sábado, 3 de junio de 2017

LA BUSQUEDA DEL MILLONARIO: CAPITULO 5




Paula permaneció inmóvil. Esperó a que la fila que se dirigía hacia el escenario disminuyera. Parecía que todo el mundo quería un trozo de Pedro Alfonso y ella se preguntó por qué. 


¿Qué había hecho él para inspirar tanto entusiasmo y excitación en el mundo de la ingeniería? Decidió que lo investigaría en cuando regresase a su casa.


Cuando por fin hizo ademán de abandonar la sala, Pedro saltó del escenario y se dirigió directamente hacia ella. Paula no se sorprendió. Desde el momento en el que sus miradas se cruzaron había sabido que él la perseguiría. Por el momento, se lo permitiría.


—¿Le gustaría tomar conmigo una taza de café? —le preguntó él.


Ella inclinó la cabeza a un lado. Interesante. No se había andado por las ramas.


—Hola —respondió mientras extendía la mano—. Paula Chaves. Es un placer volver a verte.


Se sorprendió al ver que él se detenía en seco. Comprendió que él estaba recordando.


—Nos hemos visto antes.


—No te acuerdas de mí, ¿verdad?


—No.


Ahí estaba el Pedro que ella recordaba.


—Tal vez lo recordarás mientras tomamos café.


Se cruzó de brazos sobre un impresionante torso.


—¿Por qué no nos ahorras tiempo a los dos y me refrescas la memoria?


—No lo creo. Será más divertido del otro modo.


—Divertido —repitió él como si la palabra le resultara repugnante.


Paula comprobó que él había crecido desde la última vez que lo vio.


—Sí. Divertido. Adjetivo, algo que nos da placer o alegría. Cuando es verbo, divertirse, jugar o bromear. Es que tengo memoria fotográfica.


Por alguna razón, aquella explicación relajó a Pedro y le animó a esbozar una pequeña sonrisa.


—Gracias por la explicación. No conozco bien esa palabra.


—Me siento escandalizada. ¿Y «trabajo»? ¿Conoces bien esa?


—Bastante.


—¿Por qué no me sorprende?


—«Sorprender». Cuando algo inesperado causa asombro o fascinación.


Paula se echó a reír. Se sentía muy sorprendida y fascinada por el hecho de ver cómo Pedro se reía con ella. Sin poder contener el impulso, le agarró una mano.


—Creo que has dicho algo sobre ir a tomar una taza de café.


Pedro observó las manos de ambos durante un largo instante. Entonces, la miró a ella. El fuego ardía en la brillantez de aquella mirada, un apetito y un anhelo que Paula no podía malinterpretar. Una potente calidez le recorrió todo el cuerpo y le llegó en cuestión de segundos al centro de su ser. Allí, generó un deseo tan poderoso como el que se reflejaba en los ojos de él. Desde el momento en el que entró en la casa de los padres de Paula, él había ejercido aquel efecto sobre ella. Al menos, eso no había cambiado.


—Creo que un café sería un excelente comienzo —afirmó él.


—¿Un excelente comienzo? ¿Y el final? —se atrevió ella a preguntar.


—Creo que los dos conocemos la respuesta a eso.


Así era. Terminarían en el mismo lugar en el que habían terminado la última vez que habían estado juntos.


En la cama.







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