lunes, 11 de junio de 2018

THE GAME SHOW: CAPITULO 18




Paula había pensado ir de compras el domingo por la mañana mientras Pedro y las niñas estaban en la iglesia. No tenía nada que ponerse para jugar al golf en un club tan selecto. 


Se lo dijo a Pedro.


—Te acompañaremos —le contestó él.


—¿Vas a dejar de ir a la iglesia?


—Claro.


Pedro guiñó un ojo a Joel y el cámara le dijo con los labios que no se preocupara por él.


—Además —siguió Pedro—. Necesitas mi ayuda y Danbury's necesita a Boeke.


Ella no discutió. En algún momento de las últimas veinticuatro horas habían pasado de ser competidores a ser aliados. También eran algo más que eso, pero Paula no quería pararse a pensar qué eran. Las posibilidades eran muy pocas.


—Hay una tienda que está muy bien en la avenida Michigan. Muchas mujeres del club usan su ropa —Pedro miró el reloj—. No abrirán hasta mediodía, pero estoy seguro de que podré convencer a los dueños para que me abran antes. Empezaremos por ahí.


—No.


—¿No?


—Yo compro en Danbury's.


—Mira, agradezco tu lealtad, pero estamos hablando de negocios.


—Exactamente. Por eso vamos a comprar en Danbury's. Si Danbury's no tiene la ropa que buscan las mujeres para jugar al golf, voy a proponer a nuestros compradores que empiecen a conseguirla —Pedro la escuchaba con absoluta atención—. El golf no es sólo una cosa de hombres. Muchas mujeres juegan al golf —Pedro arqueó una ceja—. Que yo no sepa jugar no quiere decir que no haya leído sobre eso. Mucha gente juega desde la aparición de Tiger Woods. Aunque sigue siendo caro, incluso en los campos municipales. Es un deporte que se asocia con el lujo y los clubes selectos y aun así, la mitad del país quiere jugar o aparentar que juega. Otros grandes almacenes tienen contratos en exclusiva con profesionales para que apoyen sus productos.


—No podemos permitirnos a Tiger Woods —replicó Pedro irónicamente.


—No, pero podríamos tener los productos que él usa o podríamos contratar a otro profesional. Eso me lleva a los maniquíes.


—¿Cómo hemos pasado del golf a los maniquíes?


—No, hemos pasado de la ropa a los maniquíes. Lo cual es bastante lógico. Sígueme.


Pedro se rió suavemente.


—Eres única.


Ella se cruzó de brazos.


—Sólo digo que los maniquíes de Danbury's parecen un residuo de los años cincuenta. Da igual que les pongas la ropa más moderna o elegante, todo parece sacado de una serie en blanco y negro.


Pedro le acarició levemente la mejilla, pero a ella se le disparó el pulso.


—Lo decía como un halago, Paula.


Ella no dijo nada.


—Ahora es cuando tú deberías darme las gracias —añadió Pedro burlonamente.


—Gracias.


Una hora más tarde, los cuatro estaban en Danbury's con el omnipresente Joel y su cámara. Los almacenes no habían abierto todavía. El horario de los domingos era de doce del mediodía a seis de la tarde. Paula tuvo que reconocer que ser la vicepresidenta y consejera delegada tenía sus ventajas. Tenía todo a su disposición sin colas ni multitudes.


—Pruébate éstos, mamá —le dijo Maca, que sujetaba unos pantalones que habrían sonrojado a una cabaretera.


—No pienso.


—Vamos… —le pidió Pedro—. A mí no me importaría verte con ellos.


Paula se puso seria.


—No podemos perder el tiempo —miró el reloj—. He quedado con el señor Boeke dentro de tres horas. Quiero ir pronto al club para lanzar unas bolas.


Pedro también se puso serio y se sorprendió de que se hubiera olvidado de la importancia de la cita. Se quitó a Chloe de los hombros y se la entregó a Paula.


—De acuerdo. Vamos a centrarnos en los negocios.


Ya era casi septiembre y había poco que elegir porque había empezado la temporada de otoño e invierno. Pedro recorrió los expositores y las baldas con ojo crítico. A juzgar por lo que veía, los compradores de Danbury's tenían que esmerarse un poco para atraer a los jóvenes adultos y de cierta posición social. Además, Paula también tenía razón sobre los maniquíes.


Al final, se le ocurrió algo que podría funcionar.


—¿Qué talla tienes?


—Una seis.


Paula miró la etiqueta de la prenda que estaba sujetando Pedro y el precio era desorbitado, aunque estuviera rebajado casi un cincuenta por ciento.


—Cuatro —corrigió Paula.


—¿Acabas de adelgazar?


—Es sabido en la moda femenina, que cuanto más cara es una prenda, más baja es la talla que puedes ponerte.


Pedro sacudió la cabeza.


—Vanidad.


—No la desprecies. Está demostrado que ayuda a vender ropa.


—Y yo que creía que entendía a las mujeres… Pruébate esto.


Pedro le dio una falda blanca que se abrochaba a un lado y un polo de un azul profundo e intenso. El polo no tenía mangas, pero sí tenía el preceptivo cuello.


Cuando salió del probador, la escena que vio hizo que estuviera a punto de suspirar.


Pedro estaba sentado en la base de un maniquí con Chloe en su regazo bebiendo un vaso de zumo. Maca estaba sentada al lado de él y apoyaba la cabeza en su hombro con un gesto de infinito aburrimiento. Paula notó una presión en el pecho. Nunca había vivido una situación así, ni cuando estuvo casada con Kevin. Era un momento normal y corriente, un momento pasado en familia. Se dio cuenta de que eso era lo que ella quería, aunque acto seguido se dijo que era tonta. Ese momento era irreal. Pedro y ella se separarían dentro de tres semanas. Él volvería a su maravilloso despacho y con su maravillosa novia. Ella volvería a ser una madre soltera, aunque esperaba tener medio millón de dólares en la cuenta del banco y más posibilidades de ascender en la empresa.


—¿Qué pasa? —le preguntó Pedro.


Dejó a Chloe en el suelo y se acercó a Paula, que estaba en la puerta del probador.


—Nada. Me sienta bien.


Pedro le levantó la barbilla con el dedo índice.


—¿Qué te pasa?


—Los nervios —mintió ella.


—Lo harás muy bien.


Le dio un beso leve y fugaz, pero se quedó tan sorprendido como ella de haberlo hecho.


Pedro se volvió hacia Joel.


—Eso lo borrarás, ¿verdad?


Joel sonrió forzadamente.


—No puedo hacerlo, Pedro, lo siento.


Cuando llegaron al club, Chloe estaba dormida y Macarena bebía un refresco que había sacado del minibar de la limusina.


—Acuérdate de preguntar por Dominik. Él te dará unos zapatos y un guante. También te proporcionará un buen juego de palos y una bolsa. Danbury's es socio, así que cárgalo todo a su cuenta. El profesor se llama Mark. Él te enseñará lo fundamental, pero no te preocupes por el partido, seguramente sea una buena idea que lo pierdas.


—Entonces, no hay motivo para preocuparse —le replicó irónicamente—. ¿Podrías tranquilizarte? Estás más nervioso que yo.


Pedro resopló.


—Perdona. Suerte.


La limusina se alejó.


—Besaste a mamá —le dijo Macarena.


—¿Cómo?


—En los almacenes. Besaste a mi mamá. ¿Por qué lo hiciste?


—Fue un beso de amigos.


—¿Te gusta?


Pedro contuvo las ganas de revolverse en el asiento.


—Claro que me gusta tu mamá.


Pedro se preparó para la siguiente pregunta, pero pareció que Paula se daba por satisfecha. Ya estaba casi relajado cuando la niña volvió al ataque.


—¿Quién es Celina?


Pedro la miró con recelo.


—¿Por qué quieres saberlo?


—Estaba despierta cuando le abriste la puerta la otra noche y vi que le dabas un beso. ¿Es tu novia?


—Es muy complicado.


—¿Porque te gusta mamá?


—Bueno, me gusta tu madre, pero eso no tiene nada que ver con Celina ni con mi relación con ella.


—¿Mi mamá sabe que besas a Celina?


—Me parece que lo ha adivinado.


—¿Vas a decirle a Celina que has besado a mi mamá?


Pedro se acordó del beso que le había dado a Paula en el cuarto de baño. Gracias a Dios, Maca no estaba al tanto de eso.


—No, no creo que se lo diga.


—¿Por qué no? Eso es mentir…


—¿Estás segura de que tienes siete años?


—Y medio.


Pedro miró a Joel con gesto de horror.


—Yo creía que su madre era dura de pelar. Menos mal que no tengo que cambiarme con esta niña…


Joel sonrió detrás de su cámara.


—La cabeza baja y la mirada fija en la bola.



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