martes, 13 de febrero de 2018

BAILARINA: CAPITULO 43




Pedro salió del despacho muy pronto y se dirigió directamente al piso de Paula. La puerta estaba abierta y Angie estaba en el salón, sentada en el suelo con las piernas cruzadas, con la espalda recta y las manos sobre las rodillas. ¿Estaba meditando?


No. Tenía los ojos abiertos y sonreía de oreja a oreja, y hablaba sola.


—Gracias, gracias. Sé que trabajaremos juntos.


Siguió su mirada tratando de ver con quién hablaba.


No había nadie.


—¿Qué diablos estás haciendo?


—¡Oh, Pedro! —exclamó Angie, y salió del trance en el que estuviera—. Lo has estropeado.


—¿El qué?


—Mi visualización.


—¿Sí?


—Estaba saliendo tan bien. Todo el mundo me felicitaba y me decía el gran trabajo que estaba haciendo y yo me limitaba a ser modesta y agradecida, ya sabes, como Paula. Y el señor Anderson entraba en el despacho de Paula, en mi despacho quiero decir, y decía: «Estoy encantado de que asuma el puesto de Paula. Sé que será usted...»


—¡Espera! ¿Quieres decir que vas a ocupar el puesto de Paula?


—Cuando se vaya.


—No se va a ninguna parte —dijo Pedro, que ya procuraría que fuera así.


—Por supuesto que sí, no tengo por qué visualizar eso. Ya lo ha comunicado.


—Pues se va a quedar, te lo digo yo.


Angie lo miró con disgusto.


Pedro Alfonso, sabes muy bien que ha aceptado ese empleo en Dallas y que se va dentro de dos semanas. Y yo voy a ocupar su puesto. Aunque como has interrumpido mi visualización, pues...


—Ya te he dicho que no se va a ninguna parte —dijo Pedro, repentinamente furioso. No estaba seguro de lo que haría Paula y la estaba tomando con Angie—. Así que deja de soñar, además esas tonterías no funcionan.


—Claro que funcionan. ¿No me visualicé yo una y otra vez en este piso hasta que Marge se mudo y me cedió el apartamento, con muebles y todo? ¡Tal cual! —dijo Angie chascando los dedos, y se levantó y empezó a dar vueltas por la habitación—. Y aquí estoy. Y entonces visualicé a la perfecta comparñera y tengo a Paula. Y Paula. ¿Sabías lo que hizo Paula? Visualizó que le caían del cielo cuatrocientos mil dólares, como yo le dije. ¿Y sabes qué? En dos días los tuvo. ¡Cuatrocientos mil dólares! ¿Qué te parece eso, señor Sabelotodo?


Pedro no podía pensar, ni hablar, sólo podía mirarla con la boca abierta.


—Ajá, eso sí te interesa, ¿no? Cuatrocientos mil dólares llovidos del cielo.


Pedro pudo hablar.


—Angie, ¿baila Paula? Profesionalmente, quiero decir. ¿Por las noches?


La sorpresa de Angie era sincera.


—No, no trabaja por las noches. Tiene mucho trabajo en la agencia, ya lo sabes.


No, Angie se equivocaba. Paula bailaba profesionalmente, o lo había hecho hasta hacía poco tiempo. Con el nombre de Deedee Divine. Frunció los labios.


—¡Tuvo que hacer algo, el dinero no llueve del cielo!


—Pues a Paula le pasó. Un viejo loco... No, no era un viejo loco, era un alma buena y benevolente uno de esos filántropos. ¿Cómo se llamaba? James, no Juan Goodrich. Le dio el dinero, y ella ni siquiera lo conocía.


—¿Oh? ¿Y dónde conoció a ese benevolente tonto?


—En el hospital, creo. Oyó su problema y le prestó lo que necesitaba. Y ella se lo está devolviendo.


Sí, Diego le había dicho que recibía cheques de cien dólares a su nombre regularmente. Frunció el ceño. ¿Hospital?


—¿Y qué le pasaba?


—A ella nada, a su madre.


Finalmente, Pedro supo toda la historia, según el punto de vista de Angie. ¿Cuánta gente en el mundo tenía tanto dinero para pagar un trasplante de médula? Pero ella le había dicho a Paula que lo visualizara, y, como un milagro, allí estaba. No, estaba segura de que Paula nunca había bailado profesionalmente. Su madre era bailarina, pero creía que había vuelto a Nueva York. El ataque le había dado al ir a ver a Paula a California. ¿No era extraño las sorpresas terribles que daba la vida a veces? Paula estaba destrozada.


—¿Dónde está Paula ahora?


Estaba deseando ponerle las manos encima, por dejarle pensar lo que había estado pensando durante los últimos meses.


—Está trabajando. Hay mucho que hacer con ese asunto de Saunders. Puedes esperarla aquí, yo me voy con mi grupo Vida y Amor.


—Vete, yo la espero.




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