sábado, 10 de noviembre de 2018

LA TRAMPA: CAPITULO 20




Pedro Alfonso, de pie en el dormitorio principal de su gran casa, volvió a leer la nota.


Querido Pedro:

Vuelvo a repetirlo. Gracias. Y gracias a tu maravilloso Pájaro Azul, que me dio la inspiración y la confianza que tanto necesitaba. Quizás no pueda volar, pero al menos ahora navego sola. Todo mi agradecimiento y mis mejores deseos para los dos.
Paula.


La nota había llegado dos días después de que ella se la dejara a Sims, que se la había remitido a casa. No mencionaba el cheque adjunto, pero estaba claro que era la devolución del dinero que le había dado. Su primer impulso había sido romperlo en pedazos, pero después… estaba escrito por ella, con letras pequeñas y precisas, tan bien formadas como ella. Tenía impresa su dirección y su número de teléfono. Para que supiera cómo ponerse en contacto si lo deseaba.


Guardó la nota en su escritorio. Lejos de su vista, lejos de su mente.


Las palabras de ella lo obsesionaban: «Nunca quise a Benjamin. Fue por dinero».


«Yo tengo mucho más dinero que Benjamin Cruz. Así que… ¿Se estaba declarando? Las mujeres no se declaran. Tienen un millón de formas de conseguir lo que desean».


«Y tú las conoces todas ¿no?»


«Digamos que sé cuando se están insinuando». 


«Por favor, no me dejes» había susurrado. Lo había rodeado con sus brazos y posado sus labios sobre los de él, casi rogándole que la tomara.


Eso no era muy propio de una Señorita Inocente, ¿verdad?


Pero, igualmente, era una insinuación. « Y yo… no lo pensé. Perdí la cabeza».


«¿Y perdiste también el corazón?»


Esa idea lo asustó. No podía olvidar sus palabras: «Fue por dinero». Él tenía mucho más dinero que el que Benjamin Cruz tendría jamás.


Había sido tan cariñosa, tan complaciente. Las mujeres que simulaban que lo amaban, cuando en realidad sólo querían su dinero, le hacían sentirse como basura.


Sólo una vez había entregado su corazón. A Lisa, que ahora estaba casada con Sergio, su mejor amigo. Lisa le dijo que nunca la había querido, y quizás tenía razón. Nunca se había sentido tan cerca de ella, tan cómodo con ella, como con Paula en una sola semana. Y no era sólo por el sexo. Era… bueno, no quería pensar en eso.


«Creías que me querías porque era la única mujer que admitía querer casarse contigo por tu dinero» le había dicho Lisa.


Y era verdad. Le gustaba su honestidad.


«Nunca quise a Benjamin. Fue por dinero».


Eso también era honesto, ¿no?


«Por qué no intentas ser un poco honesto tú también, tío. No podías aguantar más, ¿a qué no? La última noche fue inevitable. Si no te hubiera abierto los brazos, lo habrías hecho tú».


Sacó el cheque, encontró el número de teléfono y marcó. El teléfono sonó y sonó. No había nadie.


En un par de horas se marchaba a Bolivia. Iba a ser un viaje de dos semanas, a hacer rafting por zonas salvajes y desconocidas de los Andes bolivianos. Excitante y peligroso. Estaba deseándolo. La llamaría cuando volviera
Quizás.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario