lunes, 1 de mayo de 2017

CENICIENTA: CAPITULO 14





Pedro tuvo que mover el coche porque estaba obstruyendo el tráfico. Dobló la esquina y entró en el aparcamiento del hotel, deteniéndose junto al contenedor donde estaba el colchón viejo. Apagó el motor, le entregó las llaves a Paula y se volvió para estar frente a ella.


—No sé por dónde empezar a disculparme —dijo él, consciente de que podía estropear aquello con mucha facilidad.


—Déjate de disculpas. Quiero la verdad… Toda. ¿Y puedes encender la calefacción?


—Sin las llaves, no.


Ella se las entregó de nuevo y el arrancó el motor para encender la calefacción.


Estaban tan mojados que las ventanas comenzaron a empañarse, y enseguida el coche empezó a oler a humedad.


La gata estaba temblando e Paula no paraba de acariciarla. 


Ella tenía los dedos helados, y necesitaba quitarse la ropa mojada.


—Esto es una locura. Por favor, deja que te lleve a casa para que te pongas algo seco y comas un poco. Debes de estar muerta de hambre, estás helada, y la gata está temblando.


Ella miró a la gata y algo goteó sobre ella. Podría haber sido una gota de agua del cabello, pero también podría haber sido una lágrima y, al pensarlo, Pedro sintió que se le encogía el corazón.


Estiró la mano y le acarició la mejilla, moviéndole el rostro para que lo mirara.


Entonces, vio otra lágrima deslizándose por su rostro enfadado.


Se la secó con el dedo pulgar y miró fijamente a sus bonitos ojos grises.


—Por favor, deja que te lleve a casa. No tienes que quedarte. Dejaré la verja abierta, podrás marcharte cuando quieras. No te sentará mal, Paula.


—No. Me mentirás, igual que lo hará tu hermana y tus amigos. Pensé que me enfrentaba a Ian, pero vosotros erais los verdaderos enemigos. Ya me habéis echado, y habéis ganado. Enhorabuena. ¿Qué se siente robándole a un bebé?


Le retiró la mano con brusquedad y se secó con furia las lágrimas que no podía contener.


—No hemos…


—¡Sí! ¡Es de ella, Pedro! Ella debería haber recibido esa herencia, y ahora que estoy fuera del hotel será mucho más difícil. Sabía que no debía permitir que me convencieras para que me marchara, pero fuiste muy convincente, tú y tus amigos, y todo era mentira, una manera de libraros de mí. Me parecía demasiado bueno para ser cierto. Incluso te lo dije, y aun así me lo creí. ¡No puedo creer que fuera tan estúpida! Pero no debiste clausurar la puerta. Podría haber entrado otra vez. Y todavía puedo destornillar la madera…


—No —negó con la cabeza—. Es muy peligroso —dijo él, y en ese momento un trozo de tejado salió volando y cayó contra el contenedor.


Paula se mordió el labio inferior y volvió la cabeza para que él no viera que estaba temblando. En ese momento, sonó el teléfono. Pedro contestó y puso el altavoz para que ella pudiera oír lo que Emilia decía.


—¿Alguna noticia?


—La he encontrado —le dijo a su hermana, y oyó como ella suspiraba aliviada.


—Menos mal —dijo Emilia—. ¿Está bien?


—No gracias a ti.


—Oh, Pedro, no. Ya me siento bastante mal. Lo siento de veras. Es sólo que lo de Carmen… Te imaginaba implicado de lleno y ya sé cómo sois los chicos cuando os sentís protectores. Me toca muy de cerca, y siento haber mezclado a Kate con todo esto, no venía a cuento. Mira, iré a hablar con ella para darle una explicación…


—Creo que ya has hablado suficiente por hoy —le dijo él—. No te preocupes, yo cuidaré de ella.


Después de una pequeña pausa, Emilia dijo:
—Bien. Hmm… Dile que lo siento, ¿quieres? Mañana te llamaré.


—De acuerdo.


Colgó el teléfono y se volvió hacia Iona.


—Tengo que llamar a Nico. También te está buscando.


—¿Está preocupado por si recibe una demanda?


Él suspiró y se pasó los dedos por el cabello.


—No. Está preocupado por una mujer que estaba en la calle bajo la tormenta, sin un sitio donde ir por culpa de sus actos —respiró hondo y se aclaró la voz—. No hemos salido para atraparte Paula, sino para apoyarte.


—Pues perdona si no me lo creo —dijo ella y, de pronto, volvió a sentir rabia hacia Emilia—. ¿Cómo se atreve, Pedro? ¿Cómo se atreve a hacer esas acusaciones
sobre mí? ¡Ni siquiera me conoce! No me importa que sea tu hermana, es imperdonable. Yo nunca juzgaría a alguien así como así. ¿Quién se ha creído que es?


Paula se calló y comenzó a mirar por la ventana. No dejaba de llover, pero era mejor que mirar a Pedro y preguntarse si realmente era un buen hombre o si era un ingenuo, tal y como había dicho su hermana. O peor aún, tal y como había dicho él, Georgia no sabía la realidad sobre su vida privada. 


Quizá fuera un abusador sexual y ella no lo sabía.


Estaba a punto de salir del coche cuando cayó un trueno 
cerca de donde estaban. La gata se asustó y maulló. No podía hacerlo. Pebbles moriría y ella no podría soportar ese cargo de conciencia.


Pedro estaba llamando a Nico para decirle que Paula estaba bien y que hablaría con él por la mañana. Nico le encomendó que le pidiera disculpas a Paula de su parte y quizá por eso, o quizá por el hecho de que Pebbles maullaba cada vez más, Paula se volvió y dijo:
—Está bien. Pero sólo lo hago por el gato. Permitiré que me lleves a casa para poder secarla y darle algo de comer. Yo me cambiaré de ropa, y después me contarás exactamente lo que está pasando. Entonces, hablaremos sobre si me quedo o no.


Él suspiró aliviado y asintió:
—Muy bien.





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