sábado, 15 de abril de 2017

MI MAYOR REGALO: CAPITULO 19




Paula oyó a Pedro cuando salió del apartamento al día siguiente.


Desde la puerta de la cocina, observó cómo se subía en el Jeep y se alejaba por la carretera. ¿Adónde iría tan temprano? No estaba previsto que volviera a trabajar hasta el lunes siguiente.


Deseó llamarlo a gritos, preguntarle por qué no se había pasado a verla, como todas las mañanas, por qué huía de ella.


Porque eso era lo que estaba haciendo. Huir asustado.


Habían compartido algo muy especial, algo tan maravilloso que el simple hecho de recordarlo la llenaba de un cálido y hondo placer.


Por fin había dejado atrás sus miedos y había aceptado que amaba a Pedro Alfonso. Lo amaba sin reservas, con una pasión salvaje y atormentadora.


Quizá Pedro no la amaba a ella. O quizá sí, pero no estaba preparado para asumir el compromiso que ese amor entrañaba.


De lo que Paula estaba segura era de que la deseaba tanto como ella lo había deseado a él.


Decidió esperar a que regresara al apartamento. 


Adondequiera que hubiese ido, tarde o temprano tendría que volver. Y, cuando volviera, ella estaría esperándolo. Si por fin había logrado hacer acopio de valor para vencer sus miedos, era el momento de que Pedro superara también los suyos propios.


—No entiendo por qué no quisiste quedarte a desayunar en la granja —gruñó Benjamin mientras colocaba la cazadora de piel en la silla de la cafetería Dawn’s.


—No quería hablar contigo teniendo cerca a Sofia —dijo Pedro, y luego alzó la mirada hacia la camarera rubia que apareció a su lado—  Dos cafés, por favor.


Haciendo un gesto de asentimiento, la chica formó una pompa con el chicle que tenía en la boca y se alejó.


— ¿Bueno, qué sucede? —Inquirió Benjamin—. Tienes un aspecto espantoso. ¿No has dormido? ¿Acaso la cicatriz aún te molesta?


—La cicatriz está sanando perfectamente. Mi problema es mucho más serio —Pedro miró hacia la calle a través de la luna de la cafetería.


Eran las seis de la mañana y todo estaba desierto.


— ¿Más serio que una herida de bala? Debe de ser cosa de faldas. ¿Qué pasa entre Paula y tú?


—Baja la voz, ¿quieres? —Dijo Pedro agachando la cabeza—. No quiero que la gente oiga nuestra conversación. Bueno, voy a mudarme al apartamento de Grove Avenue en cuanto pueda, pero necesito un lugar donde quedarme hasta entonces. Odio pedírtelo, pero...


—Sabes que puedes quedarte con nosotros —Benjamin sonrió a la camarera, que depositó en la mesa las dos tazas de café—. Pero, ¿por qué tienes tanta prisa? Sólo faltan dos semanas para el día uno.


Pedro bajó los ojos y alzó la taza de café. Sopló el hirviente líquido y a continuación tomó un sorbo.


—Necesito alejarme de Paula. Y necesito hacerlo hoy mismo.


—Comprendo —dijo Benjamin—. Bueno, prepara tus cosas y yente a la granja cuando estés listo.


—Gracias.


— ¿Vas a hablar con Paula para decirle que te vas?


—Sí, por supuesto. Se lo debo.


— ¿Es muy serio lo que sucede entre vosotros dos?


—Muy serio.


— ¿Y seguro que es eso lo que deseas hacer? Quizá podáis resolver la situación llegando a un acuerdo.


—No


—Mmm.


—Supongo que Sofia se extrañará y empezará a hacer preguntas — dijo Pedro.


—Le pediré que no lo haga. Pero estoy seguro de que Paula le contará su versión de lo sucedido. Ya sabes, las mujeres suelen compartir esas cosas.


—Iré a la granja dentro de unas horas. Gracias de nuevo —Pedro se puso el abrigo mientras iba hacia la puerta. Se subió en el Jeep, arrancó el motor y luego golpeó el volante con ambas manos.


¡Estúpido! ¡Maldito estúpido! ¿Por qué no se había mantenido alejado de ella? ¿Por qué había tenido que hacerle el amor? Si tanto necesitaba a una mujer... ¿no podía haberse buscado a otra? ¿A otra que no lo amase?





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