jueves, 11 de octubre de 2018

SUGERENTE: CAPITULO 23





Paula llevaba fuera una semana y Pedro la esperaba de regreso ese día.


Dejó la chaqueta en la silla de la cocina junto con el maletín en el que llevaba los exámenes corregidos.


Llamaron a la puerta y miró el reloj, sorprendido.


No esperaba a sus compañeros de almuerzo hasta una hora más tarde.


Abrió y descubrió que el postre aparecía con antelación. Paula estaba para comérsela con el llamativo albornoz rosa que había llevado el sábado pasado.


—Bienvenida. ¿Vas a nadar? —preguntó, perplejo acerca de por qué cerraba con una mano los bordes del albornoz mientras en la otra sostenía una revista y un diario.


—No. Quería mostrarte esto. Olvidé mencionártelo antes de irme.


Capturó la revista que ella le arrojó. En la tapa aparecía la foto de Paula con un titular que ponía Miss Nacional. ¿Dónde están ahora?


—¿On? —Pedro sintió una extraña incomodidad subiendo por su espalda—. Es una revista de tirada nacional.


—Pensé que sería una buena publicidad para tu tela y tu negocio. ¿Me equivoqué?


Se tranquilizó recordándose que ella era la cara pública de la empresa y que él no tenía nada de qué preocuparse. Podría mantenerse en el anonimato.


—Sí, por supuesto, es una buena publicidad.


—Pero no esperaba esto.


Le entregó el periódico doblado en la sección de moda. Pedro leyó el titular del breve artículo Presidenta ejecutiva anuncia tela revolucionaria – Muy Sugerente. Con ojos incrédulos empezó a leer el artículo.


Paula Chaves no es una presidenta ejecutiva corriente. Pero eso no es de sorprender. Es una antigua Miss Nacional. Durante años, estos concursos han servido como vehículo para mujeres que perseguían aspiraciones en el campo de la moda. Chaves sabía que lucir la corona le aportaría una fama inmediata, viajes e invitaciones para inaugurar acontecimientos sociales. Sabía que ganar significaba dar discursos ante miles de personas por toda la nación, incluidos presidentes de importantes corporaciones, y despertar la conciencia para galas benéficas. Con toda esa capacitación y sus diez años como modelo, este nuevo puesto parece hecho a medida para esta antigua ganadora de concursos. La empresa, Muy Sugerente S.A., se centrará en comercializar una nueva tela de lencería que revolucionará el mercado de la ropa femenina. Chaves afirma que «esta tela es más suave que la seda, mucho más cómoda, lavable, y transpirable como el algodón. Imagínense eso, señoras, lencería cómoda. Es evidente que tomará por asalto el mundo de los textiles


—El periódico debió de sacarlo de la revista On. Pedro, di algo.


—Muy Sugerente, S.A.


—Sí. Pensé que era llamativo.


—Lo es. Y mencionaste la tela.


—Claro. Dije que era así como la sentía contra la piel.


—¿Guardas alguna sorpresa más en la manga?


Paula entró y cerró la puerta. Al volverse, se abrió el albornoz y lo dejó caer.


—Sólo esto.


Sabía cómo realizar una declaración contundente. El cabello rubio revuelto estaba suelto alrededor de los hombros. Unos ojos somnolientos se centraron en él y sus labios formaron una sonrisa lenta y sensual que hizo que sintiera que le habían quitado el aire de los pulmones.


Pedro perdió toda coherencia de pensamiento. 


Todo desapareció de su cabeza como si nunca hubiera existido. Simplemente, la asimiló con ojos codiciosos, incapaz de tener suficiente. 


Sabía que debería estar haciendo algo, pero su belleza lo atrajo como un torbellino irresistible.


Paula lucía una ceñida camiseta diáfana de color rosa, decorada con flores de un rosa más oscuro. El material transparente no dejaba absolutamente nada a la imaginación. La visión de esos pechos redondos y plenos pegados contra la tela hizo que sus dedos anhelaran tocarlos. Un pezón tentador formaba el centro de una flor. Se murió de ganas de cerrar la boca sobre él y probar ese néctar dulce. La siguió con la vista y vio que llevaba unos calzoncillos de chico del mismo color sexy.


Mientras era observada con descaro, Paula lo miraba, sus propios ojos hambrientos.


La deseaba como nunca había anhelado nada, ni siquiera el conocimiento. Eso lo sacudió y le atenazó las entrañas.


Volvió a mirarla a la cara, el cuello, los pechos elegantes.


Le exigiría su atención y le invadiría la privacidad hasta llegar al núcleo mismo de su ser. Pero, en ese momento, poco le importaba.


—¿Qué te parece?


—Te lo haré saber en cuanto deje de tragarme la lengua.


—Te gusta.


—¿Necesitas preguntarlo? ¿No te basta la expresión anonadada de mi cara?


—Necesito que lo digas, Pedro. ¿Servirá?


—Paula, es precioso, sexy, entumecedor. La sangre corre hacia las partes traviesas de mi cuerpo.


Ella suspiró aliviada.


—Bien. Esta noche dormiré con las prendas, me familiarizaré con la tela, aunque la siento asombrosa contra mi piel. No puedo creer que esta tela fuera un error. Cuando la gente normal comete un error, por lo general el resultado es malo.


—Oh, esto es malo —cerró la distancia que los separaba—. Muy, muy malo.


Le tomó la boca en un beso rápido y ardiente, presionando las caderas contra ella, lanzándolos a los dos más allá de todo control. Paula se pegó a él con igual intensidad. 


Despacio, Pedro introdujo una mano entre ambos, con las caderas aún unidas…mientras no dejaban de mirarse.


Guardaron silencio mientras él le pasaba el dedo pulgar por el pezón tentador.


—No sé qué es más suave, la tela o tu maravilloso cuerpo.


Con delicadeza se lo pellizcó y ella emitió un gemido bajo, al tiempo que le quitaba la camisa y le abría los pantalones.


La ropa de Paula desapareció y los pantalones de Pedro terminaron alrededor de los tobillos al empujarla contra el sofá. Apoyando los antebrazos a cada lado de los hombros de ella y acomodándose entre sus muslos, bajó la cabeza sobre su cuello y gimió al hundirse en ella hasta la empuñadura. Paula dobló la espalda y él comenzó a moverse con embestidas cada vez más veloces, duras y apasionadas…


Cuando abrió los ojos, tenía la cara de ella a centímetros de la suya a la vez que seguía embistiéndola. Los ojos azules exhibían tal intensidad, que le llegaron directamente al alma y en ese instante supo que ya nunca sería el mismo.


Pronunció su nombre al tiempo que los cuerpos se convulsionaban y el orgasmo lo golpeaba con poderosa fuerza física, combinándose con la necesidad de estar cerca de esa mujer.


Muchos minutos después, la soltó y se sentó para darle espacio para respirar. Paula no se movió.


—Ibas a alguna parte, ¿verdad? Te lo he estropeado. Sé que vine sin avisar, pero estaba tan entusiasmada con el artículo de On, el del periódico y las prendas acabadas…


Pedro no respondió debido a que la llamada a la puerta interrumpió la conversación y le recordó los planes que tenía. Iba a almorzar con dos colegas del MIT.


Se levantó del sofá y buscó su ropa. No podían ver a Paula allí. Mucha gente leía On. Era posible que si la veían, no les costara unir Muy Sugerente con él.


—Vístete —dijo con más sequedad que la que había querido usar en vista de lo que acababan de compartir.


—¿Qué sucede?


—Mi secreto está en peligro.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario