martes, 12 de junio de 2018

THE GAME SHOW: CAPITULO 21





Pedro, tenemos que hablar.


Estaba literalmente metido hasta los codos en un pañal cuando Macarena le dijo esa frase tan propia de un adulto. No era la primera vez, desde que se había metido en ese programa, que había pensado que prefería la reunión más aburrida antes que tener que cambiar unos pañales.


—Tendrás que esperar un momento. Estoy bastante ocupado, pequeña.


Macarena asintió con la cabeza y se dio la vuelta para salir del dormitorio, pero se paró en la puerta.


—Mamá me llama Maca.


Cuando se quedaron solos, Pedro sonrió a Chloe.


—Creo que empiezo a caerle bien a tu hermana.


Al cabo de un rato, Pedro fue a la sala con Chloe a cuestas.


Dejó a la niña pequeña delante de un rompecabezas de colores y se dirigió a Maca.


—Muy bien, ¿de qué querías hablar?


—Tengo un dilema.


Pedro se contuvo la risa al oír la palabra. Tenía siete años y medio, ¿qué sabía ella de dilemas? Sin embargo, lo miraba con tanta intensidad que estaba seguro de que ella prefería no saber su opinión al respecto.


—Bueno, dime de qué se trata y a lo mejor puedo ayudarte a resolverlo.


—Hay una cosa en el colegio a finales de mes.


Macarena había empezado a ir al colegio hacía unos días. A Pedro le había sorprendido, quizá sin motivo, comprobar que Paula mandaba a su hija a un colegio católico. Eso quería decir que tenía que pagar la matrícula. Sin embargo, conseguía pagarla a pesar de su escaso presupuesto y de que estaba ayudando a saldar las deudas de la tarjeta de crédito de su ex marido. Tenía que reconocer que admiraba cómo estiraba cada dólar.


—¿Qué cosa?


—Un baile.


—Ah, ¿no sabes bailar? —aventuró Pedro.


—Sí sé bailar.


Parecía tan ofendida que Pedro tuvo que disimular una sonrisa.


—Entonces, ¿cuál es tu dilema?


—No tengo acompañante —lo dijo con tanta tristeza que a Pedro ni se le ocurrió reírse.


—Estoy seguro de que alguien te lo pedirá —Pedro se preguntó si hacían esas cosas a los siete años—. Falta un mes.


Pedro dio gracias al cielo de que en esas fechas él ya no estaría allí. ¿Qué le podría decir a una niña de siete años a quien nadie había invitado a ir al baile del colegio?


—No, no lo entiendes —Maca se recostó en el sofá con un suspiro muy teatral—. Es un baile de padres con hijas.


Ella no tenía padre. Al menos, no tenía un padre para esas ocasiones. A Pedro se le encogió el corazón y volvió a preguntarse cómo era posible que un padre tuviera dos hijas y desapareciera.


Paula volvió a suspirar y se tapó la cara con el brazo. Pedro se sentó junto a ella.


—Entonces, quieres ir, pero necesitas un acompañante…


—Bah… —Macarena se incorporó con la barbilla muy levantada, como solía hacer su madre para demostrar orgullo—. Supongo que no hace falta que vaya. Además, tampoco tengo un vestido bonito.


Pedro le maravilló tanto orgullo con sólo siete años. Era igual que su madre.


—Así que no vas a ir…


—Bah —Macarena se encogió de hombros—. No creo que sea muy divertido.


—Bueno, pues ahora tengo yo un dilema —Pedro suspiró como había hecho Macarena.


—¿Cuál es tu dilema?


—Bueno… a mí me gustaría ir a ese baile e iba a pedirte que me acompañaras, pero tú ya no quieres ir…


—¿Quieres ir conmigo?


Pareció tan ilusionada que Pedro no pudo hacerse de rogar.


—Sí. Para mí sería un honor acompañarte al baile de padres e hijas —Pedro se dio cuenta de que no sólo el tono era sincero.


Ella inclinó la cabeza a un lado y lo miró como había hecho su madre unas cuantas veces.


—¿Por qué?


—Porque no tengo una hija. Ésta podría ser mi única oportunidad.


—Está bien, supongo que puedo ir. Por ti —añadió Maca—. Yo tampoco he ido nunca a un baile de padres e hijas y ésta podría ser también mi única oportunidad. Yo no tengo un padre de verdad.


—Estoy seguro de que te echa de menos —Pedro se vio obligado a intentar consolarla.


—No, no lo hace.


—¿Por qué estás tan segura?


—Una vez le oí decirle a mamá que ojalá no hubiera tenido hijos. Cuando ella estaba embarazada de Chloe, él le dijo que no quería más hijos. Mamá lloró.


Pedro quería liarse a golpes. No era pendenciero, pero si alguna vez se encontraba con Kevin Chaves, iba a enterarse de lo que era bueno. ¿Qué clase de hombre podía decir eso a una mujer que estaba embarazada de su hijo?


—Los adultos decimos cosas muy absurdas cuando estamos enfadados. Eso no quiere decir que sean verdad.


Macarena se encogió de hombros.


—Da igual. No lo necesito. Ni siquiera para el baile —sonrió radiantemente y a Pedro le dio un vuelco el corazón—. Te tengo a ti.


Pedro notó que se le hacía un nudo enorme en la garganta.


—Entonces, decidido —consiguió decir—. Iremos juntos.


—Claro.


Macarena se levantó de un salto y estaba a medio camino de su dormitorio cuando se dio la vuelta.


—Gracias, Pedro.


—De nada, Maca.



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