sábado, 25 de agosto de 2018
MILAGRO : CAPITULO 30
Pedro sacó el correo del buzón que había junto a la carretera. Además de diversas tarjetas navideñas, le llamó la atención un sobre marrón grande. Era para Paula y el remitente era Agencia Publicitaria Shaw, San Diego, California. Él frunció el ceño.
—Ha llegado esto para ti —le dijo a Paula cuando llegó a su casa.
—Lily —dijo ella sonriente, al ver la etiqueta.
—¿Lily se dedica a la publicidad?
—No. Pero su marido es amigo de uno de los directores de esta agencia. Supongo que les ha hablado de mí.
—¿Estás pensando en solicitar un puesto?
Pedro esperó a que dijera que no. Quería que lo negara. California estaba al otro lado del país. A pesar de la conveniencia del transporte moderno, equivalía a estar al otro lado de la galaxia. Pero su respuesta no lo tranquilizó.
—Voy a necesitar un trabajo después de que nazca el bebé. Mis ahorros no durarán para siempre.
—Pero creí que querías iniciar tu propia empresa.
—Así es. Puede que lo haga algún día —se pasó la mano por el abultado vientre—. Pero eso es un sueño de futuro, Pedro. Los sueños no pagan las facturas.
—¿Quién lo dice? No tiene por qué ser un sueño. Mi hermano y yo empezamos sin nada, excepto grandes planes y egos equiparables. Para eso hacen préstamos los bancos, para convertir los sueños en realidad.
—Crees en mí.
Él no oyó asombro ni gratitud en su voz, dos cosas que había dejado claro que no deseaba.
Era algo más profundo. Algo que estaba uniéndolos. Ataduras, que no quería intentar analizar en ese momento.
—Sí, creo en ti. Eres lista, creativa, organizada —le habría sido fácil añadir otra docena de adjetivos. Era una mujer asombrosa—. Podrías hacerlo.
—Algún día —asintió ella.
—¿Por qué no ahora?
—Incluso suponiendo que me concedieran un préstamo, con el bebé recién nacido no tendré ni el tiempo ni la energía para que el proyecto sea un éxito. Algún día —repitió, sonando más resuelta.
—Te lo recordaré, no lo dudes.
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