viernes, 9 de febrero de 2018

BAILARINA: CAPITULO 24





Saludó a los reporteros que conocía y fue a sentarse junto a Sam Wells, del Tribune. 


Estaban inmersos en una discusión sobre quién ganaría el playoff del Open de la Asociación de Golfistas profesionales cuando los miembros de la agencia ocuparon sus lugares en el estrado. Pedro iba a responderle a Sam que, al contrario que él, no le daba a Watson ninguna oportunidad, cuando vio que una mujer tomaba asiento junto al presidente de la mesa. Una mujer que llevaba un elegante vestido negro con un pañuelo que acentuaba el atractivo de sus ojos azules. Una mujer con un rostro encantador y una melena corta y rizada. 


Paula Chaves.


¿Qué diablos estaba haciendo allí?


El presidente se levantó para saludar a los presentes y presentó a su colegas, de los cuales a Pedro sólo le interesó uno.


—La señorita Paula Chaves, jefa de la sección de concesión de préstamos.


Aturdido, Pedro trató de conciliar aquel puesto con la bailarina de un tugurio. ¿Qué le había dicho Paula de su trabajo?


No mucho. Tan poco como del resto de su vida. 


Sólo, que trabajaba para el Estado de California.


Pero él la había imaginado en algún puesto sin importancia y había llegado a pensar que trabajaba como bailarina para conseguir unos ingresos suficientes para sostener el lujoso piso que compartía con Angie. Hasta que le quitó los cuatrocientos mil dólares, lo que ya suponía un suplemento espléndido a sus ingresos.


«Tranquilízate», se dijo al darse cuenta de que respiraba apresuradamente. Debía haber alguna razón, alguna explicación para lo que había hecho. Algo que la disculpara, o eso quería creer. Aunque quererlo, pensaba con desconsuelo y contrariamente a las opiniones de Angie, no bastaba para que fuera realidad.


Paula lo había visto y lo saludó con una sonrisa. 


Él se la devolvió y asintió, esperando que la expresión de su rostro no revelara las conjeturas en que estaba sumido. Jefa de la sección de concesión de préstamos.


Era un puesto clave. El más conveniente para quien se propusiera estafar al gobierno, y alguien tan malvado como Deedee Divine...


No escuchó una palabra de la charla del presidente, ninguna pregunta de los demás periodistas, ninguna respuesta de los empleados del Estado. Nada, hasta que el presidente se refirió a Paula.


—La señorita Paula Chaves, que empezó a trabajar con nosotros gracias a excelentes recomendaciones y después de hacer un máster en la Universidad de Stanford, viene haciendo un trabajo excelente y está aquí para explicarles nuestra política de préstamos y responder a las preguntas que puedan tener.


Paula se levantó para hacer frente al público. 


Era una Paula Chaves que él no conocía. Era una mujer competente y con gran seguridad en sí misma, eficaz y, para su sorpresa, muy tranquila. ¿Acaso no sabía que se enfrentaba a una sala llena de tiburones, listos para comérsela viva gracias al asunto de Eric Saunders?




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