jueves, 29 de marzo de 2018

POR UNA SEMANA: CAPITULO 23





Pedro calló. Estaba pensativo. Al llegar a su casa giró y apagó el motor. Luego salió del vehículo y Paula lo siguió. 


No quería abandonarlo en ese estado. Por la mañana, él quizá se hubiera ido, pensó, y nunca más volvería a verlo. 


Rodeó el coche y lo miró a la cara. Estaba dispuesta a decirle que no se marchara, a rogarle que enderezara su vida. Maldijo su debilidad, su necesidad de ayudar a la gente e, ignorando la voz de su interior, se quedó. Pedro la necesitaba, y ella se había mezclado tanto en su vida que no podía abandonarlo a medio camino. Si lo hacía sentiría que había fracasado, reflexionó.


—¿Qué ha ocurrido esta noche, Pedro? ¿Por qué te fuiste así?


—Lo hiciste maravillosamente, Paula —se apresuró él a contestar—. Fui yo quien no estuvo convincente, por eso me fui. No quería decir algo de lo que luego me arrepintiera. Tendremos que ir a visitar a mi padre una vez más —añadió poniendo ambas manos sobre sus hombros—. Pero esta vez te prometo que lo haré bien.


Paula se quedó boquiabierta. Después de aquella noche era imposible que estuviera planeando seguir adelante con la farsa, pensó.


—No puedo seguir haciéndome pasar por tu mujer. No hay nada en el mundo que pueda hacerme cambiar de opinión. No puedo seguir mintiéndole a tu padre.


—¿Nada? —repitió Pedro.


Paula sacudió la cabeza decidida. Era inútil explicarle que no podía mentir después de ver la angustia en el rostro de Lucas, pensó.


—Nada.


—Te necesito, Paula.


Paula respiró hondo. Su corazón comenzó a latir acelerado.


Pedro, por favor, no me hagas esto —suplicó débilmente.


—No mentí en casa de Lucas —afirmó Pedro dando un paso adelante mientras ella se echaba atrás y apoyaba la espalda contra el coche. Sus cuerpos se tocaron, los pechos de Paula se apretaron contra el torso de Pedro, y la excitación volvió a surgir entre ellos—. Eres lo mejor que me ha ocurrido en la vida.


Paula levantó la vista y respiró entrecortadamente. Su mente estaba nublada por el deseo. No podía contestar, así que Pedro continuó:
—¿Qué me dices? —volvió a insistir con voz espesa.


Paula parpadeó tratando de ordenar sus pensamientos. 


Suspiró, y finalmente se vio obligada a admitir la verdad.


Pedro... creo que se me ha olvidado la pregunta.


—La pregunta era... —comenzó él a decir—... que si puedo hacerte el amor.


A pesar de que cada centímetro de su cuerpo ardía de deseo y se sentía borracha de pasión, Paula sonrió y afirmó:
—Esa no era la pregunta.


—Creía que no te acordabas —rió él.


Pedro estaba decidido a ignorar lo que acababa de ocurrir, pensó Paula. Se había equivocado. 


No era ella quien se desentendía del asunto, sino él. Sin embargo estaba cansada, el deseo obnubilaba su razón. Su cuerpo temblaba de necesidad. Negar los problemas quizá fuera una buena solución para ella también, se dijo.


—Así que quieres hacerme el amor, ¿eh? —Preguntó ladeando la cabeza como si estuviera considerando la cuestión—. ¿Aquí, delante de todos los vecinos?


—No tengo nada que ocultar.


—¿Estoy hablando con el mismo hombre que colgó el cartel de «No molestar»? ¿No tienes nada que ocultar?


—Cuando has visto un cuerpo los has visto todos —declaró Pedro.


—Apuesto a que Babs Tywall no diría eso si viera tu cuerpo desnudo.


—¿No? ¿Y entonces qué diría? —preguntó Pedro deslizando un dedo por su barbilla.


—No lo sé. ¿Por qué no me lo enseñas? Así podría especular —sugirió Paula abriendo la boca y acariciando con los labios el dedo de Pedro.


Pedro tomó la mano de Paula entre las suyas y la llevó con él hasta el porche. Allí la besó hasta hacerla desfallecer.


—¿Y la luz? —Bromeó ella sin aliento—. Pensé que no tenías nada que ocultar.


—No vamos a darle pistas a Babs —contestó Pedro agarrando su mano y besándola—. Aún no has contestado a mi pregunta.


—Sí, te he contestado —susurró ella en voz baja—. Aún estoy aquí.


Pedro se inclinó y la besó lenta y largamente. 


Sus labios la devoraron llenándola de excitación y de deseo. Paula nunca había imaginado que una persona pudiera sentir tanta pasión con la ropa puesta.


—Vamos dentro —dijo de nuevo en un susurro—.Tengo una inexplicable necesidad de desnudarme.


—Me siento como en el cielo —murmuró Pedro tomando su mano y abriendo la casa—. Cerraré por si a Frankie se le ocurre darse una vuelta por el vecindario.


—Pero a Frankie nunca... —Pedro la atrajo a sus brazos y comenzó a besarla en la boca—... se le ocurriría... —continuó Paula mientras Pedro la besaba en la mejilla y luego lamía la curva de su mentón—... hacer...


Pedro la estrechó en sus brazos y besó con la lengua la piel desnuda de su espalda desde el borde del vestido hasta la nuca.


—¿Qué decías de Frankie? —murmuró.


—¿Qué Frankie? —susurró ella volviendo la cara mientras Pedro desabrochaba lentamente la cremallera de su vestido.


Paula llevaba un sujetador sin tirantes. Pedro se lo desabrochó sin dejar de besarle la nuca ni un solo instante, y cuando terminó deslizó las manos por dentro de su vestido para acariciarle los pechos.


—Te he deseado desde el primer momento en que te vi —dijo Pedro con voz espesa entre beso y beso—. Eres preciosa.


—No digas nada, Pedro, sólo hazme el amor.



1 comentario:

  1. Ayyyyyyyyyyyyyy qué hermosos los 3 caps. Ojalá Pedro no se vaya. Así no sufren los 2.

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