lunes, 15 de enero de 2018
LA AMANTE DE LOS VIERNES: CAPITULO 15
Pasearon por el enorme terreno durante un par de horas.
Pedro no entendía mucho de jardinería, pero era evidente que, a pesar de que el lugar estaba muy descuidado, la propiedad era una joya.
Paula descubrió un trozo de plástico, era de un envoltorio de galletas de la misma marca que el paquete que tenía que estar en la bolsa.
—Podría llevar años aquí —le advirtió Pedro, que no quería que se hiciese ilusiones.
—No, limpiamos por aquí la última vez que estuvimos. Tiene que ser Leticia.
Aunque Pedro era escéptico al respecto, acompañó a Paula por el resto del terreno, llamando a la chica a gritos.
Nadie respondió a sus llamadas y un rato después, Paula se miró el reloj, consternada.
—¿Vamos a volver a casa antes de que anochezca? —le preguntó Pedro, ya le había dicho que al alquilar el yate le habían puesto como condición que estuviese amarrado cuando anocheciese—. Si de verdad piensas que está por aquí, deberíamos quedarnos y dar otra vuelta por la mañana —sugirió con naturalidad—. Además, he alquilado el barco para dos días.
Paula se detuvo bruscamente y volvió la cabeza.
—¿Para dos días?
Pedro no se arrepentía de haber tomado aquella decisión.
Quería estar con ella fuera de la habitación de hotel, sin tener que preocuparse porque los descubriesen. Quería ver si conectaban fuera de la cama tan bien como dentro.
Además, si seguían allí no era por su culpa, si Paula no se hubiese empeñado en que la chica estaba allí, podrían haberse ido a casa dos horas antes.
Paula se giró completamente hacia él.
—¿Y si tuviese planes para esta noche?
—Pues decepcionarías a alguien —comentó Pedro con toda tranquilidad. Sintió que su cuerpo reaccionaba al tenerla tan cerca. Se le secó la boca, se le tensaron los músculos del estómago.
—No he traído nada —protestó ella—. Ni ropa, ni cepillo de dientes.
—En el barco hay artículos de tocador de sobra. Y con respecto a la ropa… —la recorrió de arriba abajo con la vista, llevaba puesta una camiseta y unos pantalones cortos blancos, y unas zapatillas de deporte que se le habían ensuciado. Sus mocasines tampoco estaban mucho mejor—. Creo que hay unos albornoces también… —aunque no necesitaban ropa, para lo que se le estaba ocurriendo…
Ella entrecerró los ojos, como si le hubiese leído el pensamiento.
—Te ha salido redondo, ¿verdad?
Tenía razón, le había salido a la perfección, pero no quería tener a Paula enfadada toda la noche.
—Si hubiésemos terminado hace dos horas de explorar el terreno, podríamos haber llegado a casa antes de que anocheciese —le recordó—. De todos modos, hay suficiente comida para la cena y, como habrás visto, hay dos camarotes.
Pedro quería aprovechar aquella oportunidad para que ella también lo conociese. Así le sería más fácil tener una relación pública con él mientras su padre seguía enfermo. Pedro quería que Rogelio y Saul supiesen que, si seguían enfrentándose, podían hacer daño a sus hijos.
La vio luchando consigo misma por permanecer alejada de él. No obstante, sabía que estaba ganándosela. Y utilizaría la irresistible química sexual que había entre ambos para conseguir su objetivo.
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