martes, 14 de noviembre de 2017

HEREDERO DEL DESTINO: CAPITULO 32






Paula entró en la casa con una bolsa para cambiar al bebé al hombro y la niña en sus brazos. Le sorprendió que Pedro no estuviera allí. Normalmente comían juntos y él se quedaba con Paula hasta que se despertaba para comer. Después, la cambiaba y se la llevaba a la tienda.


—Bueno, pequeña, parece que el tío Pedro nos ha dejado solas hoy —había llegado a depender de él demasiado.


Sintiéndose más decepcionada de lo que estaba dispuesta a admitir, Paula dejó a Malena en la cuna y fue a ver lo que había en el frigorífico. Su contestador automático estaba parpadeando al entrar en la cocina. Había dos mensajes de clientes. El tercero era de Pedro:
—Paula, estabas ocupada con un cliente cuando pasé para hablar contigo. Tengo que ir a Devon. Un... un cliente tiene un problema que creo que podré resolver; aunque no es... no es fácil. Quizá tenga que quedarme a pasar la noche, dependiendo de las personas con las que tenga que hablar. No estoy seguro. Intentaré llamarte esta noche, pero quizás esté en la carretera. Dale un beso a la pequeña de mi parte y no me esperes levantada


Paula sintió que el estómago se le encogía. Pasaba algo. 


Volvió a escuchar el mensaje, intentando identificar qué era lo que había oído en las palabras de Pedro que le habrán hecho sentir eso.


A la tercera vez, lo entendió. Sonaba igual que el día que le había mentido sobre los bocetos. Estaba mintiendo.


Se sentó en el taburete que había en la isla central. ¿Por qué tenía que mentirle? ¿Habría quedado con otra mujer?


Cerró los ojos y recordó la imagen de él con Lindsey Tunner el día siguiente a haber estado con ella. No. No podía pensar así. Ellos eran una familia. Él todavía se guardaba una parte para sí. Era la parte de él en la que no confiaba ni él mismo. 


La parte que creía que lo unía a su padre.


Sabía que la deseaba pero se mantenía alejado. Estaba claro que todavía pensaba que no podía tener nada con ella.


Paula sabía que no era así, pero Pedro tenía que convencerse por sí mismo. Tenía que aprender a confiar en él antes de comprometerse con ella. A veces veía en sus ojos una expresión de deseo y temor. De soledad. Como si él estuviera allí con ella pero sintiera que estaba mirando desde fuera. Ella había jugado con la idea de seducirlo para que se enfrentara a sus sentimientos y comprendiera los de ella. Pensaba que no era una mala idea, pero necesitaba unas semanas más antes de considerarlo siquiera.


Paula acabó de terminar de comer cuando Jerry la llamó. 


Había llegado la pieza que faltaba para el calentador de la terraza y tenía que ir a colocárselo. Pedro lo sabía pero no estaba en casa y tampoco le había dejado la llave donde siempre. Se imaginaba que esa noche iban a bajar las temperaturas por lo que quería resolver el problema.


Paula le dijo que iba para allá para abrirle. Hacía mucho frío por lo que arropó bien a Malena, la metió en la parte de atrás del asiento y condujo al otro lado de la carretera.


—No sé por qué se habrá olvidado —dijo Jerry al salir de la camioneta—. La verdad es que lleva dos días un poco extraño. ¿Podrías pasar para ver sí la chimenea es la que elegiste? Pedro tampoco estaba seguro.


—No me dijo nada. Voy por la niña.


—De acuerdo, mientras tanto, voy a reparar el calentador para que la pequeña no se congele.


—Gracias —dijo ella mientras iba por la pequeña.


Entró en la casa de Pedro con Malena durmiendo plácidamente. Fue a dejar el canasto sobre la mesa y vio su nombre en unos papeles que había allí encima. Papeles legales.



El tribunal del condado de St. Marys, Maryland... en la causa de la custodia de la niña menor Malena Chaves... Marcos Alfonso y Pamela Alfonso contra Paula Chaves.
Se alegaba que la señora Chaves…



El corazón le latía a toda velocidad. No podían hacerle eso. 


Los padres de Pedro no podían estar demandándola para quedarse con la custodia de la niña.


Se puso de pie de un salto, llena de miedo y de furia. Decían que no quería al bebé. Querían quitárselo. 


No se lo permitiría.


Lo que era más importante, Pedro tampoco. Sabía que él no lo haría, Al menos; no, sin luchar. Pero, ¿por qué no se lo habría dicho? ¿Por qué tenía él esos documentos? 


Probablemente, estaría preocupado y no habría querido que ella se preocupara. Por eso los habría interceptado. Por eso había estado tan raro y le había mentido en aquel mensaje.


Intentó recordar exactamente lo que le había dicho y se imaginó que el problema del que hablaba era ella. Sintió que la sangre le hervía. Volvió a mirar los papeles e hizo un esfuerzo por no llorar. Había tenido razón siempre con respecto a esa gente. Entonces, se marchó corriendo con su hija. No iban a ponerle las manos encima.





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