martes, 19 de junio de 2018

AT FIRST SIGHT: CAPITULO 7




—¡Vaya, por fin está aquí! Estupendo —Alicia agarró a Pedro del brazo tan pronto como entró en el cuarto de estar—. Es una suerte que sepa jugar al bridge, a Paula no le gusta tener que dejar de trabajar para sustituir a alguien. Ahora, permítame que le presente a mis amigos.


Mientras Alicia nombraba a los presentes, Pedro asintió y les estrechó la mano.


—Y éste es el señor Simmons… No —Alicia sacudió la cabeza—. No, no es Simmons, Simmons es el que no ha podido venir. Usted es el jefe de Jorge. ¿El señor…?


—Alfonso. Pedro Alfonso. Pero no soy…


—Sí, Pedro. Aquí no nos gustan las formalidades. Mire, éste es Juan, su pareja.


Un rato después, Pedro estaba sentado en una de las mesas siguiendo la partida con facilidad y, al mismo tiempo, observando a los otros jugadores. Un hombre que no se fiaba de nadie, pensó mirando a Juan, su compañero, que sujetaba las cartas casi pegadas al pecho y fruncía el ceño cada vez que Pedro apostaba.


Después, estaba el hombre calvo sentado en la mesa de al lado, un hombre que se disculpaba constantemente como si todo lo que no saliera bien fuera culpa suya. Quizá la mujer a su izquierda, pensó Pedro, debería darle clases de seguridad en sí mismo; ¿cómo se llamaba… Athelda? Daba un golpe en la mesa con gesto triunfal cada vez que ganaba una baza. Desde luego, se tomaban en serio el juego. Quizá, demasiado en serio, pensó Pedro mientras observaba a Athelda tratando de decidir si apostaba o no.


Pedro observó la uñas largas y pintadas de la mujer y recordó las manos de Paula, con las uñas cortas y sin pintar. 


Recordó esas manos cortando con destreza una tela. Le gustaba la forma como Paula trabajaba, absorta en lo que hacía y disfrutando con ello. Paradójicamente, Paula jugaba mientras trabajaba; sin embargo, esas personas alrededor de Pedro, parecían trabajar mientras jugaban.


Recordó los pies descalzos de Paula, había algo erótico en ellos que…


—¡Alfonso, le toca a usted apostar!


Le molestó la irritada voz de Juan, le molestaba preguntar qué habían apostado los demás… ¡Pero no tenía ni idea de qué había apostado quién!


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