martes, 13 de febrero de 2018

BAILARINA: CAPITULO 40



Pedro no dejaba de dar vueltas en el salón de su casa.


Aquello no encajaba.


Pero ella había admitido que estaba al corriente de todo.


Muy bien, no era una santa.


¿Vulnerable? ¿Fácil de influenciar por alguien a quien amaba? Era honesta y decente, eso podía verlo en su cara. 


No se le iba el poema de la cabeza: «exhibe el lustre de la pureza, la bondad y la gracia... Lleva la belleza escrita en el rostro».


«Eso es lo que te tiene atrapado, amigo, su rostro».


Afirmó con la cabeza, pero no podía quitarse su imagen de la mente. Estaba atrapado, igual que un colegial.


Se acercó al mueble bar, se sirvió una bebida y la bebió muy despacio.


«Muy bien, ya me tiene», se dijo dejando el vaso de un golpe. «Pero no soy ningún imbécil. Sé interpretar el carácter de las personas y Paula Chaves no tiene el carácter de una criminal, no le gusta hacer daño a la gente».


«Pero ni siquiera parpadeó a la hora de recoger tu cheque de cuatrocientos mil dólares, ¿o sí?»


Miró la pulsera. Aquello no encajaba. Si no llegaba al final del asunto...


Levantó el teléfono.



****

Paula se había ido a la cama, pero no podía dormir. Estaba despierta, ojalá pudiera dejar de pensar.


Cuando sonó el teléfono, lo primero que pensó fue que sería su madre y se apresuró a responder.


—¿Sí?


—¿Paula?


—Sí —respondió aferrándose al teléfono. La había llamado, así que no estaba enfadado porque se hubiera marchado tan de repente.


—Escucha, tenemos que hablar.


—No, por favor, yo... —se interrumpió, había cosas que no estaba preparada para compartir.


—De acuerdo. No hablaremos. Sólo... vamos a dar una vuelta.


—¿Una vuelta? ¿Adónde?


—A cualquier parte. Nos meteremos en la autopista y ya está. ¿No quieres?


—Oh. Oh, sí.


Sí, le gustaría, sola con Pedro, solos en el coche, yendo a ninguna parte, sin pensar en nada.


—Bueno, mañana te recojo a las siete, nos iremos todo el día.


—Pero tengo que trabajar.


—Ya sabes lo que dicen sobre trabajar sin parar y no tomarse un día de descanso. Puedes tomarte el día libre, ¿no?


—Sí, pero...


Estaba pensando en las solicitudes que tenía encima de la mesa. Cosas que tenía que terminar antes de marcharse.


—Y como vas a irte muy pronto...


Y no volvería a verlo. Le dio un vuelco el corazón. Sólo quería estar con él, un día entero.



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