martes, 22 de mayo de 2018
BAJO OTRA IDENTIDAD: CAPITULO 32
Carolina aún no había llamado por teléfono a las ocho de la tarde, así que Paula descolgó el auricular y llamó a la casa de los Alfonso. Pero Carolina estuvo distante y fría, y no quiso que fuera a visitarla.
—No necesito una niñera —espetó la joven, con sarcasmo, antes de colgarle el teléfono.
Y ahora, a las diez y media, Paula tomaba un té, sentada, mientras intentaba librarse de la sospecha de que algo no andaba bien. Carolina no sólo había estado grosera con ella; además, parecía nerviosa, como si planeara hacer algo cuando su hermano estuviera lejos de casa.
Se dejó llevar por un impulso, descolgó el teléfono y volvió a marcar un número que había memorizado semanas atrás.
—¿Dígame? —preguntó Valeria Alfonso.
—¿Señora Alfonso? Hola, soy Sabrina Davis. ¿Podría hablar con Carolina, por favor?
—Probablemente estará dormida. Yo, al menos, lo estaba.
—Siento llamar tan tarde, pero es algo importante. Le agradecería mucho que fuera a buscarla.
—De acuerdo. Espera un momento.
Paula esperó y miró hacia el reloj de la cocina. Sentía curiosidad por saber cómo habría ido la reunión de Pedro con el agente de Los Angeles. Suponía que en aquel momento estarían tomando algo en un bar, limando cualquier posible aspereza con unas copas.
Segundos más tarde volvió a oír la voz de Valeria.
—No está en su dormitorio —dijo, tensa.
—¿Ha mirado en el resto de la casa?
—Sí, claro que sí. Ni siquiera ha deshecho la cama. Seguro que se ha fugado, probablemente con ese chico, aunque su hermano le prohibió que lo viera.
Bruce Logan, no podía ser otro. Además, Paula sabía que aquella noche daba una fiesta en su casa, aprovechando que sus padres habían salido.
—Si Pedro estuviera en casa... —continuó la mujer—. Él sabría que hacer.
—Señora Alfonso, ¿tiene el número de teléfono de Bruce, o su dirección?
—¿El número de ese chico horrible? ¿Cómo quieres que lo tenga?
—Es posible que Carolina se encuentre en su casa. De todas formas, buscaré su dirección e iré a buscarla. Mientras tanto, llame a sus amigos por si está con alguno de ellos. ¿Tiene un bolígrafo a mano?
—¿Un bolígrafo? Sí, espera un momento.
Paula le dio el número de su teléfono móvil y añadió:
—Si la encuentra, o si averigua su paradero, llámeme. Si yo la encuentro antes, la llamaré.
—Sabrina, ¿sabes algo que no me hayas contado? ¿Es que Carolina está en peligro?
Paula pensaba que lo estaba, pero no dijo nada.
—No, seguro que está perfectamente. Pero a veces las fiestas se van de las manos y los vecinos llaman a la policía. Aún es pronto. Si está allí, hablaré con ella y la llevaré a casa.
—Es terrible que Pedro no esté en casa. Seguro que tiene los números de teléfono de los amigos de Carolina en alguna parte.
—Señora Alfonso, su hijo no puede ayudarla todo el tiempo —declaró ella—. Tiene que actuar por su cuenta. Y por favor, llámeme si averigua algo. Hasta luego.
Paula sabía que había sido bastante grosera con la madre de Pedro, pero no tenía ni tiempo ni ganas para actuar de otro modo. Sabía que Valeria padecía una depresión crónica, pero también sabía que recibía el tratamiento adecuado y que podía reaccionar y salir del bache, tal y como habían hecho otras personas en su situación. Por otra parte, encontrar a Carolina era lo más importante en aquel momento.
Paula llamó a Eliana. Su joven amiga tenía la dirección de Bruce, así que se la dio; Eliana insistió en acompañarla, y como Paula no quiso, se empeñó en que la llamara más tarde para asegurarse de que se encontraba bien.
Paula tomó su teléfono móvil y entró en el coche de la señora Kaiser. Después, salió de la propiedad y se dirigió a casa de Bruce.
No tenía ganas, ni mucho menos, de ir a una fiesta.
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Uyyyyyyyyyyyyy qué macana, seguro que Bruce está metido detrás de todo esto. Ojalá Pau llegue a tiempo.
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