sábado, 3 de junio de 2017
LA BUSQUEDA DEL MILLONARIO: CAPITULO 3
«Pedro Alfonso».
Paula Chaves se detuvo en seco en el momento en el que vio el nombre en el centro del tablón de anuncios del Coronation Hotel. La suave luz del atardecer iluminaba la bella foto en blanco y negro, que amenazaba con ponerla de rodillas. La llamativa bolsa fucsia que llevaba se le cayó al suelo, dejando que pinturas, pegatinas y juguetes varios para niños pequeños se desparramaran por el suelo.
Era él.
Ciertamente, era un hombre muy diferente del que ella había conocido diez años antes. Aquel hombre parecía más duro, más fiero que el que ella había conocido. Sus ojos eran los mismos y revelaban la cautela que ella recordaba tan claramente, como si fuera un animal constantemente en estado de alerta. De hecho, aquella cautela parecía más intensa e iba acompañada por una expresión de cinismo.
Estudió cada rasgo de la fotografía y trató de encontrar más cambios. No tardó en hacerlo. El tiempo había grabado ciertas líneas de expresión en los fuertes rasgos masculinos.
Las más profundas enmarcaban una boca demasiado dura.
A lo largo de los años, parecía haber adquirido una frialdad que ella esperaba que fuera solo un requerimiento del fotógrafo más que un reflejo verdadero de la personalidad del hombre.
A pesar de aquellos cambios tan preocupantes, el deseo y la alegría se apoderaron de ella. Extendió la mano para acariciar la imagen y esbozó una temblorosa sonrisa.
Después de tantos años, se habían vuelto a encontrar. En realidad, no se habían encontrado. Ella lo había encontrado a él.
¿Estaría él tan contento de verla como ella a él? ¿Se acordaría de ella? Considerando lo mucho que ella había cambiado, posiblemente no. Sin embargo, ella sí lo recordaba a él y también se acordaba de todos los momentos de los tres meses de verano que habían pasado juntos. Se rio en voz alta y llamó la atención de los demás.
No le importó. Tenía la posibilidad de volver a ver a Pedro.
Se agachó y recogió todas sus pertenencias mientras leía la información que aparecía en el tablón. Parecía que Pedro se había hecho un hueco en el mundo de la ingeniería. Se alegraba por él. Iba a empezar su discurso en menos de cinco minutos. Excelente. No tenía nada más que hacer aquella tarde. Seguramente no le importaría a nadie que ella asistiera a aquella conferencia, considerando que Pedro y ella eran viejos amigos… por no decir viejos amantes.
De hecho, él había sido su primer amante, el más especial de todos. Paula jamás lo había olvidado. Jamás había conocido un amor tan maravilloso como el que había compartido con él. Jamás había encontrado a un hombre que lo igualara. Generoso. Paciente. Amable. Alguien que se aferrara a la vida a pesar del torbellino de su pasado…
¡Tenía tantas ganas de verlo!
En la puerta de la sala de conferencias había dos hombres que comprobaban las acreditaciones que debían llevar antes de permitirles la entrada. Paula esperó a que los dos se distrajeran antes de colarse en la sala repleta. Ya era imposible encontrar un asiento libre y muchos de los asistentes habían empezado a colocarse de pie. Vio por fin un hueco libre cerca de la primera fila. No quería estar tan cerca porque iba vestida informalmente y la mayoría de los asistentes iban con traje y roja, que era perfecta para firmar libros para niños, la hacían destacar entre los que le rodeaban.
Se acomodó por fin en su lugar y sonrió a los dos hombres que tenía a ambos lados. Ellos no le sonrieron a ella sino que, más bien, parecieron diseccionarla con la mirada y no de un modo precisamente sexual. Era más bien como si ella representara una ecuación que no supieran resolver.
Cuando estaba a punto de marcharse, las luces se hicieron más tenues y un hombre se acercó al podio. Todo el mundo guardó silencio. El hombre no perdió tiempo alguno. Empezó a presentar a Pedro Alfonso, repasando una larga lista de credenciales y logros. Por fin, se hizo a un lado y miró con expectación hacia el lado izquierdo de la sala.
El silencio se apoderó del auditorio. Los asistentes estiraron el cuello esperando ansiosamente la salida del orador.
Entonces, apareció, avanzando por el escenario con la gracia felina que ella recordaba de su juventud. Los recuerdos la invadieron. El día en el que él entró en la casa de sus padres, como una pantera esperando atacar o ser atacada. La línea que había trazado para protegerse y mantenerse alejado de los demás, una línea que a ella le había encantado superar. La maravillosa noche en el lago donde sus ropas habían terminado en el suelo y los cuerpos de ambos se habían fundido. Aquella deliciosa inocencia que se había transformado en apasionado conocimiento.
La mirada de Pedro recorrió la sala con impaciente desdén.
Entonces, comenzó con su conferencia. A pesar de que Paula solo comprendía una palabra de cada veinte, los tonos profundos y ricos de su voz la hipnotizaban como al resto de los asistentes.
Pedro había cambiado desde que los dos estuvieron juntos por última vez. Ella también. ¿Le habría reconocido si se hubieran cruzado por la calle? Posiblemente. Si se esforzaba mucho, aún era capaz de reconocer al muchacho en el hombre en el que se había convertido.
—Genial. En lo que se refiere a la creación de sensores robóticos, Alfonso es el mejor del planeta —comentó alguien de la primera fila con admiración.
Paula volvió a centrar su atención en Pedro. No tenía ni idea de qué significaba todo aquello, pero se sintió muy impresionada de que a Pedro se le considerara el mejor del planeta. ¿A qué precio? Lo estudió más detenidamente.
Tenía los rasgos más duros y más definidos que cuando tenían dieciocho años. Bueno, casi dieciocho. Aún tenía aquel brillo peligroso en la mirada de sus ojos dorados, como si fuera un felino. Su cabello era casi negro como el ébano y lo llevaba casi tan largo como solía llevarlo tantos años atrás. No llevaba traje. Se había decantado por una camisa negra y pantalones del mismo color que parecían tragarse toda la luz del escenario y lo dejaban envuelto en sombras.
¿Dónde estaba el Pedro que ella recordaba? ¿Quién era aquella criatura que había ocupado su lugar? Había cambiado de un modo que desafiaba su capacidad para identificarlo. Antes, no había sido tan reservado ni tan gélido.
Si lo observaba en aquellos momentos, se daba cuenta de que todo había cambiado. Ya no era abierto, sino cerrado con fuerza sobre sí mismo. Sospechaba que ya raramente se reiría. Lejos de sentirse encantado con el mundo, lo observaba con una mirada cínica que lo eclipsaba todo.
¿Qué le había ocurrido? Le dolía ver que él ya no se parecía en nada al personaje que ella había creado para sus libros de cuentos, el personaje en el que había basado los recuerdos que tenía de él. ¿Cómo se podía haber equivocado tanto? Justo entonces, la mirada de Pedro se detuvo sobre ella. Algo muy extraño ocurrió entre ellos. ¿La habría reconocido? ¿La recordaba después de tanto tiempo?
No era probable, dado que su apariencia había cambiado mucho en aquellos diez años. Los ojos de él relucieron bajo los focos como si fueran de oro.
En ese momento, Paula decidió que, pasara lo que pasara, antes de marcharse de allí descubriría qué era lo que le había ocurrido a Pedro. Aprovecharía la oportunidad de enfrentarse con el pasado, con un pasado que jamás había podido olvidar. Se demostraría que lo que habían tenido juntos no había sido tan especial dado que, evidentemente, él ya no era la maravillosa persona que había sido.
Entonces, por fin podría dejarlo en el pasado y seguir con su vida.
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