jueves, 16 de noviembre de 2017

MI UNICO AMOR: CAPITULO 3





—Paula, cariño… —Adrian la saludó al verla—. ¿De dónde vienes? Estuve buscándote.


Le rodeó los hombros para abrazarla de la manera conocida e informal a la cual ella estaba acostumbrada.


—Me aislé unos minutos —explicó casi sin aliento—. No podía concentrarme con tanta gente.


—Comprendo lo que dices —asintió—. Desde que se inició la fiesta no he tenido ni un minuto a solas, pero no debo quejarme porque ha sido provechoso para el negocio —sonrió y Paula se animó al mirar con afecto a ese hombre al que consideraba como a un hermano.


—Te invito un café —declaró Paula y se dirigieron a la tienda de las bebidas, pero Paula no dejaba de mirar hacia el yate.


Pedro estaba de pie en la cubierta, alto y quieto y su presencia enfurruñada y vigilante, la envolvía como si estuviera a su lado.


—Hamburguesas —comentó Adrian al olfatear con placer el aire cuando pasaron debajo del toldo de lona—. Hace horas que no pruebo bocado; desde el desayuno.


—Hamburguesas serán —ella rió mientras se servía—. No podemos permitir que te vayas desvaneciendo después de que te ha ido tan bien en los últimos años —encontraron una mesa desocupada en el fondo de la tienda, se sentaron y Paula le puso azúcar a su café—. Nunca imaginé que al regresar te encontraría dirigiendo una empresa. Más te vale comer bien para que tengas energías. Lynx Engineering te necesita.


—Hoy tuvimos buena asistencia —dijo Adrian antes de darle un gran mordisco a su hamburguesa—. El clima ayuda, por supuesto. Un día agradable hace maravillas para la venta de entradas. He estado ocupado respondiendo preguntas acerca de nuestros productos. Eso significa que nos harán muchos pedidos.


—Creí que ya tenías demasiado trabajo. De por sí, tu pobre esposa no te ve a menudo.


—No puede evitarse —hizo una mueca—. Necesitamos proyectarnos hacia adelante todo el tiempo, esa es la fuerza impulsora en cualquier clase de negocio.


Paula lo comprendió. ¿Acaso ella no estaba motivada por la misma compulsión interna, la necesidad de proyectarse? Se llevó la taza de café a los labios y de pronto se congeló. Pedro estaba de pie en la entrada de la tienda. No iba solo; una linda trigueña monopolizaba su atención y Paula frunció el ceño por encima del borde de su taza. Él no parecía estar abrumado por el sentimiento de culpa en cuanto a haber abandonado a sus compañeros en el trabajo.


Por encima del hombro de Adrian, Paula vio que la pareja caminaba a un rincón tranquilo para concentrarse el uno en el otro. Paula hizo un gesto de desagrado, bajó su taza y de pronto comprendió que Adrian le decía algo:
—El reportaje de esta tarde deberá ayudarte a establecer tu propia empresa —se limpió las manos con una servilleta—. ¿Ya encontraste algunas posibilidades?


—Unas cuantas —aceptó—. Logré algunos contactos que visitaré en las próximas semanas. ¿Pensaste en nuestro contrato? Estoy segura de que se me ocurrirá algo que pueda simplificarte las cosas.


—Lo hice —aceptó y arrojó la servilleta desechable a un cesto de basura—. Pero tendremos que hablar de eso, y en este momento no me es posible. Dentro de unos minutos tengo una cita con uno de los anunciantes. ¿Qué dices si nos reunimos después de tu trayecto por el río, si es que puedes?


—Me parece muy bien.


No era el momento para revelarle sus preocupaciones anteriores. Se las mencionaría después.


Adrian se puso de pie y le dio un abrazo.


—Entonces, te veré más tarde. Diviértete en el trayecto en yate.


Ella lo observó salir y al mismo tiempo notó que la compañera de Pedro ya no estaba con él. Y a juzgar por su expresión sombría, eso debió amargar a Pedro.






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