miércoles, 5 de septiembre de 2018

PERSUASIÓN : CAPITULO 24




El beso fue un suave, leve movimiento de labios sobre labios. Torturante, prometedor de más... 


La sangre de Paula empezó a correr locamente dentro de sus venas. Otra vez se hallaba en peligro de perder el control de sí misma. Le agradaba el sabor de él, la sensación de tocarlo; él despertaba algo profundamente oculto dentro de ella. Si no se apartaba en seguida, sucumbiría otra vez. ¿Y dónde la llevaría eso? ¿Resolvería alguno de sus problemas, o los complicaría todavía más? Paula sabía cuál era la respuesta.


Apartó su boca de la de él y dio varios pasos hacia atrás hasta que accidentalmente tropezó con el cajón abierto. La madera le raspó la pierna, pero ella no se encontraba en un estado mental para notarlo, tal como había dejado de notar el dolor de sus rodillas ante la aparición de una preocupación mayor. Tenía que concentrarse completamente a fin de salir ilesa de esta situación.


—Negarlo sólo nos está haciendo daño a los dos —dijo Pedro, que no hizo intento alguno de seguirla pero que no dejó de observar cada uno de sus movimientos.


—¡Lo único que a mí me hace daño eres tú! —gritó ella, soltando la frase sin pensarlo.


—¿Y por qué es eso? —preguntó inmediatamente él.


Por un momento Paula no supo qué decir, pero después respondió con voz cortante:
—Si crees que porque una vez fui a la cama contigo voy a hacerlo otra vez...


—Creo que lo harás.


Los ojos de Paula relampaguearon.


—Pues te equivocas.


—Podría probarte fácilmente que no es así. 


Paula lo observó con recelo.


Esperó que él hiciera un movimiento hacia ella pero él siguió donde estaba.


—¡Yo no soy esa clase de mujer! —fue todo lo que se le ocurrió decir para defenderse.


—Eso ya lo sé. —La respuesta de él la golpeó.


—¿Sabes eso? —preguntó ella.


—Por supuesto.


—Pero... ¿ y ayer?


—No veo nada de malo en que una pareja comprometida haga el amor. 


Paula lanzó un suspiro de exasperación. ¡El insistía con eso!


—Nosotros no estamos comprometidos —dijo con terquedad—. Y nosotros no hicimos el amor. ¡Eso fue puro sexo!


—Amor, Paula —la corrigió él—. Hicimos el amor.


—¿Cómo puedes decir eso? —preguntó ella—. ¡El amor... el amor es amarse!


—Y yo te amo.


—¡Pero tú no me conoces! ¡No sabes nada de mí!


—Sé lo suficiente.


Paula empezó a sacudir la cabeza. 


Posiblemente había una sola manera de terminar esto.


—Si sabes o no, no hace ninguna diferencia... porque yo no te amo.


El pareció sentirse verdaderamente herido por las palabras de ella.


—El que habla es solamente tu intelecto. Yo he estado en contacto con tu alma. Quizá un día tú también lo estarás.


¿Cómo se podía responder a eso?


Paula empezó a ruborizarse.


—Yo no...


Pedro la interrumpió, como si de pronto se sintiera cansado de luchar.


—Yo soy un hombre paciente, Paula. Pero mi paciencia no es interminable. Puede acabarse.


Paula continuó mirándolo, notando la desusada expresión cansada de los ojos de él. Lo miró de arriba a abajo. El parecía sentirse exactamente como se sentía ella. ¿Había dormido la noche anterior tan poco como ella?


Cuando ella siguió callada, Pedro la tomó de los hombros y la hizo volverse hacia la puerta. Le apoyó una mano en la espalda y ella sintió los dedos cálidos a través de la tela de la blusa. La hizo trasponer la puerta y la guió hacia la cocina.


Por fin, le preguntó:
—¿Qué te gustaría comer para el desayuno? ¿Te parece bien panqueques?


Como en un sueño, Paula se sorprendió asintiendo con la cabeza.


No sabía que sacar en limpio de lo que acababa de suceder. Algo había cambiado, pero ella no estaba segura de lo que era... y no sabía si quería realmente examinar la situación con la atención suficiente para averiguarlo.




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