sábado, 6 de octubre de 2018
SUGERENTE: CAPITULO 7
—No puedo creer que vayas a estar aquí sólo una noche más y no vengas a casa. Tu padre te echa de menos.
El leve quejido en la voz de su madre la sorprendió. Rara vez se le pedía que se quedara con sus padres cuando estaba en la ciudad. De hecho, su madre prefería que se alojara con su tía.
Paula se reservó los comentarios sobre su padre. Era su padrastro y su madre se había casado con él cuando ella contaba con dos años. Su padre biológico había muerto en un accidente de coche.
La verdad era que su padrastro apenas notaba que estaba viva. Era un profesor de Harvard y pasaba todo el tiempo entre la investigación y los estudiantes. Su madre odiaba eso, pero jamás lo reconocería delante de ella.
Había tenido que suplicarle que asistiera esa noche a la fiesta de su hermana.
—Me gustaría disfrutar de tu compañía, y mañana podría llevarte al aeropuerto —su madre le hizo una súplica con los ojos.
Era muy raro.
—¿Sucede algo? —preguntó Paula.
Jamás hablaban del matrimonio. Su madre encubría la infelicidad que vivía y estaba segura de que ése era el motivo por el que prefería que se quedara en la casa de su tía cada vez que iba de visita.
—No. ¿Por qué iba a suceder algo?
—Porque te comportas de forma extraña.
Su madre bufó.
—Ahora soy extraña.
—No he dicho eso. He dicho… olvídalo. Te he dicho que le prometí a Pedro que nos pondríamos al corriente de lo que ha sido del otro durante todos estos años.
—¿Un chico al que no has visto en doce años es más importante que tu familia? Soy tu madre, Paula.
La recorrió una oleada de culpabilidad. Era verdad. Ese año no había pasado mucho tiempo con su madre.
—Iré contigo esta noche. He de decírselo a Pedro. Perdona.
Lo encontró de pie junto a la puerta de la cocina hablando con uno de los camareros que estaban recogiendo las mesas.
Únicamente captó el final de la conversación y oyó el nombre de David Backer antes de que el joven la viera y se largara al interior de la cocina.
Pedro se volvió hacia ella.
—Lo has asustado.
—No doy tanto miedo.
—Sí que lo das. Cualquier hombre tiene que buscar valor para mirarte, y más para hablar contigo.
—Tú estás hablando conmigo.
—Yo soy inmune. Te conozco desde que eras una mocosa y una adolescente petulante.
—No era petulante.
—Sí que lo eras. Petulante, picara, atrevida, y te encantaba romper las reglas establecidas.
—Y tú no eras nada de eso. Sólido, inteligente y reservado. Típico de ti prescindir del champán y del caviar para hablar con un chico acerca de David Backer. ¿Quién es?
—¿David Backer o el chico con el que hablaba?
—Ambos.
—David Backer fundó el laboratorio en el que trabajo y el chico es estudiante en uno de mis cursos de verano en el MIT. Trabaja aquí para ganar dinero y regresar a la universidad en otoño.
Paula movió la cabeza con resignación.
—Salgamos al patio —enlazó el brazo con el suyo—. Aquí hay un jardín precioso. Casi tanto como el de mi madre.
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