domingo, 21 de octubre de 2018

SUGERENTE: CAPITULO 56




Paula se hallaba en el local situado a dos puertas de la Galería Bowden y lijaba la pared de su despacho preparándola para la pintura amarillo vibrante que había comprado en la ferretería local. Su madre, vestida con vaqueros y una camisa vieja, lijaba una de las otras paredes.


—¿Sabes? En el desván tengo un hermoso escritorio antiguo que perteneció a tu abuela. Creo que aquí se vería elegante.


—Tienes razón. Mamá, ¿por qué no protestaste cuando te dije que quería ser diseñadora?


—No he podido olvidar el día de mi fiesta en el jardín. Estaba tan ensimismada en exhibirte ante mis amigos, que en ningún momento pensé en ti. Y entonces Pedro me gritó que te amaba. Comprendí que había sido muy egoísta y estrecha de miras.


Cuando viniste a casa en vez de quedarte con tu tía Eva me abrumó el júbilo. Anhelaba tanto recuperar a mi hija, pero no sabía cómo hacerlo.


Paula rió.


—Creo que lo has descubierto sin ningún problema.


Los ojos de su madre brillaron con emoción. 


Asintió.


—Esto te hará feliz.


—Sí. Llevo diseñando ropa desde niña. Pero no se me ocurrió que podía hacerlo para ganarme la vida hasta que conocí a Pedro. Y, además, crear me produce una gran satisfacción personal. Comprendo que lo importante es intentarlo. Mi autoestima ya no va ligada a ello. Si tengo éxito o no, tú me seguirás queriendo, la tía Eva me seguirá queriendo y mis amigos estarán ahí para mí.


—Yo estaré ahí para ti, Paula. Lo prometo. Estoy segura de que Pedro es un joven estupendo. Me dejé influir por el modo en que tu padre veía mis aspiraciones cuando nos casamos. Si hubiera seguido una carrera en vez de quedarme embarazada, no estoy segura de lo feliz que sería ahora.


—Suena que papá y tú habéis resuelto vuestras diferencias.


—Así es. Creo que ahora entiende mucho más cómo me siento y me ama. Eso es lo único que de verdad importa.


—Eso es maravilloso, mamá. Hay algo más que necesito decirte. Antes, cuando volví a Cambridge no sólo porque había perdido mi contrato con Kathleen Armstrong, sino porque no podía conseguir otro trabajo, estaba en la bancarrota —era agradable poder contarle al fin a su madre la verdad.


—Gracias por confiar en mí, Paula. Ahora, será mejor que sigamos adelante. Me parece que es el momento de pintar.


Comienzos nuevos.


Tardaron una semana en dejar listo el local. 


Todas las Reinas estaban presentes cuando colgó el letrero. Con llamativas letras rosas, ponía RBU.


Dany pasó a ser el jefe de costura y Betty Sue mostró un don innato para elegir telas. Hasta su madre participó organizando a todo el mundo, para que la oficina funcionara como un reloj. 


Todo estaba en su sitio en su vida, salvo una cosa.


Pedro.


Iría por él con todo lo que tenía.


Era el hombre de su vida.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario