miércoles, 11 de octubre de 2017

PLACER: CAPITULO 10





Nada más entrar en su habitación, Paula escuchó el ruido de la puerta de un coche cerrándose. Sin pensarlo dos veces, se asomó a la ventana, para ver a Pedro que regresaba a casa. Llevaba dos noches saliendo. Y probablemente con Olivia.


Paula miró el reloj que había sobre la estantería y comprobó que era más de medianoche. Pedro no la podía ver porque la habitación estaba prácticamente a oscuras.


Si venía de estar con Olivia, ¿habrían hecho el amor? Paula sintió un nudo en el estómago. No soportaba imaginarse los labios y las manos de Pedro acariciando el cuerpo de otra mujer.


De repente se dio cuenta de que él se había quedado parado delante de la casa mirando en dirección a su dormitorio.


Los latidos de su corazón se aceleraron y se apartó de la ventana. ¿La habría visto? ¿Qué habría pensado?


Se asomó de nuevo con sumo cuidado, pero él ya se había marchado.


Se metió en la cama y escuchó que el reloj del vestíbulo daba las tres. Ya era hora de cerrar los ojos. ¡Y de olvidarse de Pedro!



****


Pedro había visto a Paula asomada a la ventana. Estuvo tentado un instante a mandarlo todo a paseo y a ceder a su deseo de subir a la habitación de Paula. ¿Y después qué?


Le haría el amor de forma ardiente y apasionada.


Seguramente Paula no le dejara ni tocarla. ¿En qué estaba pensando? No podía dejarse llevar por las emociones. Era mejor no desear lo imposible porque se iba a volver loco.


Se dirigió a la cocina por una cerveza y tuvo que contenerse para no parar frente a la habitación de Paula.


La fiesta había sido aburrida. No había sucedido nada interesante en toda la noche. Cuando todos los invitados se habían marchado, Olivia lo había invitado a dormir con ella. 


Pedro se había inventado una excusa y ella se había molestado.


Estaba solo, tendido sobre la cama. Solo con sus pensamientos atormentados. Tenía que haberse quedado a dormir con Olivia, así por lo menos habría evitado pensar en Paula y en su hijo. No sabía por qué, pero aquel niño no se le iba de la cabeza.


Si al menos hubiera logrado que Paula se hubiese quedado embarazada aquella ocasión en la que habían hecho el amor sin protección, su vida habría sido completamente diferente. 


En ese momento tendría a su niño, a su hijo.


Nunca más iba a tener la oportunidad, aunque lo deseara. 


Según el doctor no tenía muchas posibilidades de ser padre. 


Un caballo le había dado una coz en la entrepierna poco después de que Paula lo hubiera abandonado.


En aquella época había estado tan rabioso y tan dolido con Paula, que el diagnóstico apenas si le había afectado.


Después de tan mala experiencia, las mujeres le habían generado rechazo. La herida que Paula le había causado había tardado mucho en cicatrizar.


Sin embargo al ver al hijo de ella, había sido consciente de la tremenda repercusión del accidente. Era como si le hubieran echado un jarro de agua fría. Además, por si fuera poco, no les había contado nada de la incapacidad a sus padres. No tenían ni idea de que no les iba a poder dar esos nietos que tanto ansiaban.


Maldición. Teo debería de haber sido hijo suyo.


Apuró la cerveza y dejó la botella vacía en el suelo. La habitación no dejaba de girar en su cabeza. Quizás ya estuviera lo suficientemente borracho como para caer redondo. Sin quitarse la ropa, se estiró en la cama y trató de olvidarse de que tenía una erección.


No podía dejar de fantasear con Paula.




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