martes, 22 de mayo de 2018

BAJO OTRA IDENTIDAD: CAPITULO 30





Paula lo miró a los ojos y esperó el beso. 


Pensaba que sería algo violento y apasionado, pero el primer contacto de sus labios fue dulce, sutil, sensual, apenas una caricia de piel contra piel.


La joven cerró los ojos y puso las manos en los hombros del profesor. El placer que sentía era, sencillamente, indescriptible. Y Pedro siguió besándola con delicadeza, como si tuviera la paciencia y el cuidado de un científico en su laboratorio. Sin embargo, Paula podía notar la tensión de su cuerpo y sabía que no estaba precisamente relajado.


Todos sus músculos estaban en tensión, en una prueba evidente de que no se había equivocado a la hora de juzgar sus sentimientos. Y además, podía sentir su erección.


Paula pasó los dedos por el cabello de Pedro y comenzó a acariciarlo. Segundos más tarde, el beso se hizo mucho más apasionado y salvaje. Nunca había experimentado nada tan intenso, tan cálido. Era excitante y natural, avasallador y absoluto. Estaba tan excitada que se frotó contra él. Pedro puso las manos en su trasero y la levantó del suelo. Paula dejó de besarlo por un momento y lo miró; estaban a punto de llegar más lejos, pero no sabía a dónde.


Entonces, Pedro se inclinó sobre ella y besó sus senos por encima del vestido. Paula deseó que le hiciera el amor en aquel momento, en aquel mismo lugar.


—Sabía que sería algo muy intenso —dijo él.


Pedro la posó sobre unas cajas, y ella cerró las piernas alrededor de su cadera. Estaban a punto de hacerlo en una habitación del instituto, pero no le importaba en absoluto.


—Paula, Paula... he intentado alejarme de ti, pero no lo he conseguido. Dime que estás enamorada de ese Marcos y no volveré a molestarte.


—No estoy enamorada de Marcos —murmuró—. Nunca estuve enamorada de él.


—Eres tan suave, tan increíblemente suave...


Pedro metió una mano por debajo de la falda del vestido y comenzó a acariciar sus muslos. Paula pensó que se moriría si se detenía entonces.


—Eres tan valiente, tan apasionada y tan... oh, Paula... y estás tan húmeda...


El profesor introdujo un dedo entre sus piernas, y Paula se aferró a la camisa de Pedro, apretando con fuerza la tela de algodón para besarlo. Lo hizo con toda la pasión de la que era capaz, con desesperación, devorándolo con la boca mientras él la masturbaba. No dejó de besarlo ni siquiera cuando alcanzó el clímax.


En realidad habría estado besándolo hasta el fin de sus días si Pedro no se hubiera apartado de ella de repente. 


Lamentablemente, había tenido buenas razones para ello.


Paula miró hacia atrás y se sorprendió. Una mujer de la limpieza acababa de abrir la puerta de la habitación y los había descubierto. Pero no fue su gesto de horror lo que más llamó la atención de Paula, por terrible que fuera. Fue el brillo de unos ojos azules, de los ojos de otra mujer que estaba a su lado, y que parecían acusarla de una terrible traición.


En aquel momento, supo que Donna acababa de borrarla de su lista de amigas.




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