viernes, 3 de agosto de 2018

¿PRÍNCIPE AZUL? : CAPITULO 23




—¡Hola! —Paula sonrió a la cámara—. El equipo de Hartson Flowers se encuentra en las llanuras del este de Texas, donde Philip Pressman va a declararse a Susie Vancamp...


Pedro se apoyó en la caravana mientras observaba trabajar a Paula. Aquella mujer lo había sorprendido; o más bien impresionado. 


Justo cuando más había temido perderse en la romántica atmósfera de la posada de Charlotte, ella le había sugerido que volaran a Odessa para grabar esa petición de matrimonio, en vez de esperar en Roperville a que mejorara el tiempo.


Habría esperado que ella agotara el mayor tiempo posible en la posada. Francamente, había llegado a prever algunos momentos difíciles y violentos, pero nuevamente Paula había demostrado que era una profesional, con lo que su admiración por ella no había hecho sino aumentar.


Dado que el viaje de Roperville a Odessa suponía once horas de viaje en coche, Paula y él habían decidido ir en avión. La caravana con el equipo llegó el viernes; para entonces ellos ya habían hablado con Philip y preparado todo el fragmento.


Aquel mismo día, sábado, estaban grabando las imágenes de apoyo; al siguiente rodarían la petición de matrimonio. Pedro esperaba que todo saliera bien. En ese caso podría volver a su oficina el miércoles. O incluso el martes, si se daban prisa.


—¿Pedro? ¿Qué crees tú? ¿Debería grabar la introducción desde aquí mismo? —Paula señaló el campo que se extendía a su espalda.


—No es necesario. Si hay tiempo suficiente, podrías intentar grabar una introducción mañana, cuando los globos estén en el aire.


—Buena idea —aprobó Paula, sacando su bloc de notas—. Veamos... Julian y yo estaremos en el segundo globo. ¿Quieres aprovechar la oportunidad de subir con Philip y Susie?


—Yo no voy a subir —declaró Julian detrás de ella—. Detesto las alturas.


—Luego sacarás imágenes de tierra —repuso Paula sin inmutarse—. Pedro, tu cámara y tú iréis en el segundo globo; yo me llevaré una videocámara y subiré con Philip y Susie. Les diré que estoy haciendo un recuerdo en vídeo de su vuelo. Después meteremos la voz —añadió, garabateando notas mientras hablaba.


Pedro era consciente de que Paula acababa de reasignar las funciones de todo el grupo en un santiamén. Había programado todo aquel segmento con admirable eficiencia, y sin perder el tiempo discutiendo con Julian porque no hubiera querido subir al globo; había aceptado el hecho como inevitable y había terminado por superar la dificultad. Era la conjunción perfecta de romanticismo y sentido práctico.


Se le secó la garganta. De pronto, había sentido la súbita necesidad de tocarla. El impulso era tan abrumador que tuvo que retroceder hasta el otro lado de la caravana para dejar de verla. Una vez allí, se apoyó de espaldas en el vehículo mientras reconocía para sus adentros que sus sentimientos por Paula Chaves eran más fuertes de lo que convendría a una amigable relación profesional. Probablemente siempre había sentido eso por ella, aunque había intentado convencerse de que no le gustaba, de que lo irritaba y de que le faltaba sentido práctico.


Pero no era así, ni mucho menos, y durante aquel viaje Paula se lo había demostrado repetidas veces; como por ejemplo la disposición con que había abandonado aquel paraíso romántico, la Posada Charlotte. Había disfrutado mucho de su estancia allí, pero cuando llegó la hora de partir, había partido sin mirar hacia atrás.


Pedro era el único que estaba mirando hacia atrás. Recordaba bien la manera en que Paula lo había mirado durante la cena. Recordaba su rostro mientras le había hablado de su infancia privada de cariño. Y él era el único que había caído bajo el hechizo de la Posada Charlotte.


Pero, en realidad, no importaba lo que sintiera por Paula o si ella sentía algo por él. Después del especial de San Valentín, ella se iría con su show a Nueva York, o a Los Ángeles, mientras que él se quedaría en Houston. Así tenía que ser, Pedro no tenía ningún derecho a retenerla... eso suponiendo que pudiera hacerlo. Y una vez que Paula regresara a casa y volviera a sumergirse en su rutina, no tardaría en olvidarlo.


Lo mejor que Pedro podía esperar era convertirse en un recuerdo entrañable para Paula.



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