martes, 14 de noviembre de 2017

HEREDERO DEL DESTINO: CAPITULO 30





Paula estaba sentada en las escaleras que llevaban a la oficina de la tienda. Se preguntó si estaría de parto, pero se dijo que era ridículo. El parto era algo horrible que le provocaría muchos dolores. Además, todavía le quedaban tres semanas. Llevaba todo el día sintiéndose incómoda, pero no había empeorado. Por lo que no debería ser el parto.


Unos escalones más abajo, Pedro la estaba mirando con el ceño fruncido. Últimamente siempre tenía esa mirada de preocupación aunque intentaba ocultarlo; estaba más nervioso que ella misma.


Ella simplemente quería que todo pasara ya. Quería tener en brazos a su bebé y verse los pies.


—¿Sabes lo que se me ha ocurrido? —le preguntó ella.


—¿Qué?


—Dios hace que las últimas semanas del embarazo sean realmente horribles para que las mujeres deseen dar a luz cuanto antes. Es un plan. Malvado. ¿Y sabes qué más? Las feministas están equivocadas: Dios es un hombre.


Pedro asintió y la miró como si no estuviera bien de la cabeza.


—De acuerdo.


—Sé de qué estoy hablando. Nadie le desearía esto a alguien de su mismo sexo.


Pedro se rió.


Paula, pensó que no iba a poder continuar con los escalones, extendió la mano hacia él y dejó que la ayudara. Entonces, al levantarse le dio una terrible contracción en el vientre. Se quedó sin aliento y volvió a sentarse en el escalón, incapaz de ocultar su reacción.


—¿Qué te ha pasado? —dijo Pedro.


—Estaba preguntándome si estaría de parto —dijo ella de manera ausente, intentando recordar todo lo que le habían dicho.


—¿Desde cuándo te lo estás preguntando? — preguntó él con voz temblorosa.


—Desde que me desperté. Pero no es nada parecido a lo que vimos en la película o lo que describió la matrona.


Él se acercó a ella y la tomó en brazos.


—Deberíamos llamar al médico —le dijo mientras la dejaba en un sillón a los pies de la escalera.


—Pero no estoy tan mal. Quizás sean las famosas contracciones de Braxton Hicks de las que nos habló la matrona. No quiero llegar allí y luego tenerme que volver porque no pasa nada. Me sentiría como una tonta.


—Pau, ¿cuánta gente dirías que ha nacido a lo largo de la historia del mundo?


Ella se quedó mirándolo. Aquella pregunta era una tontería.


—Trillones, ¿por qué?


Él la miró con una sonrisa.


—Todas han tenido los mismos síntomas. Vamos a llamar al médico.



****

Margarita tenía razón. Todos los temores pertenecían ya al pasado.


Paula estaba sentada en la cama mirando a su hija preciosa. 


El aroma dulce de Malena flotaba en el aire y tenerla en brazos, junto a su pecho, era la sensación más maravillosa que había sentido en la vida. Tenía el corazón henchido de felicidad.


Llevaba todo el día en una nube. Sonrió de nuevo y sintió que le dolía la cara de tanto sonreír. Pero, al igual que el parto, se trataba de un dolor bueno.


Pedro estaba sentado a su lado en la cama del hospital. Se acercó un poco más y le acarició la mejilla a Malena.


—Tenías prisa por llegar, ratita. Tanto practicar y, al final, el tío Pedro casi se lo pierde todo.


—Siento que no pudieras ayudarme con la respiración...


—Lo hiciste todo a la perfección —dijo Pedro, con sinceridad—. Incluida esta preciosidad de aquí. Eres la niña más preciosa que he visto en la vida, Malena. Igual que tu madre.


—En realidad se parece a mi madre—dijo Paula, esperando que Pedro no se sintiera desilusionado porque la niña no se parecía a German.


—Menos mal que no se parece a mi hermano. Era un bebé horrible —dijo él bromeando.


Pedro, eres terrible. Ningún bebé es feo.


Pedro se echó para atrás y sonrió.


—¿No me crees? He visto fotos. Nuestra niñera tuvo que atarle una chuleta el cuello para que el perro jugara con él.


—No es cierto. Y sé que nunca tuvisteis un perro—lo acusó, conteniendo la risa.


—De acuerdo, papá, fuera. Estas dos señoritas necesitan descansar —le dijo una enfermera robusta mientras entraba en la habitación con una pila de toallas y sábanas.


Paula abrió la boca para corregirla, pero Pedro meneó la cabeza.


—No —le susurró al oído—. Déjame que disfrute de la sensación un rato —le besó a Malena en la cabeza y después capturó la boca de Paula con un beso que le paró el corazón—. Hasta luego, Pau —le dijo y se puso de pie—. Volveré a ver qué tal están mis chicas esta noche —le dijo a la enfermera y se marchó silbando.


Otro milagro: Pedro Alfonso silbando.


¿Estaría empezando a ver posibilidades para un futuro juntos?





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