miércoles, 5 de septiembre de 2018

PERSUASIÓN : CAPITULO 25



A cualquier observador desinteresado que hubiera presenciado los acontecimientos desarrollados en la cabaña en los días siguientes se lo habría podido disculpar si se rascaba la cabeza desconcertado. Y Paula, mirando hacia atrás, no podía decir que ella lo culparía. Paula misma no entendía del todo lo que le había ocurrido.


Fiel a su palabra, Pedro había preparado el desayuno para los dos. Habían comido en tenso silencio y después él lavó la vajilla mientras Paula, inquieta, fue a su habitación.


Ella permaneció allí hasta cerca del mediodía, con la mente convertida en una maraña de ideas deshilvanadas cuando trataba de razonar qué haría a continuación. Nunca le venía una idea clara.


Después, de puro aburrida, salió de su habitación y encontró a Pedro sentado en el sofá de la sala con una máquina de escribir eléctrica portátil sobre la mesilla frente a él y una alta pila de papeles a su lado. Estaba escribiendo a máquina con un solo dedo y con exasperante lentitud.


Sólo una mecanógrafa profesional sabe lo irritante que puede llegar a ser semejante actividad. Y Paula no era ninguna excepción.


Después de observarlo durante largos minutos, no pudo seguir soportándolo.


—Si sigues a ese paso, podrías terminar de pasar eso a máquina para el verano que viene —comentó secamente, disfrutando de la oportunidad de hacerle una observación indiscutible.


Pedro la miró con una expresión de perplejidad en los ojos.


—Te dije que yo no sé escribir a máquina.


Volvió a concentrarse en su penosa tarea.


Por fin Paula fue a pararse junto a él. El producto era un espectáculo lamentable.


—¿Eso será enviado por correo? —preguntó, apabullada.


—Mi editor lo necesita tan pronto como yo pueda enviárselo. —Pedro no interrumpió su búsqueda de una "o".


—Espero que él tenga buena vista.


Pedro encontró la letra y apretó, pero además de la "o" apretó la "P" y produjo un trabarse de teclas que hubo que destrabar, y el resultado final fue una hermosa impresión de un poco de cada letra, más una mancha. Pedro lanzó un gruñido de fastidio y buscó lo que parecía su tecla favorita: tachó con varias "x" toda la palabra. La corrección armonizaba perfectamente con el resto de la decoración de la página.



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