una hora después, no hubo respuesta. Abrió silenciosamente y entró. Estaba tendida en la cama, inmóvil, y la miró unos instantes.


Los dorados rayos del atardecer entraban por el ojo de buey, iluminando una bella escena. 


Todavía tenía puesto el vestido de novia y las joyas incrustadas en sus pliegues brillaban como estrellas. El pelo, libre del velo, cubría la almohada como una masa de oro. Pero lo que le atrajo fue su cara. La perfecta forma de corazón de su linda cara, la nariz pequeña y recta, y las largas pestañas que enmarcaban los párpados cerrados. Pero a Pedro Alfonso, acostumbrado a las caras bonitas, le llamó la atención otra cosa. 


Se la veía muy joven e inocente. Vulnerable.


Lo alegró verla dormir. Un sueño profundo y no inducido por pastillas, porque había revisado el baño para comprobar que no había ninguna. No, era el sueño del agotamiento. Provocado por los ajetreados preparativos de la boda, por los nervios, por el disgusto. Cerró los puños. 


¡Estrangularía a Benjamin por esto!


Después, para su sorpresa, sonrió. Ella se había librado. No lo sabía, pero estaría mejor sin Benjamin.


Lo superaría. Le quitó las sandalias, la tapó con una manta y se marchó tan silenciosamente como había llegado.




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