sábado, 23 de septiembre de 2017

AMIGO O MARIDO: CAPITULO 13




La cabeza morena de Pedro sobre la piel pálida de su pecho era la imagen más erótica que Paula había visto jamás. Gritó cuando él le lamió un pezón y lo torturó con los labios.


Paula permaneció envuelta en una deliciosa nebulosa sensual hasta que los centros de placer de su cerebro se sobrecargaron. ¡No soportaba más aquella agonía! Se aferró con frenesí a la piel dorada de la espalda de Pedro, y dejó marcas rojas con las uñas al bajar las manos a la carne firme de sus glúteos.


—¡Si no haces algo, moriré! —dijo con sinceridad.


—No serás la única —repuso Pedro con voz grave.


Paula apenas se percató de que Pedro se estaba quitando la ropa. De repente, Pedro deslizó sus manos fuertes por debajo de los glúteos de Paula, y ella oyó el ruido del encaje al rasgarse un segundo antes de que él se acomodara entre sus piernas. Sintió el extremo duro de su erección contra el vientre. La cruda realidad de lo que estaba a punto de hacer la asaltó en ese momento, pero lo que más la sorprendió fue que no estaba asustada.


Con las uñas grabando medias lunas en la delicada carne de sus palmas, Paula levantó los brazos por encima de la cabeza.


—Quiero ver... —dijo, y le dirigió una mirada febril. Ansiosa por incrementar el contacto íntimo, movió y giró las caderas de forma incansable bajo las de Pedro.


Pedro cubrió las manos de Paula con las suyas y las inmovilizó a cada lado de su cabeza.


—¿Qué quieres ver?


—A ti.


Fue increíble ver cómo la penetraba despacio, hasta que a todos los efectos, se hicieron uno. Y aún más increíble, por no hablar del placer indescriptible que le procuraba, fue que su menudo cuerpo pudiera acomodarlo. Paula estaba sollozando de asombro cuando sus miradas se cruzaron. 


Aunque no hubiera nada más, era la sensación más maravillosa que había experimentado en toda su vida.


—¿Era esto lo que esperabas?


Paula movió la cabeza. Todavía no se habían inventado las palabras que pudieran describir con precisión una experiencia tan erótica. Además, temía abrir la boca porque estaba sucumbiendo a un deseo casi abrumador de decir que lo amaba.


—¿Y esto?


Pedro empezó a moverse. Paula cerró los ojos con fuerza al ver que aquello mejoraba. No estaba segura, pero creyó haber gritado algo al respecto justo antes de que las lentas embestidas de Pedro se tornaran más vigorosas. Mucho más vigorosas.


Después, no hubo más pensamientos, solo el ritmo fiero y primitivo que la arrastró hasta la cima de un climax desgarrador. Apenas unos segundos después, oyó gritar a Pedro y sintió cómo se liberaba dentro de ella.


Una vez saciada, Paula podía comprender por qué los dos habían tenido tanta prisa por llegar al final del viaje.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario