sábado, 3 de noviembre de 2018

BUSCANDO EL AMANTE PERFECTO: CAPITULO 41




El amor o algo parecido


Mi hermano pequeño se va a casar, la cual es una de las razones por las que volví a los Estados Unidos cuando lo hice (los rumores sobre mi fallecimiento fueron indudablemente exagerados). Seré la madrina del novio, o sea que no me libraré de lucir un horrible vestido. De hecho, ya me lo tienen preparado.
Toda esta historia de la boda, combinada con mis últimas semanas en Italia, me han hecho pensar en el tema del verdadero amor. Cómo es que el amor vuelve loca a la gente, la empuja a pronunciar votos sagrados y a coaccionar a sus amigos y familiares para que se pongan horribles vestidos color azul lavanda.
Antes de abandonar Roma, ya me había dado cuenta de que el problema que tiene el sexo sin compromisos es que, en esencia, no es más que una segunda lengua del amor. Una forma que tenemos de expresar el deseo que sentimos por la otra persona. Pero, a veces, ese deseo trasciende el plano físico.
A veces, expresamos ese deseo entrelazando no solamente nuestros cuerpos, sino nuestras vidas. Y si comunicamos eso a la otra persona y resulta que esa otra persona no quiere lo mismo… pues estamos apañadas.
No importa a qué rincón del mundo os desplacéis, no importa la cultura de la que se trate: el sexo, en la lengua que sea, significa mucho más que el puro sexo.
Yo sigo pensando en X. Desde que abandoné Italia, ha estado presente en mi mente. No sólo en mi mente: también en mi corazón. Ahora me doy cuenta de que me enamoré de él, y de que fui demasiado cobarde para reconocerlo. O para averiguar a dónde podía llevarme eso.
Así que huí. No sé si él leerá esto, o si le importará si es que llega a hacerlo, pero quiero que sepa que para mí no fue un amante como los demás. Fue mucho más.


Paula se quedó mirando la entrada que acababa de publicar. Con el estómago encogido, le entraron ganas de borrarlo inmediatamente. Por otro lado, si lo dejaba, quizá 
Pedro pudiera leerlo algún día…


Sabía que era una manera cobarde de admitir y reconocer sus sentimientos, pero a esas alturas no podía volver con él arrastrándose: había estropeado demasiado las cosas. Así que lo dejó en manos del destino.





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