lunes, 18 de junio de 2018

AT FIRST SIGHT: CAPITULO 6





Pedro no quería soltarla. Los labios de Paula eran cálidos y dulces y su cuerpo, totalmente entregado, le hizo sentir un enfebrecido deseo corriéndole por las venas. Y sin embargo, la inocencia de la entrega de ella, hizo que un sentimiento protector suavizase su pasión. El beso fue haciéndose menos exigente, una promesa; sin embargo, continuó abrazándola, como si jamás pudiera cansarse de hacerlo.


—¡Paula! Paula, ¿estás ahí? —la voz se hizo más insistente—. ¡Paula, pregúntale al jefe de Jorge si sabe jugar al bridge!


Con desgana, Pedro levantó la cabeza y miró aquellos ojos azules maravillados, esos labios abultados que confirmaban la sospecha de Pedro, que Paula estaba tan sorprendida como él de su ardiente respuesta.


—¡Paula, contéstame!


Sin quitarle los ojos de encima, Pedro retrocedió y apretó el botón.


—Sí, señora Chaves, sé jugar al bridge. Ahora mismo bajo.


Después, acercándose a Paula, le puso las gafas y volvió a rozarle los labios con los suyos. 


Luego, sonrió.


—Tus labios se merecen un diez —murmuró él antes de volverse para bajar.


Paula se llevó dos dedos a la boca como si con el gesto pudiera contener la ternura. Se quedó inmóvil, casi mareada, reviviendo la sensación de los brazos de Pedro alrededor de su cuerpo, la intoxicante presión de su boca contra la suya. 


Le había hecho sentir algo nuevo y maravilloso a lo que se había aferrado, anhelando saborear por completo el éxtasis.


¡Oh, no! ¿Se habría dado cuenta él de que aquel era su primer beso? Su rostro enrojeció al enfrentarse a la realidad: a los veintidós años todavía nadie, hasta ese momento, la había besado.


Se acercó a la ventana y apoyó la frente en el cristal con los ojos fijos en la oscuridad, recordando…


Su último año en el instituto, la fiesta de cumpleaños de Ann Simpson, Cari Adams. Aquel pegajoso beso que él le plantó en la boca. Paula ni lo había esperado ni lo quería. Sin embargo, lo realmente humillante fue cuando Debby le dijo que había sido por una apuesta.


El incidente la hizo sufrir y la hizo aún más introvertida.


Hacía como si no le importara que los chicos la evitasen.


—¡No son ellos, sino tú! —le había insistido Jorge—. Estás demasiado encerrada en ti misma. Pau, no dejas que nadie se acerque a ti.


Ahora, Paula suspiró. Por el motivo que fuera, no había conseguido superarlo ni tener un verdadero amigo. Excepto Jorge… y Daniel. Aquel año, el último del instituto, Daniel y ella solían almorzar juntos en la cafetería; después, cuando por la tarde la llevaba a su casa, le daba un beso en la mejilla. 


Sólo un beso fraternal… nada parecido al terremoto que acababa de tener lugar.


Paula se dio media vuelta, apoyó la espalda en la ventana y cerró los ojos con la intención de volver a capturar la magia del beso.


Abrió los ojos inmediatamente. ¡Era ridículo! 


Enderezó los hombros y sacudió la cabeza con intención de volver a la realidad. No estaba dispuesta a dejarse engañar por algo que para él debía tener el mismo significado que darle la mano a alguien. Sería mejor que se pusiera a trabajar si quería pagar la mensualidad de la hipoteca



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