domingo, 22 de julio de 2018

CONVIVENCIA: CAPITULO 26




A la mañana siguiente, Paula se despertó muy contenta, rejuvenecida. El sol le parecía más brillante, el aire más fresco. Entró radiante a despertar a los niños.


—Levantaos, levantaos, dormilones. Es hora, es hora… ¡Fuera de la cama!


Sol se despertó y extendió los brazos hacia ella.


—Me gusta esa canción, Paula. ¿Te la has inventado?


—Supongo que sí —dijo ella. Ni siquiera se había dado cuenta de que estaba cantando. Entonces, abrazó a la niña e hizo cosquillas a Octavio.


—Me gusta cuando cantas —dijo la niña—. Me hace sentir muy bien.


—A mí también —afirmó Octavio, muerto de risa.


—A mí también —añadió Paula.


Después de lo de la noche anterior, se sentía como si hubiera salido de su escondrijo. Podría relajarse y ser ella misma. Sin embargo, lo que más le alegraba era el modo en el que Pedro había reaccionado. Para él fregar el suelo no era una deshonra sino algo práctico e ingenioso. Recordó lo que le había dicho. «Eres toda una mujer».


¡Y eso después del modo tan despectivo en que ella le había hablado a él! Para él, el proceso de CTI solo había sido rutina. Como él le había señalado, no tenía nada que ver con el trabajo que ella desempeñaba. No debería haber sido tan desagradable con él…


Sin embargo, a Pedro no parecía haberle importado. Parecía que la entendía. Por eso, ella se había sentido tan cómoda contándoselo todo. 


Lo que había parecido una terrible pesadilla se había convertido en una divertida aventura cuando se lo estaba contando, algo sobre lo que se podía bromear. A Paula le gustaba la forma en que él reía, de un modo tan profundo, y los ojos se le entornaban de aquella manera tan especial…


—¡Paula! ¡No le puedo poner el zapato a Octavio!


—Te has equivocado de zapato, Sol —dijo ella, volviendo a la realidad—. Ese es para el pie derecho. Prueba con este… Eres una niña tan buena, ayudando a tu hermano —añadió, «mientras yo me quedo como una zombie, pensando en tu padre…»—, Gracias, Sol. Veamos, esta camiseta está al revés. Ahora ve por el cepillo para que te pueda peinar.


Le resultó difícil no pensar en él constantemente, dado que Pedro parecía pasar más tiempo en la casa que nunca. Salía cada vez menos de viaje e iba casi todos los días a cenar… Incluso telefoneaba cuando no podía hacerlo.


Tenerle cerca era bueno para los niños. Paula estaba segura de que estaban formando una relación muy íntima. Jugaba con ellos, les contaba cuentos y les regañaba de una forma muy civilizada, O tal vez era que ellos se tomaban muy bien lo que él les decía. A sus ojos, Pedro nunca se equivocaba.


Además, parecía preocuparse mucho por ellos, incluso se tomaba tiempo libre por ellos. Se los llevaba de picnic al parque, iban al circo… 


Cuando Paula llevó a Sol al dentista, él las acompañó. Era un padre bueno y comprensivo… Seguro que se los iba a quedar.


¡Paula no podía creer que aquel mismo hombre les hubiera abandonado a ellos y a su madre! 


Bueno, seguramente había tenido una buena razón para hacerlo. No era ese tipo de hombre…


Fuera cual fuera la situación, los niños no deberían volver a separarse de él. Pedro estaba soltero y no sería fácil, pero si encontraba una buena ama de llaves…


Aquello no era asunto suyo. Ella se iría a otro trabajo. Ya tenía un par de entrevistas en Los Ángeles…


Sin embargo, ¿por qué le entristecía aquella perspectiva? Sabía perfectamente por qué, pero no quería admitirlo. Le estaba gustando demasiado aquel trabajo temporal… a los niños y, como los niños, a…


¡No! Aquello era imposible. No podía estar empezando a sentir nada por él… Sin embargo, ¿por qué diablos no dejaba de pensar en él? En lo que decía, en lo que hacía e incluso en la tonta sonrisa que se le ponía en el rostro cuando ganaba a las cartas.


Sí… Era hora de marcharse… Además, uno de los trabajos de Los Ángeles parecía muy prometedor…




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