lunes, 28 de mayo de 2018
HIJO DE UNA NOCHE: CAPITULO 6
La hacía sentir tan sexy cuando la miraba como si fuese la única mujer en el planeta. Tanto que podía sentir un extraño calor entre las piernas...
—Por supuesto, también puedo pedirle a Enrico que te lleve de vuelta a casa — dijo Pedro entonces, porque no estaba acostumbrado a tener que convencer a una mujer.
—¿Te enfadarías mucho?
—No, pero tendría que darme una ducha fría.
Paula lo imaginó bajo la ducha, el rostro levantado, su fabuloso cuerpo desnudo bajo el agua... Sólo con pensar en eso tenía que hacer un esfuerzo para respirar.
—¿Quieres acostarte temprano?
—No, yo nunca me acuesto temprano. Necesito muy pocas horas de sueño.
Y eso la hizo pensar en ellos dos haciendo el amor una y otra vez, tumbados en una cama gigante que seguramente tendría sábanas de algodón egipcio y no sábanas de mercadillo como las suyas. Ella, que siempre había sido una chica normal, parecía haberse convertido en una desvergonzada criatura en cuestión de unas pocas horas.
Nunca había tenido que luchar contra el deseo de acostarse con un hombre, de modo que había sido fácil achacar su soltería a los principios morales.
—Bueno, pero hay algo que...
Pedro sabía cuándo estaba siendo amablemente rechazado y, aunque no sería el fin del mundo, se llevaría una gran decepción.
Claro que la noche había sido mucho más agradable de lo que había anticipado.
Normalmente se aburría con las chicas con las que salía, pero aquella noche había estado encantado de charlar con ella, de tener una compañera que lo hacía pensar y lo retaba con preguntas que no se había hecho nunca.
‐Soy todo oídos —le dijo, después de pagar la cuenta, echándose hacia atrás en la silla.
‐Yo no soy... bueno, no soy la chica más experta del mundo.
Él se echó hacia delante, sorprendido.
—No te entiendo.
—¿Qué es lo que no entiendes?
—No sé qué quieres decirme.
—Porque no me estás escuchando —lo regañó Paula—. Bueno, verás, sé que te has hecho cierta idea sobre mí... pero no soy como esas otras chicas con las que sales.
Luego respiró profundamente y, durante unos segundos, contempló la idea de contarle la verdad. ¿Se reiría? ¿La perdonaría? No, pensó entonces. Se quedaría horrorizado.
Pedro no salía con chicas que no eran de su mundo, lo había dejado bien claro. Y ella no quería dejar pasar esa oportunidad. No sabía por qué era así, pero así era.
Pedro le gustaba mucho, más que ningún otro hombre que hubiera conocido, y quería estar con él.
—Verás, lo que quiero decir... —Paula se aclaró la garganta— es que soy virgen.
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Ayyyyyyyyyyy, se lo largó sin anestesia jajajajaja. Está buenísima esta historia.
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