jueves, 28 de junio de 2018
LA TENTACION: CAPITULO 12
Paula se terminó su café y se dedicó a echar un vistazo a las boutiques cursis que poblaban la calle principal de la ciudad. Ya no quedaba ni un solo comerciante que creyera en el pago a cuenta cuando los milagros de la Visa y MasterCard ya eran algo tan común.
Si no encontraba pronto una solución, tendría que limitarse a comprar un paquete de agujas y alterar el vestuario de Pedro para tener algo que ponerse. Sólo le quedaban dos lugares que visitar: el balneario Devine Secrets y la boutique de Marleigh. El balneario también llevaba una línea de ropa de algún diseñador local, pero su nombre le sugería el de Dana Devine Brewer, y no se sentía preparada para entrar allí. Se dirigió a la tienda de Marleigh.
Marleigh era una conocida de la hermana mayor de Paula, Carolina, lo que significaba que estaba lo suficientemente cerca de los Chaves como para disfrutar de su maravillosa aura, pero no tanto como para conocer sus trapos sucios. A Paula le resultó fácil convencer a la propietaria de la tienda de que se iba a quedar en la ciudad indefinidamente, y de que le gustaría tener una cuenta en la boutique. Estaba dispuesta a pagar todas sus deudas, pero no hasta que se viera libre de las preocupaciones de que la rastrearan a través de los movimientos de sus tarjetas de crédito.
Mientras contestaba las preguntas de Marleigh sobre la vida de Carolina, le echó un vistazo a la ropa. Eligió algunas prendas lo suficientemente caras como para ganarse el estatus de cliente favorecido.
Compró algunas faldas y blusas para los siguientes días, y siguiendo un impulso también compró un camisón de seda de color dorado, provocativo, pero de una manera sutil. También eligió un biquini rojo y un pareo que se le ajustaba a las caderas, lo suficiente para resaltar sus curvas pero también para ocultar sus defectos.
Las compras reflejaban lo ambivalente que era.
Aunque deseaba encontrar a Roxana y torturarla metiéndole astillas de bambú bajo las uñas, también quería pasar más tiempo con Pedro.
La puerta de la boutique se abrió y, cuando Paula miró para ver quién había entrado, estuvo tentada de esconderse debajo del mostrador.
—Hola, Marleigh —dijo Dana Devine Brewer—. Pensé que podría pasarme y recordarte que tienes un masaje con Stacy a las siete —dijo Dana, sin dejar de mirar a Paula si un solo segundo.
Paula sabía que la estaba estudiando con detenimiento. La cuñada de Pedro la miraba como si fuera una leona en busca de una presa.
—Y yo te recuerdo que me llamaste hace una hora para decírmelo —respondió Marleigh.
Dana fingió estar sorprendida.
—¿De verdad? No sé dónde tengo la cabeza. Debe de ser por todos los detalles de los que tengo que estar pendiente para la apertura de mi nueva Montaña de Cristal —le lanzó a Paula otra mirada inquisitiva.
Lo último que Paula deseaba era ser el centro de los cotilleos de Sandy Bend. Con Marleigh tenía que ser agradable, pero a los demás podía dedicarles su famosa mirada glacial de heredera Chaves.
—Bueno, Paula, ¿qué te trae por aquí? —le preguntó Dana finalmente.
—Sólo he venido de visita.
—Eso es extraño, ya que ahora eres la única Chaves en la ciudad.
—Pero no te he dicho a quién he venido a visitar, ¿no?
—Sólo se me ocurre una posibilidad aparte de tu familia, y...
—¿Por qué no me enseñas tu balneario? —la interrumpió Paula—. Podemos hablar de camino —antes de que Dana pudiera contestar, Paula se giró hacia Marleigh—. ¿Puedo dejar aquí las compras? Volveré enseguida.
Una vez fuera, Dana empezó otra vez.
—¿Por qué estás aquí? Esteban y Alejandra no volverán hasta agosto.
—Bueno, creo que eso no es asunto tuyo.
Dana guió a Paula hacia la parte trasera del balneario.
—¿No me vas a hacer un tour? —preguntó Paula.
Dana mantuvo la puerta abierta para que pasara.
—Empezaremos con mi despacho. Primera puerta a la izquierda.
—Genial.
Paula entró, pero no se sentó frente al escritorio de Dana. Ésta no perdió el tiempo en irse por las ramas.
—A lo mejor te parezco una entrometida, pero te agradecería queme dijeras lo que está ocurriendo entre Pedro y tú.
—Tienes razón, me pareces una entrometida.
—Mira, Pedro ha estado muy frágil en los últimos seis meses.
Paula hizo una mueca.
—¿Pedro? ¿Frágil? Perdóname si no puedo imaginármelo.
—Créeme.
Lo dijo de manera tan seria que Paula se sorprendió.
—Pedro me ha echado un cable y estoy en su casa, pero no está pasando nada. De verdad.
—Entonces, ¿no has venido expresamente para verlo?
—No tenía planeado verlo. Me encontró cuando me metí en casa de Esteban y Alejandra. No me dejó quedarme allí y yo no tenía nadie más de mi familia a quien acudir.
Dana frunció el ceño y la escrutó.
—Así que estás siendo sincera —dijo Dana finalmente—. Buena opción.
—Te recuerdo lo suficientemente bien como para saber que mentirte no lleva a ningún lado.
—Es cierto —Dana suspiró y dijo—: No me meto en los asuntos de Pedro a la ligera. Y no lo haría si no supiera que tiene asuntos que te conciernen.
—¿Asuntos? —aquello a Paula le sonaba bastante bien.
—No te alegres tanto.
Dana agarró un marco de fotos que había sobre su escritorio y se lo enseñó a Paula. En la fotografía, Esteban, Alejandra, Pedro, Dana y Carlos estaban en la playa, riéndose. De repente, Paula se sintió muy sola.
—Ésta es mi familia —dijo Dana—. No quiero ser dramática, pero deberías saber que si interfieres en el bienestar de Pedro, también interfieres en el mío. Y tú no quieres hacer eso.
—Aunque tuviera el poder de hacer eso, cosa que no tengo, lo último que querría sería herir a Pedro.
Dana volvió a dejar la foto sobre la mesa.
—El problema es que tú siempre has sido capaz de herir a la gente, aunque no te lo propusieras.
—La gente cambia.
—Estoy de acuerdo pero, ¿tú eres una de las personas que lo hacen?
Paula ya había tenido bastante.
—Ya me has advertido. Y no voy a quedarme el tiempo suficiente como para hacerle daño a alguien. Ahora, si no te importa...
Enfadada, abrió la puerta del despacho y se dio de bruces con Pedro. El la agarró de los brazos y la apartó un poco.
—¿Estás bien? —le preguntó Pedro.
—Perfectamente, como siempre —respondió ella, en un intento de ocultar su alteración.
Pedro miró a su cuñada.
—Tenía la sensación de que iba a encontrarme algo así. ¿Qué hacéis Carlos y tú? ¿Comunicaros por telepatía?
—Por teléfono —lo corrigió Dana—. Y no voy a disculparme por inmiscuirme.
Pedro sonrió.
—No esperaba que lo hicieras. No es tu estilo.
—Soy parte de la familia. Tengo derecho a preocuparme.
—Oye, ya estoy mejor, ¿de acuerdo? Puedo manejarme solo.
Paula no seguía totalmente la conversación.
Miró a Dana mientras ésta sacudía la cabeza y sonreía a Pedro.
—Tienes la misma mirada que cuando te apuntaste a clases de paracaidismo el año pasado. ¿Por qué te gustan tanto los riesgos? —le preguntó Dana.
Pedro aún agarraba a Paula por los brazos. La miró.
—Por el desafío —respondió él—. Los riesgos más grandes te ofrecen las mayores recompensas.
Paula no podía estar más de acuerdo. Y si Pedro Alfonso era parte de la recompensa, ella también quería jugar.
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Muy buenos los 3 caps, por qué Pau no le cuenta lo que le pasa a Pedro? Se aliviaría un montón supongo.
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