sábado, 22 de abril de 2017

EL VAGABUNDO: CAPITULO 10






—¡Vaya felicidades, señor Tomas! —exclamó Luis Chaves—. Eso es maravilloso.


—Sí que lo es. Todavía casi no me lo creo —dijo Tomas llevándose la pipa a la boca y encendiendo el tabaco con el mechero de plata que Mirta le había regalado por Navidad—. Pedro fue quien se enteró de que abrían el hotel Southland Inn. Ahora soy su nuevo recepcionista. Mañana es mi primer día de trabajo.


—¿Y es verdad que le dan también una habitación? —preguntó Luis.


—Increíble, ¿verdad? Pues sí, es verdad. Y el sueldo no está nada mal. Ahora podré invitar a Mirta Maria en vez de dejar que ella me invite a mí.


Los azules ojos de Tomas se empañaron por la emoción.


—¿Estaban hablando de mí? —preguntó Mirta Maria, que en ese momento entraba en el cuarto de estar con la caja de bombones.


—Así es, mi amor —dijo Tomas—. Estaba diciendo que ahora que tengo un empleo fijo podré llevarte a cenar a un lugar elegante, como te mereces.


Mirta se echó a reír con esa risa gutural y sexy tan suya ganándose la atención de los tres hombres.


—¿Y tú, Pedro, has pensado en buscarte un trabajo fijo y quedarte en esta ciudad ahora que has descubierto a nuestra Paula?


—Por favor, tía Mirta, no seas tan sutil —observó Luis sonriendo—. ¿Por qué no vas y le preguntas directamente qué intenciones tiene con respecto a nuestra Paula?


—En realidad, deberías ser tú quien protegiese a Paula, ya que eres el hombre de la familia, pero es evidente que perteneces a esta nueva generación a la que le importan un bledo los valores tradicionales.


Mirta colocó la caja de bombones encima de la mesita de centro y luego se sentó en el sofá, entre Tomas y Pedro.


—No me gusta interferir en la vida de los demás —dijo Luis llevándose las dos manos a la nuca.


Mirta se volvió hacia Pedro.


—¿Qué intenciones tienes respecto a Paula?


Luis se echó a reír. Pedro sonrió, pero sus mejillas enrojecieron al momento. Y Tomas ofreció a Mirta un bombón.


Aceptando el bombón que Tomas le ofrecía, Mirta se lo metió en la boca, pero sin apartar los ojos de Pedro.


—Me gusta Paula —contestó Pedro—. No quiero ver que una mujer tan maravillosa como Paula desperdicie su vida casándose con un hombre como Sergio Woolton.


Pedro le costaba mucho admitir la fuerza de sus sentimientos respecto a Paula.


No sólo la deseaba físicamente, sino que también le resultaba estimulante a nivel intelectual y emocional. Ella le estaba haciendo sentirse otra vez como el hombre que había sido antaño, un hombre responsable y consciente.


—En ese caso, ¿qué piensas hacer? —insistió Mirta.


Pedro miró de reojo a Tomas, quien sonrió y se encogió de hombros. Luego se volvió a Luis con la esperanza de que éste interviniese en su favor.


—A mí también me gustaría conocer tus intenciones —dijo Luis.


—Paula quiere casarse —contestó Pedro—. Yo no puedo ofrecerle el matrimonio.


—Quizá sí, quizá no —dijo Mirta cogiendo otro bombón—. Lo que Paula quiere está muy bien, pero lo que necesita es algo muy distinto.


—¿Podría preguntar qué es lo que Paula necesita en tu opinión?—preguntó Luis mirando a su tía directamente a los ojos.


—Lo que Paula necesita es una aventura apasionada con un hombre que pueda enseñarle lo que es realmente ser mujer. Necesita vivir una gran pasión.


Después de pronunciarse, Mirta se llevó el bombón a la boca.


Los tres hombres se la quedaron mirando con las bocas abiertas. Al cabo de unos momentos, Luis empezó a reír.


—Una idea excelente —dijo Tomas rodeando con un brazo los hombros de Mirta.


Pedro sintió una inmensa calidez en todo el cuerpo. Mirta Maria, con pocas palabras, había expresado el deseo que se había estado acumulando en él durante las últimas semanas. Hacía años que no deseaba a una mujer tan desesperadamente, y la deseaba con exclusión de todas las demás. A largo plazo, él no era bueno para Paula Chaves; sin embargo, en esos momentos, estaba seguro de que no había hombre en la tierra mejor para ella.







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