sábado, 20 de mayo de 2017

IRRESISTIBLE: CAPITULO 13




Cuando volvió a bajar a la cocina, ella estaba sacando los platos del lavavajillas.


—Tus cosas… —dijo en voz baja, devolviéndole la bolsa y el termo.


—Gracias.


—¿Esto es por lo de ayer, Paula? Porque si es así, ya he admitido que me pasé de la raya. Podemos dejarlo ahí.


—¿Tan malo es lo que tienes que contarme? ¿Tanto como para que intentes cambiar de conversación a toda costa?


Pedro suspiró. Había cometido un error… Y eso era algo que se lo comía vivo. Casi tanto como verse obligado a pedir la baja. Él no necesitaba unas vacaciones, necesitaba trabajar.


Y si no sintiera aquel extraño deseo de protegerla, le diría la verdad y acabaría con todo. Él odiaba las mentiras.


—Fue hace un mes… —empezó a decir, pero tuvo que aclararse la garganta—. Debíamos detener a un delincuente peligroso y sabíamos que tenía armas, así que fuimos preparados.


Pedro tragó saliva. ¿Hasta dónde podía contarle? Lo suficiente para tranquilizarla y no tanto como para descubrir la verdadera razón por la que estaba allí.


Paula cerró la puerta del lavavajillas y volvió a mirarlo fijamente. Y él, sin saber qué hacer con las manos, las metió en los bolsillos del pantalón.


—Cuando reunimos información sobre un caso, normalmente es lo suficientemente completa para trazar la mejor táctica posible. Todo estaba bien organizado, todo el mundo sabía cuál era su trabajo. Pero él sabía que íbamos a buscarlo. No sé si nos vio o alguien le dio la información, pero nos recibió en la puerta.


Pedro levantó la mirada un momento. Paula no podía saber lo duro que era para él contarle aquello. Mientras hablaba, las imágenes que había intentado olvidar por todos los medios volvían a su cabeza. Imágenes a cámara lenta, cuando en realidad, todo ocurrió en unos segundos. El momento en el que se dio cuenta del desastre…


—Él disparó y nosotros devolvimos los disparos. Debes entender que según la información que teníamos, estaba solo. Y no había razones para desconfiar. Pero no estaba solo. Había una chica, su hija. Murió de un disparo.


—¿La disparaste tú?


—¿Yo personalmente? No.


—¿Entonces por qué cargas con la culpa?


¿No era suficiente haberle contado la verdad? ¿Por qué tenía que seguir haciendo preguntas? Daba igual quién hubiese apretado el gatillo, había sido un error fatal.


—Era mi equipo, Paula. Yo estaba a cargo de esos hombres.


—Fue un error, un error trágico…


Pedro sacó las manos de los bolsillos.


—No lo entiendes. Yo no puedo cometer errores. ¿Dirías lo mismo si hubiera sido Juana? ¿Si hubiera sido tu hija la chica que murió?


Luego se dio la vuelta para salir al porche. Necesitaba respirar un poco de aire fresco. Contárselo a Paula, había vuelto a enfurecerlo. Sencillamente, no había sitio para ese tipo de errores en su trabajo. Preocuparse por matar a un inocente o perder a un miembro de su equipo, era mucho más importante que el peligro para su propia vida.


Su jefe le había dicho que la baja no era negociable, aunque lo único que Pedro quería era volver al trabajo. Necesitaba concentrarse en algo, no tiempo libre para pensar en todo lo que había hecho mal. Pero luego esa baja se había convertido en parte de una misión, y eso le gustaba aún menos.



****


Paula salió al porche tras él y puso una mano en su brazo, pero Pedro se apartó.


—Lo siento. No debería haber insistido en que me lo contaras.


—Ahora que lo sabes puedes dejar de preguntar.


El brusco tono la hizo dar un paso atrás, y Pedro se odió a sí mismo por hacerle daño. Ésa era precisamente la razón por la que le gustaría decirle la verdad.


No quería mentirle a Paula. Podía convencerse a sí mismo de que no le estaba mintiendo, que sólo había soslayado la verdad… Pero era lo mismo. No podía hablarle de su misión y protegerla al mismo tiempo. Y él sabía qué era lo más importante.


—Gracias por contármelo de todas formas.


Al menos su respuesta parecía haberla satisfecho, pensó Pedro, preguntándose cómo sería su relación a partir de aquel momento.


—Tienes que entender una cosa, Paula: Soy un comisario de policía y hago mi trabajo. Y si tengo que lidiar con consecuencias desagradables, lo hago.


—Eso ha quedado muy claro… —murmuró ella, entrando de nuevo en la casa.


Pedro golpeó uno de los pilares del porche, frustrado. Él odiaba la mentira con todas sus fuerzas, pero aquello no tenía nada que ver con la honestidad o la deshonestidad, sino con la protección. Protección para ella, para él, y para toda la comunidad. Sortear un poco la verdad no debería ser tan importante. Paula era algo temporal en su vida y no había sitio para las emociones.


Pero al recordar el beso de la noche anterior se sintió culpable de nuevo.


Culpable porque Paula era, en cierto modo, parte de su trabajo, cuando lo único que él quería hacer era volver a tenerla entre sus brazos.


Pero en aquel momento lo mejor sería mantener las distancias.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario