miércoles, 6 de septiembre de 2017

UN MARIDO INDIFERENTE: CAPITULO 15




Avanzaron por caminos bordeados de flores hasta que el agua cristalina de la piscina apareció ante ellos. Era grande, de forma irregular y rodeada de césped en las zonas soleadas y de pequeñas mesas bajo los árboles. Un café al aire libre en un extremo servía bebidas y comida. No estaría mal pasar allí unas cuantas horas.


Volvieron al edificio principal que contenía el restaurante así como la tienda de deportes.


—Iré a hacer mis llamadas y después al campo de golf. Nos reuniremos a las seis en la terraza del restaurante. ¿Te parece bien?


Ella asintió.


—Bien. Allí te veré.


Se metió en la tienda cruzándose por delante de una joven oriental que salía en ese momento. De procedencia india, tenía el largo cabello negro brillante y los ojos muy negros. Incluso con sólo una mirada, Paula notó que era extremadamente bonita. Miró a su alrededor dentro de la tienda para orientarse.


—¡Pedro! —oyó a la mujer a sus espaldas.


De forma automática, Paula se dio la vuelta para verla abrazar y sonreír a Pedro.


—Hola, Ghita —la saludó él animado.


—Lisette me dijo que venías. Esperaba poder ponernos en contacto.


Tenía una voz bonita y un acento sexy y llevaba un sencillo vestido de color blanco que se ajustaba como un guante a sus curvas perfectas.


—Ya sabes —siguió la chica—. Yo no…


Paula no pudo oír el resto y se quedó mirando como los dos desaparecían de la vista. Comprendió que se había quedado mirando al vacío sin moverse con la boca seca como el polvo. Tragó saliva y se dio la vuelta para empezar de nuevo su exploración de la tienda.


Una hora más tarde tenía lo que buscaba: un bikini, un pareo para cubrirse, unas gafas y crema solar, hidratante y maquillaje. También compró un largo vestido de algodón al estilo tradicional malayo de color blanco y azul índigo. Esa noche se lo pondría en el restaurante.


En vez de volver a la habitación, donde podría encontrarse a Pedro y, que Dios no lo permitiera, a la mujer llamada Ghita, se cambió en las duchas y se aposentó en una mecedora. Después de ponerse crema con filtro solar por todo el cuerpo, cerró los ojos y suspiró.


¡Qué bendición!


Pero no por mucho tiempo. Voces. Risas. Gente ocupando la mesa de al lado. Las palabras y frases le llegaban a los oídos. Algo acerca de una cena, una fiesta y un partido de tenis. Dos chicas, por el tipo de conversación y una de las voces le resultó conocida.


Paula se dio la vuelta y miró entre las pestañas. Ghita, como había sospechado. Estaba sentada en una mesita muy cercana con otra mujer, una alta rubia. Ambas jóvenes, en el comienzo de la veintena. Ambas llevaban bikinis y estaban sorbiendo sus bebidas. Ghita se inclinó un poco hacia adelante y apartó su bebida.


—¡Adivina con quién me he encontrado hace un minuto!




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