viernes, 14 de abril de 2017
MI MAYOR REGALO: CAPITULO 15
Alrededor de las ocho, cuando hubieron trasladado a Pedro a otra habitación, la familia formó un círculo a su alrededor mientras volvía en sí.
—Ya le dije a esta pandilla de lloronas que eres demasiado duro para morir —bromeó Benjamin.
— ¿Me dais un poco de agua? —pidió Pedro.
Todos hicieron ademán de dirigirse hacia la jarra de agua situada en la mesita, pero, uno por uno, se detuvieron y observaron cómo Paula tomaba una taza de plástico, la llenaba de agua y le añadía una pajita. Con una mano sostuvo la taza y con la otra acercó la pajita a los labios de Pedro. El sorbió el líquido lentamente, sin apartar los ojos de Paula.
—Gracias —dijo cuando se hubo sentido satisfecho.
Paula no se retiró de su lado. Nadie intentó usurpar su posición.
—Estaba... tan preocupada por ti.
—Estoy bien, cariño —Pedro recorrió con la mirada a los presentes, viendo cómo todos los miraban a él y a Paula, y comprendió que alguien les había dicho a Teresa, Peyton y Donna Fields la verdad sobre el hijo de Paula. Y que todos eran conscientes del vínculo que los unía. Un vínculo que iba más allá del hijo común que esperaban.
—Nadie fuera de esta habitación necesita saber la verdad —dijo Pedro—. Así es corno Paula y yo deseamos manejar la situación. De cara a los demás, ese niño es de Leonel.
Un denso silencio se cernió en la habitación. Benjamin acercó una silla a la cama, y luego le dio a Paula un afectuoso codazo.
Ella no protestó.
Después de sentarse, miró a los presentes y dijo:
—Pedro y yo no os pedimos vuestra aprobación, pero sí vuestro apoyo.
Pedro alzó la mano izquierda y la alargó hacia Paula. Ella la tomó. El intentó darle un apretón, pero no tenía fuerzas para ello. La cabeza el costado le dolían. Y sentía el estómago algo revuelto.
—Creo que es hora de que dejemos a Pedro descansar —dijo Peyton Rand—. No olvidemos que recibió un disparo hace menos de doce horas.
—Peyton tiene razón —convino Benjamin—. Vamos nos. Podemos volver mañana.
—Sí —dijo Teresa—. Y más pronto o más tarde, Pedro Alfonso, tú y yo tendremos una pequeña charla.
—Como me temía —bromeó Pedro.
—Vamos, Paula —dijo Sofia—. Os llevaré a Donna y a ti al refugio para que recojáis vuestros coches.
—Id vosotras —dijo Paula—. Yo me quedo.
—iDe eso nada! —Pedro le soltó la mano y la miró con severidad—. No necesito que te quedes. Todas las enfermeras del hospital están a mi disposición. Debes irte a casa a descansar.
Paula miró directamente a Sofia.
—Marchaos vosotras. Puedo llamar a un taxi si decido irme antes de que amanezca.
Sofia asintió, y salió junto a Donna sin decir ni una palabra más.
Paula giró bruscamente la cabeza y dijo:
—No estás en condiciones de obligarme a marcharme, así que cállate.Me quedo.
— ¿Por qué demonios no quieres irte?
—Porque... Por favor, Pedro, no me pidas que me vaya.
—No te necesito. Vuelve a casa.
—No, me quedo.
El tensó fuertemente la mandíbula. Maldita y terca mujer. No
comprendía que, si se quedaba a pasar la noche allí, la gente sospecharía.
— ¿Por qué te empeñas en quedarte?
—Porque... no puedo dejarte —Paula pronunció aquellas palabras tan suave y quedamente, que por un segundo Pedro no estuvo seguro de haberla oído bien. Pero le bastó mirar sus ojos empañados de lágrimas para saberlo.
Maldición, ¿cómo lo hacía? ¿Cómo conseguía Paula conmoverlo de aquel modo?
—Si estás decidida a quedarte, pídele a la enfermera que te prepare una cama plegable —dijo suavemente—. Estás embarazada, por el amor de Dios. No debes pasar toda la noche sentada en una silla.
Ella se enjugó las lágrimas y le sonrió.
—De acuerdo. Iré a pedir una cama plegable —se levantó, atravesó la habitación y se detuvo un momento antes de abrir la puerta—. Ah, por cierto, señor Alfonso. Me da igual que la gente sospeche que me preocupo por usted hasta el punto de pasar aquí la noche —sin mirar atrás, salió de la habitación.
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Wowwwwwwwwwww, duelo de titanes. Qué susto se pegó Pau. Muy buenos los 3 caps.
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