viernes, 22 de junio de 2018
AT FIRST SIGHT: CAPITULO 18
—¡Pau! ¿Cómo es eso? —preguntó Jorge cuando la vio—. ¿Dónde están tus gafas?
Paula le contó lo de la operación.
—Bueno, que maravilla la técnica moderna. Estás preciosa. Y no sólo es lo de las gafas, sino el pelo y el maquillaje. Siempre he sabido que eras guapa, quizá ahora también lo creas tú. Impresionaste a Spencer en Sacramento, pero ya verás cuando te vea ahora.
Paula sonrió halagada, pero le dijo que había ido a promocionar sus diseños, no a sí misma.
Nueva York era otro mundo, pensó Paula mientras recorrían una de las autovías.
Un mundo más sucio, más feo y más agitado.
Recordaba haber leído que Nueva York estaba formado por cinco islas y…
—Spencer está impresionado con tus diseños —le dijo Jorge alzando la voz para hacerse oír por encima de los ruidos del tráfico—. Tiene muchos planes. Ha arreglado varias reuniones para cubrir todos los aspectos posibles del negocio mientras estés aquí.
—Estupendo.
Paula trató de sentir el mismo entusiasmo que había sentido cuando Jorge le llamó, pero sin conseguirlo. El ruido y el movimiento de aquella ciudad la habían sobrecogido.
—Primero voy a llevarte al hotel para que te arregles un poco —le estaba diciendo Jorge—; después, vamos a reunimos con Spencer en la oficina.
—Muy bien, tengo muchas ganas de verlo para enterarme de lo que quiere realmente —respondió Paula tratando de no hablar como la provinciana que se sentía.
—Después de la reunión con Spencer, iremos a almorzar con Sue Ellerby.
—De acuerdo.
Por fin entraron en la Avenida de las Américas, más ancha que la mayoría de las calles de Manhattan y con árboles. Jorge le pasó el coche al encargado del estacionamiento y guió a Paula al interior del hotel donde iba a hospedarse, explicándole que iba a ocupar una suite reservada para altos dignatarios.
—¿Altos dignatarios?
—Ya te he dicho que Spencer está impresionado contigo. Además, le entusiasma este nuevo proyecto, es completamente distinto a todo lo que ha hecho hasta ahora. Y tú eres la figura central. Así que deja de sorprenderte de que te trate así. ¡Es la oportunidad de tu vida, cielo! —Jorge sonrió y le dio un repentino abrazo—. ¿Es que aún no te has dado cuenta de lo que esto significa, Pau? No te preocupes, yo estaré contigo.
No, no sabía realmente lo que aquello significaba. Había esperado tener una corta entrevista con Spencer y luego ir a ver a Stella, a Joanne y al niño. Pero no consiguió ir a la casa de Jorge en Long Island. Pasó su estancia allí de reunión en reunión, todo negocios.
La impresión que Bruno Spencer le causó en Sacramento no fue nada comparado con lo que sintió al encontrarse con él en su ambiente.
Desde el momento que entró en el edificio de cristal, acero y mármol en el que se encontraba Spencer Enterprises, se vio rodeada de una atmósfera de riqueza y poder. En la discreta elegancia de sus oficinas en el último piso, la condujeron al despacho del presidente.
—¡Vaya, por fin! —exclamó Spencer mientras se levantaba de su sillón para saludarla—. Aquí está la dama que me hablaba de una pequeña tienda de modas mientras me ocultaba los verdaderos tesoros que tenía escondidos.
Encantado de volverte a ver, Paula.
—Hola —consiguió responder ella.
—Acabas de llegar justo a tiempo para la reunión.
En la sala de conferencias,Jorge, Spencer, su secretaria y dos ayudantes más se sentaron alrededor de una mesa; allí, Paula se enteró de lo mucho que habían trabajado preparando el terreno antes de su llegada. Consumieron taza tras taza de café entre interrupciones telefónicas de todas partes del mundo para hablar desde costes desde costes de producción a costes de publicidad. Paula se sentía perdida entre tanto conocimiento y sobrecogida por la magnitud del proyecto. Después, tuvo lugar el almuerzo en Waldorf. Hermosos candelabros de cristal y enormes jarrones de flores exóticas, y una alta y hermosa Sue Ellerby que sería la coordinadora del desfile de primavera. A excepción de la costurera que tendrían que contratar, Sue era la única persona, además de Paula y Spencer, a quien le estaba permitido ver los diseños.
—El secreto es imperativo —le dijo Sue a Paula—, hay demasiados competidores y demasiados espías en el mundo de la moda.
Fue ella quien sugirió que lo mejor era que Paula continuara trabajando en su casa.
—Ya he contratado el local para el desfile y estoy preparando una lista con los compradores a quienes quiero invitar. Y ahora veamos, nuestro mercado está dirigido a la mujer profesional de clase alta que…
Paula se sintió aturdida por la velocidad vertiginosa a la que se desarrollaban los acontecimientos. El sábado, cuando se reunió con el dibujante, tuvo la impresión de estar en una vorágine de planes y acontecimientos que no tenían nada que ver con ella.
—La cuestión es el nombre —le oyó decir a Spencer—. Tiene que atraer la atención. Veamos, ¿qué podría llamar la atención de nuestra mujer ejecutiva?
Siguieron las sugerencias. Paula, sentada, guardó silencio mientras murmuraban a su alrededor. Estaba ya tan intimidada que no se atrevía a abrir la boca, segura de que lo que dijera sería una equivocación. Oyó los nombres que propusieron: Career Fashions, Executive Classics, California Classics… Ligeramente mareada, se llevó la mano a la garganta y tocó el corazón de oro. El frío metal le hizo recordar las palabras de Pedro: «tu logo».
—Si va a ser mi línea de ropa, creo que debería llevar mi nombre —dijo Paula de repente.
El diseñador gráfico se quedó impresionado.
—Por supuesto —dijo él—. Sencillo y elegante. Spencer se mostró de acuerdo. Paula se enderezó en su asiento, sorprendida de que a todos les hubiera parecido bien. Pero luego pensó: «¿y por qué no?» ¡Es mi proyecto!
Súbitamente, sintió confianza en sí misma y se encontró charlando con naturalidad en la reunión.
El sábado por la noche. Spencer la llevó a un musical que acababan de estrenar. A Paula le encantó la música, el baile y la forma como el público vestía. Cuando salieron del teatro, le pareció que todo el mundo que había asistido a la obra querían un taxi. Esperó que la limusina con chófer que les había llevado allí fuese a recogerlos; sin embargo, Spencer la agarró del brazo y recorrieron unas manzanas hasta que llegaron a unos carruajes tirados por caballos. Spencer la hizo subirse a uno y luego le dio instrucciones al conductor.
A Paula le extrañó lo tranquilos que eran aquellos caballos neoyorquinos; al parecer, el tráfico no les inmutaba. Por fin, el carruaje se detuvo delante de un restaurante cerca del hotel y, después de una tranquila cena a la luz de las velas, Spencer la acompañó a su suite. ¿No vas a ofrecerme una última copa? —le preguntó él.
—Lo siento, pero no tengo ninguna bebida —contestó ella algo nerviosa.
—Sí, claro que sí.
Spencer le mostró un mueble en cuyo interior se escondía un frigorífico en el que había vino y licor junto a refrescos y una variedad de quesos y fiambres. Después, señaló otro mueble en el que había frutos secos, patatas fritas y galletas saladas.
—¿Qué te apetece? —le preguntó él.
—Nada, gracias.
—En ese caso, te prepararé algo que te gustará —insistió él sonriendo—. Algo suave, no demasiado fuerte.
Rápidamente, Spencer le preparó una bebida y se la ofreció.
—Pruébalo.
Paula bebió un sorbo. Era una bebida deliciosa, sabía a fruta tropical y a ron, ni demasiado fuerte ni demasiado dulce.
Paula asintió.
—Me gusta —dijo Paula asintiendo mientras lo veía servirse un whisky.
—Dime, Paula, ¿qué te parece tu proyecto?
—¡Mi proyecto! —exclamó ella—. Es más proyecto tuyo que mío. Jamás imaginé nada de esto, es… es… extraordinario.
De repente, volvió a sentirse intimidada y fuera de lugar.
—Yo… espero que salga bien añadió ella.
—Claro que saldrá bien —Spencer rió—. Todo lo que yo hago sale bien.
Paula sabía que era verdad. El poder de ese hombre, su prestigio y la confianza en sí mismo… no eran una fachada.
—¿Recuerdas que te dije que siempre consideraba todas las posibilidades posibles antes de embarcarme en un proyecto?
—Sí, lo recuerdo.
Paula se quedó mirando su vaso. Ella era el centro del proyecto, sus dibujos y sus diseños.
De repente, el estómago le dio un vuelco. Ya era agosto y el primer desfile sería en abril. Tenía ocho meses para crear… ¿cuántos trajes? ¿Podría conseguirlo?
—Yo… te agradezco esta oportunidad, espero no decepcionarte.
—No lo harás —dijo él con absoluta seguridad—, he visto tus dibujos. Y también sé que voy a disfrutar trabajando contigo, Paula.
—Eso espero —sonrió incómoda, algo en la forma como la miraba…
—Y espero que a ti también te guste trabajar conmigo —dijo él dejando su vaso encima de una mesa auxiliar.
—Sí, claro, naturalmente.
—Estamos haciendo las cosas con mucha rapidez porque el martes me voy a Europa, pero tú vendrás aquí con frecuencia y espero que la próxima vez que vengas tengamos más tiempo para divertirnos —Spencer le quitó el vaso de las manos y lo puso en la mesa—. Habrá más noches como ésta, noches para divertirnos.
Spencer se inclinó sobre ella y tomó un mechón de su cabello.
Bruscamente, Paula se puso en pie, tenía que dejar las cosas claras; sin embargo, no quería parecer desagradecida ni comportarse como una provinciana asustada.
—Ha sido una tarde encantadora, Bruno, y lo he pasado muy bien. Pero ya es un poco tarde y…
—Y tú no mezclas el trabajo con el placer —dijo él sonriendo—. Muy inteligente, Paula Chaves.
—Oh, no… No era eso… no creas que…
—Te encuentro muy atractiva, pero eso no tiene nada que ver con tu talento como diseñadora. En otras palabras, querida, nunca firmo mis contratos en un dormitorio.
—Oh —fue todo lo que Paula pudo decir, pero las mejillas le ardían.
—Tienes razón, es tarde —dijo él caminando hacia la puerta; después, la abrió y se volvió hacia ella—. Sin embargo, tengo que advertirte que no permito que los negocios me impidan gozar. Tengo la intención de verte con mucha frecuencia cuando vuelva.
—Sí, claro.
—Buenas noches, Paula.
Tras lanzar una queda carcajada, Spencer cerró la puerta tras sí.
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Muy buenos los 3 caps, si lo agarra Pedro a ese Bruno lo va a poner en su lugar jajajaja.
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